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  • De entre los muertos

    » Diario Cordoba

    Fecha: 17/10/2024 09:55

    Pocas cosas hay en el mundo tan efímeras como la gloria: un día disfrutas en vida de fama y reconocimientos, incluso sin buscarlos, y al siguiente te mueres y nadie se acuerda de ti, casi como si no hubieras existido. Algo parecido le sucedió a Miguel del Moral, el gran pintor de Cántico junto con Ginés Liébana, quien soñaba en lienzos la ciudad -y quizá por eso su obra sea tan onírica- desde la lejanía de Madrid. En cambio, Del Moral nació, vivió y murió en Córdoba, y en ella cosechó un enorme prestigio, aunque por su manera de ser sencilla y simpática nunca se le subiera a la cabeza. Saboreó con deleite los rincones más hermosos de esta ciudad que lo olvidó tras su marcha en la primavera de 1998, a los 81 años. Se le veía pasear con sus pasos cortitos y su sonrisa tierna por la zona de la Mezquita, donde tenía estudio y querencias. Supo captar las esencias cordobesas con sensualidad y belleza, sobre todo a través de la estilización de la figura humana, con un clasicismo de rostros serenos y nostálgicos que solía capturar, me contó una vez, entre la fauna canalla del Patio de los Naranjos, aunque fuera para luego convertirlos en místicos frailes zurbaranescos. Los suyos son semblantes hieráticos, siempre parecidos entre sí, que destacan inconfundibles en medio de una atmósfera poética, reactualizando la imagen de una Córdoba mítica «como hiciera Julio Romero de Torres en su día con su singularizado discurso estético». Lo afirma una de las voces más autorizadas en la materia, Miguel Clementson Lope, comisario de la exposición antológica que se exhibe en la Fundación Cajasol, organizada por la Real Academia como una expresión más del interés de la corporación por rescatar la memoria de nuestros artistas. La muestra, que se prolongará con la monografía más completa editada hasta la fecha sobre Miguel del Moral, también coordinada por Clementson bajo los auspicios de la Academia, pretende ofrecer al público la visión «más desconocida» de su producción. Para ello se ha reunido una treintena de cuadros aportados por coleccionistas particulares, entre ellos la familia del homenajeado y los sobrinos de Pablo García Baena -hay tres retratos suyos-, quien definió al amigo como «un pintor que llenó su época». Y es que, según Clementson, director de la Escuela de Arte Mateo Inurria, se ha querido contar con los trabajos de visión más restringida, los que no se encuentran en museos o sedes institucionales. De modo que, hasta el 11 de noviembre, será un privilegio contemplar estas piezas al óleo sobre lienzo, aunque también hay algunas composiciones al pastel y dibujos. Entre ellos el conocido ‘Ángel del Sur’, emblema de la revista Cántico -que lo llevó en portada del primer número allá por octubre de 1947- y del propio grupo poético. De esta forma la Academia, cuyo continuo compromiso con la cultura recordó en la inauguración de la muestra su presidente, Bartolomé Valle, se suma a la reivindicación de un creador y una obra postergados por no ajustarse a las nuevas tendencias pictóricas. Para hacerle justicia se ha propuesto -fue Manuel Concha quien lanzó la idea, acariciada por muchos- recuperar para la ciudad, en forma de casamuseo, el estudio de la calleja de la Hoguera, que permanece congelado en el tiempo, como si Miguel aún lo habitara. Una estancia cálida donde el pintor acogía cada 24 de diciembre a media Córdoba en torno a un belén, un lugar hospitalario que bien podría ser un pequeño santuario de las artes en recuerdo de su dueño. Suscríbete para seguir leyendo

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