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  • Desamparo sanitario

    » Diario Cordoba

    Fecha: 23/10/2024 13:49

    En el crepúsculo sombrío de la Fuensanta, barrio cordobés que antaño fue humilde pero digno, hoy resuena el eco apagado de la desesperación. Unas cuatrocientas voces se unen en un clamor que reclama lo que alguna vez les fue otorgado como derecho innegable: una sanidad pública digna. El centro de salud, otrora baluarte de esperanza, se yergue ahora como una ruina herida, víctima de la desidia institucional. Lo que un día fue símbolo de promesas cumplidas es ahora un espectro decrépito, donde los vecinos vagan por los pasillos como almas condenadas a un purgatorio dantesco, atrapados en esperas absurdas de hasta quince días. Este deterioro no es solo la muerte de un edificio; es la encarnación cruel de una realidad que asfixia: hemos perdido la brújula del bien común. Como personajes balzaquianos, los vecinos de la Fuensanta se ahogan en la indiferencia de un sistema que los devora con la inercia ciega de la burocracia. Los pasillos, que en otro tiempo rebosaban de vida, hoy se asemejan a un hospital lúgubre, como aquel en el que Fantine, en Los Miserables, aguardaba una ayuda que jamás llegaría. Otros artículos de Francisco Dancausa Paso a paso Alas rotas Paso a paso Símbolos vivos Paso a paso Naturaleza muerta La escasez de médicos y las humillantes demoras no son accidentes fortuitos, sino síntomas de un mal más profundo: una táctica silenciosa que parece empujar hacia una privatización disfrazada de inacción. Como Mefistófeles en Fausto, el sistema insinúa soluciones rápidas, pero a un precio devastador: la destrucción de lo que fue un bien común irrenunciable. Lo que alguna vez fue un servicio esencial ha quedado reducido a un espejismo. Sin embargo, los vecinos de la Fuensanta, lejos de resignarse, se alzan como un Quijote moderno, dispuestos a librar su batalla no ya contra molinos de viento, sino contra esas estructuras invisibles que dilatan lo urgente. Mientras el deterioro se extiende, la quema de contenedores, el cierre de aulas y la inseguridad se entrelazan en el paisaje urbano, signos de una comunidad que se desintegra bajo el peso del abandono. Como en Madame Bovary, donde las pequeñas corrupciones cotidianas conducen inevitablemente a la tragedia, aquí también asistimos a la lenta erosión de una sociedad. El centro de salud, que fue un faro para los habitantes del barrio, es ahora una ruina amarga, reflejo de un sistema que ha dejado de creer en la humanidad que debía proteger. Y mientras las soluciones se aplazan y los problemas se multiplican como una plaga, se hace evidente que lo que está en juego no es solo la sanidad de la Fuensanta, sino la esencia misma de la comunidad. El deterioro de este centro no es más que la traición silenciosa del progreso que prometía alivio, pero ha traído sufrimiento. Como advirtió Schopenhauer, el sufrimiento es la sustancia misma de la vida, y aquí, en este rincón olvidado de Córdoba, esa verdad filosófica se manifiesta con crueldad. Sin embargo, en medio de esta tragedia persiste una débil llama de resistencia: la de aquellos vecinos que, aunque solos y olvidados, no se resignan a desaparecer sin presentar batalla. *Mediador y escritor Suscríbete para seguir leyendo

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