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    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/10/2024 14:56

    Las costumbres, como todo, tienden a decolorarse con el paso del tiempo, o a cambiar de signo y reciclarse en otras. Sin embargo, tratándose de Córdoba -ciudad que digiere difícilmente los cambios- hay algunas que perviven casi inalterables con los años. Aunque la experiencia nos dice que cualquier momento es bueno, o mejor dicho malo, para que corran peligro, como ocurrió en 2023 con la ausencia de los cines de verano, recuperados después con cierta tibieza por muchas razones que no vienen al caso. Pero ahí están los peroles, tradición cordobesa donde las haya, gozando de buena salud, al menos de momento. Raro es el domingo en que la Córdoba profunda no se escapa a la parcela, la propia o la del cuñado, a buscar caracoles, setas o espárragos -según la estación- para echárselos al arroz campero, que, como su nombre indica, sabe mejor si se lo enriquece con productos extraídos al instante de la tierra, kilómetro cero en versión literal y gratuita, y se degusta en plan «cuchará y paso atrás». Pero es precisamente en octubre, el mes peñístico por excelencia, y sobre todo tal día como hoy, el 24, fiesta de San Rafael sólo por estos lares -otro hábito inmutable-, cuando el perol, con toda su parafernalia de regocijo colectivo más allá de lo gastronómico, se hace cita popular que desafía a las nuevas tendencias de ocio, y muchas veces les gana. Así, a la sombra del Custodio –que durante la jornada no cesa de recibir visitas y peticiones en la iglesia del Juramento-, se pasa un buen rato de convivencia en contacto con la naturaleza. Porque en Córdoba gusta mucho todo lo natural, aunque llegue condensado en complejos destellos conceptuales que pueden emocionarte si eres sensible a la captación de atmósferas, pero que no entiendes. De ahí el éxito de Flora, la plataforma internacional de arte floral a punto de despedirse hasta la próxima edición. Ésta que acaba, la séptima, que como las anteriores ha reunido a un numeroso público –en buena parte integrado por turistas, que se apuntan a todo- entre la admiración y el desconcierto, ofrece propuestas tan interesantes como alambicadas en su interpretación. Y es que Flora ya no es la de los primeros festivales, donde primaba la flor en todas sus especies y colores; cuando poco había que comprender, pues bastaba con dejarse llevar por aquellos monumentos naturales que quintaesenciaban la belleza de forma deslumbrante. En las siguientes convocatorias se ha ido afianzando el aspecto de la jardinería filosófica, la que expone ideas a través de construcciones de una exquisitez intelectual destinada a mentes preclaras, más cercanas a la arquitectura y la ingeniería que al simple disfrute de las plantas. Esto no es ni malo ni bueno, es que es así como así es la rosa, que diría el poeta. Puede que con ello se eleve el nivel bienpensante de la muestra floral y la competición entre las grandes figuras del reino vegetal que se pasean por el mundo. Como las que en esta ocasión, bajo el tema ‘Multiespecie’, se han esforzado con todo tipo de reflexiones rebuscadas por establecer relaciones entre flora, fauna y humanos en verdes microhábitats (la instalación ganadora, en el Palacio de la Merced); o por representar neuronas gigantes –tan monstruosas que asustan- para escenificar que las plantas son seres vivos (en Vimcorsa). Flora es un gran evento que añade cosmopolitismo a la imagen de la ciudad, pero los placeres sencillos son los que más llenan. Por eso Córdoba hoy se echa al monte para recoger romero y saborear un buen perol por San Rafael.

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