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  • Lo que dice Bardem cuando habla

    » Diario Cordoba

    Fecha: 22/10/2024 09:38

    Javier Bardem reivindica la escucha frente al odio al recibir su Premio Donostia 2023. / EFE El rugby mejoró un físico que la genética había predispuesto ya para la interpretación. La nariz rota y el árbol genealógico se le cayeron encima determinando, casi sin escapatoria, su destino de actor. ¿A qué otra profesión podría haberse dedicado si no? Javier ha sumado un eslabón más a la saga familiar de intérpretes y cineastas de los Bardem, que ya enredaba los ADN de directores de la talla de su tío, Juan Antonio, y de intérpretes como su madre, Pilar. A ella, cómo no, le dedicó su primer Oscar por la película de los hermanos Coen que enterró su imagen de macho ibérico (esculpida a fuerza de talento y testosterona en los Huevos de Oro de Bigas Luna) bajo el retrato clínicamente perfecto del psicópata que le valió un Oscar en No es país para viejos. Del barroco a la contención. De Benidorm a Texas. Cuentan que cuando Bardem se vio por primera vez transformado en el asesino a sueldo Anton Chigurh («Call it, friend») vaticinó que no tendría sexo durante dos meses. La crisis se ve que fue pasajera porque se mantiene unido a su mujer, Penélope Cruz, con quien ha forjado una de las parejas míticas del actual star-system americano con su correspondiente estrella en el Paseo de la Fama. Como buena estrella, Bardem tiene la suya propia: «Siempre he dicho que no creo en Dios, pero creo en Al Pacino», ha dicho. Javier hizo las maletas a EEUU cuando ya había rodado con los mejores directores españoles: Pedro Almodóvar (Carne trémula), Imanol Uribe (Días contados), Fernando León de Aranoa (Los lunes al sol y El buen patrón) o Alejandro Amenábar (Mar adentro). Después, ha sumado a su currículo cintas con Ridley Scott, Woody Allen, Milos Forman, Michael Mann o John Malkovich. En total, ha rodado 47 películas (ocho de ellas con Penélope Cruz, la primera Jamón, jamón, y la que los unió como pareja, Vicky, Cristina, Barcelona), que le han deparado seis Goyas, un Globo de Oro, un Bafta, el premio del Festival de Cannes al mejor actor y un premio del Sindicato de Actores... además del Oscar y un puñado de nominaciones más por Antes que anochezca, Biutiful y Being the Ricardos. Aquel Oscar de 2004 se lo dedicó a su madre y también a los cómicos de España que llevaron «la dignidad y el orgullo» al oficio que le ha dado de comer desde que debutó en 1974 con un pequeño papel en la serie de televisión El pícaro, con Fernando Fernán Gómez. La última que ha grabado ha sido Monstruos, para Netflix. Se podría contar una historia universal del cine a través de los discursos que dan quienes recogen premios. Ya sean una confesión sincera, como la del surcoreano Bong Joon-Ho al recoger el Oscar por Parásitos: «Gracias, me voy a emborrachar hasta mañana por la mañana». Ya sean pura poesía: «Soy un inmigrante... Y en los últimos veinticinco años he estado viviendo en un país propio. Lo más grande que hace nuestro arte y nuestra industria es borrar las líneas en la arena» (Guillermo del Toro cuando recogió la estatuilla por La forma del agua). O un alegato antibelicista que no pronuncie ni tan siquiera el premiado: «Bajen sus armas, mis amigos, y así permaneceremos juntos». Marlon Brando lo hizo y le funcionó. Bardem ha elegido retratarse siempre en los discursos de los muchos premios que jalonan su ya larga carrera. Amor al oficio y a sus trabajadores, agradecimiento a su familia, y compromiso social y político han sido los ingredientes básicos de todas sus comparecencias públicas desde que en 2003, con el Goya por Los lunes al sol y un cartel en la solapa del No a la guerra, les recordó a los políticos españoles que ganar las elecciones no era sinónimo de tener un cheque en blanco. Aquello le granjeó una legión de detractores (que tampoco le perdonan ser de izquierdas y tener dinero ajeno a herencias), pero ni los escépticos, ni los críticos han alterado su mala costumbre de decir lo que piensa cuando habla en público. Por eso cuando hace unas semanas recogió en San Sebastián la farola del Premio Donostia, demostró que ni siquiera se ha dejado amordazar por el poderoso lobi judío de Hollywood: «El Gobierno de Israel está cometiendo crímenes contra la humanidad en Gaza», declaró después de volver a dedicarle el premio a sus hijos Leonardo y Luna (de los que se sabe poco más que sus nombres); de declararse una vez más a Penélope Cruz: «Una mujer a la que amo y con la que comparto una vida... Un agradecimiento muy hondo por el ser humano que eres», y de recordar a su madre, la trampa del ADN, como su principal «ejemplo ético». Oficio, amor y compromiso.

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