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  • La conviviencia es un problema de salud pública

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 23/10/2024 08:53

    Por Daniel Capello (*) Vivimos en un contexto complejo; la convivencia es más que nunca un problema de salud pública, visible y permanente. Sin embargo, la mediación, que es una de las formas de asegurar esa convivencia, no logra encontrarse con la gente o bien, la gente tiene serias dificultades para acceder a ella. A pesar de su creciente importancia como herramienta para resolver conflictos, enfrenta diversos obstáculos que limitan su eficacia y su potencial transformador. El más evidente es la desconexión entre la mediación y las necesidades de la población. Excepto aquellos ciudadanos que viven en la capital o en Río Cuarto, la barrera geográfica impide que el resto de la Provincia acceda en igualdad de condiciones a sus beneficios, aún varios años después de sancionada la nueva ley. Otro aspecto menos evidente, pero no menos importante, es la manera en la que se prioriza la imagen sobre la sustancia: Muchas organizaciones que promueven la mediación se centran más en su propia imagen y reputación que en ofrecer un servicio efectivo y de calidad. Los denominados “Espacios Banner”, son un claro ejemplo: instituciones en las cuales el propósito de ayudar a la gente a resolver conflictos no es tan importante como sí la imagen pública de quien la representa. Rara vez avanzan en proyectos significativos para la sociedad, aunque sí firman convenios para beneficio exclusivo del líder, como, por ejemplo “las organizaciones de paz”, que no sólo duplican a las ya existentes hace años en el mundo, sino que rara vez tienen rotación en su representación porque, justamente, se crean como andamiaje de la propia imagen Otro caso similar, el de los “Espacios Claustro”, microespacios dentro de estructuras institucionales más grandes, que se crean para dialogar “sobre un mundo mejor” o incluso para atender casos. En la práctica terminan reproduciendo lo mismo de siempre: exceso de personalismo, nula pluralidad de voces, sostenimiento de un discurso hegemónico y escasa flexibilidad a la innovación. Ejemplo: Congresos con disertantes y ponencias repetidas o equipos institucionales con ausencia de disenso creativo, ese que verdaderamente mueve estructuras arraigadas. Como consecuencia de esto, surge la falta de innovación y de adaptación al cambio. Las instituciones que albergan a los mediadores a menudo son rígidas y resistentes a la transformación, perpetuando prácticas obsoletas y limitando con procesos burocráticos su potencial profesional. Paradójicamente, una posible solución puede ser recorrer el camino inverso, integrar la mediación a la institución. La mediación no debe ser vista como un añadido, sino como un elemento fundamental para transformarlas y mejorar la manera en la que atienden a la gente. Para ello es importante que las instituciones usen una de las herramientas que más han divulgado, la escucha activa, receptando las demandas de la sociedad y adaptando sus prácticas para ofrecer soluciones más efectivas y pertinentes a la realidad actual. La mediación, concebida como un proceso dinámico y colaborativo, posee el potencial de convertirse en un catalizador de transformación. Al interiorizar los principios de la mediación en las instituciones públicas, estas organizaciones pueden fomentar una cultura del diálogo y del consenso hacia adentro, lo que a su vez repercute en la mejora de los servicios públicos y en la satisfacción integral de los ciudadanos. En resumen, la mediación tiene un gran potencial para transformar la sociedad, pero este potencial hoy se ve seriamente limitado por diversos factores culturales muy arraigados. Es necesario un cambio profundo en las instituciones, si pretendemos que la mediación pueda cumplir su función de manera efectiva, permitiendo un buen despliegue geográfico, ampliando espacios donde se la pueda implementar y haciéndolo de forma creativa y específica, sin copiar y pegar viejas recetas. Tenemos que entender que la mediación ya no es sólo un servicio para resolver conflictos individuales, es una herramienta de transformación social clave, en un contexto donde la convivencia se ha convertido en un problema de salud pública, visible y permanente con gente a la espera de una respuesta. La mediación, lejos de ser una moda pasajera, se constituyó en herramienta fundamental para construir sociedades más justas y equitativas. Sin embargo, para que esto sea posible, es necesario superar los obstáculos existentes y trabajar de manera conjunta para construir un sistema de mediación más accesible, eficaz y sostenible. En última instancia, la mediación es una apuesta a futuro. Al hacerla, estamos invirtiendo en la construcción de un tejido social más fuerte y cohesionado, dejando de lado el foco en la fachada y atendiendo una sociedad cada vez más fragmentada y alterada. (*) Mediador

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