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  • Aniversario del natalicio de José Larralde, el cantautor y poeta que supo narrar los devenires del hombre criollo.

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 23/10/2024 02:29

    Conocido como ‘El Pampa’ o ‘El toro’, José Larralde nació hace 87 años en Huanguelén, al suroeste de la provincia de Buenos Aires, zona de pampa húmeda. No le gustan las entrevistas ni aparecer en cámara, no graba un disco hace un decenio, pero si bien se mantiene callado para la opinión pública siempre sostuvo que “un cantor que no opina no es cantor”. Grandote, barbudo, con la observación aguda y la lengua afilada, Larralde se destaca por sus milongas camperas y sus poemas-canción. Es uno de los referentes más reconocidos de su género y de la música popular argentina. Su disco El sentir de José Larralde (1968), nacido durante el boom del folclore de los años 60, vendió 30 mil copias en un mes, «un verdadero record» vociferaba la revista Folklore en ese momento, dedicándole una nota de tapa. En el vinilo el cantautor plasmó su composición Herencia pa’ un hijo gaucho, que se convirtió en una de las obras maestras del folclore argentino. Ese poema-canción en el que relata sus máximas a las generaciones más jóvenes, contiene más de cincuenta estrofas que reflejan los temas pilares de la obra de Larralde: las historias del mundo rural, las injusticias que padecen los pobres, la soledad del cantor, las gratitudes de la vida. Perdone, m’hijo, y no crea que le voy a dar consejos Solamente en el reflejo de un parecer sin pasión Quiero darle la ocasión de verle el alma a su viejo. Fue el ya famoso Jorge Cafrune, quien, impresionado por la profundidad de los temas de Larralde, le dio un gran empujón. En su disco Jorge Cafrune (1967) grabó Permiso y Sin pique. Las composiciones de Larralde comenzaron a ganar reconocimiento. Al año siguiente se presentó por primera vez en el Festival de Cosquín, con unas patillas a lo Facundo Quiroga y un cancionero rebelde y campero. Hasta un día antes de presentarse en el Festival estuvo hombreando bolsas en el campo. En la actualidad, ya octogenario, sostiene que si tuviese hambre, todavía tiene dignidad y dos brazos para trabajar. «Yo no soy guitarrista, soy guitarrero. Aprendí solo. Hasta los 27 años trabajé en el campo, fue alambrador, desmontador, alambrista, changarín, aguatero. Todo lo que canto se traduce en una larga experiencia. Imagínese cuando uno tiene que estar arando quince, veinte días, viviendo en una casilla, en un potrero, no tiene mas defensa que la guitarra», contaba en un reportaje en la revista Folklore en 1968. En la narrativa de Larralde no hay medias tintas y en cada composición, así como en el Martín Fierro, nos deja una frase tatuada. Sus poesías cargadas de realismo tiene origen en su propia vida de niño campesino y pobre. Su padre, un inmigrante vasco, fue peón rural. Al perder su trabajo se dedicó junto a su familia al comercio informal de chatarra y artículos de segunda mano. El pequeño José lo acompañaba en el carro y mientras andaban y conocía las realidades del mundo circundante, aprendió a opinar. “El guitarrero solista agarra la guitarra para opinar, para decir cosas. Es la ventaja que tiene la milonga a comparación de otros ritmos; tiene un marco para decir las cosas. Y después de todo, el Martín Fierro es una milonga. Yo explico lo que canto y hablo porque si uno es cantor tiene que opinar. Si quieren un tema tras otro, pongan un disco y una foto mía y yo me voy», sabía decir cuando lo acusaban de “hablar de más” en los escenarios. Prefirió los recitales íntimos y en lugares pequeños a los grandes shows y festivales. Sus dichos siempre incomodaban y calaban hondo en cualquiera que lo escuchase, tal vez haya sido por eso que en cada recital que daba, sea donde sea, convocaba a una gran cantidad de público fiel que en absoluto silencio escuchaba esa voz gruesa y terrenal. A diferencia de todos los artistas de su generación, su presencia en el Festival de Cosquín fue debut y despedida. «Varias veces me ofrecieron todo, pero no es una cuestión de plata porque a mí no me hace falta, pero el hombre es esclavo de su palabra, por eso cuando dice algo con la boca después hay que sostenerlo con el cuero. Y yo lo dije y lo repito: A Cosquín no vuelvo nunca más», contaba en una entrevista en 2010 al medio Agenda Pampeana. Además de los escenarios, Larralde incursionó en el cine. En 1971 fue protagonista de la taquillera película Santos Vega en la que se narra la historia de un gaucho argentino oriundo de la provincia de Buenos Aires, quien siendo un payador invencible, termina cayendo derrotado ante el Diablo. También tuvo otra incursión en el cine más sorpresiva y contemporánea. Una versión remixada de su tema Quimey Neuquén, realizada por el productor argentino Pedro Canale, aparece en un capítulo de la última temporada de la famosa serie estadounidense Breaking bad, en una escena en la que el protagonista entierra millones de dólares en el desierto bajo el rayo del sol. «¿Qué tiene que ver en el norte de México ‘Quimey Neuquén?’, cuestionó con humor Larralde al diario Página 12 al enterarse del episodio. En esa especie de imán que el cantor tiene para captar público heterogéneo, y gracias a esas uniones entre en rock y el folclore que se comenzaron a dar a partir los los 90, un rebelde como Ricardo Iorio, referente del heavy metal argentino, encontró un espejo en José Larralde y compartió con el público metalero temas como Allí donde nace mi rabia o Diferencias. Larralde recordó con simpatía su participación en los recitales de Hermética, en la que el mismo público que se golpeaba entre sí y volaba por los aires, después lo iba a ver cantar a él y «se comportaban como unos señores, calladitos, sin moverse de la silla ni hacer ruidos raros». Así como trascendió fronteras musicales, también trascendió las geográficas y se hizo popular en países como Alemania, Australia, México, Brasil, Colombia, Venezuela, Uruguay, Paraguay, Chile y España. En nuestro país, compuso más de 600 canciones y la mitad no fueron grabadas todavía. Alejado por completo de los escenario, verlo una vez más en vivo es el anhelo de muchos que no pierden las esperanzas.

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