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» Diario Cordoba
Fecha: 17/10/2024 09:31
Desde el humilde rincón de estos humildes artículos, quiero enviaros, de nuevo, mi agradecimiento por vuestra verdad, por vuestra luz y por vuestro sacrificio. Un día, que amanecía igual que otro, os quitaron lo que sólo la vida puede dar, por mucho que uno intente tenerlo. Sólo os dejaron el dolor y la tristeza, pero no sólo del recuerdo de aquel momento; ese sufrimiento permanece y permanece; vuestros verdugos poseen tal bajeza moral que no conocen la dignidad que se arroga el vencedor, y ahí siguen profanando las tumbas de quienes perdisteis, con la intención de, si pudieran, volverlos a matar cada día; y ahí seguimos humillándoos con este nuevo teatro de las Cortes; y aquí seguimos olvidados de aquellos que fuimos cuando ocurrieron los hechos, y nos pintamos las manos de blanco, y asistimos a manifestaciones, y vociferamos, para luego irnos tan en paz a la dulce tranquilidad que nos da el olvido. Porque hemos elegido ser un pueblo de hipócritas, farsantes e histriones. Y ahí seguimos votando en secreto a quienes luego en público criticamos; ahí seguimos buscando víctimas de hace cien años, para ese papel de contestatarios que nos adjudicamos en nuestras buenas comodidades de nuestra buena vida de poses y caretas; ahí seguimos hablando, para hacernos creer que protestamos contra algo. Por eso, vuestro sufrimiento es para mí la luz que brilla en la tiniebla. Somos tan miopes que pensamos que lo intrascendente permanece para siempre y que lo trascendente no existe. Esto forma parte de nuestro encanallamiento, porque nos sume en la fantasía de creer que nuestros políticos, nuestros terroristas, nuestros intelectuales, nuestros artistas, nuestros escritores surgen por generación espontánea, o vienen de otro planeta. Es otra adormidera que nos aplicamos, para justificar nuestras alaracas y nuestros aspavientos en nuestras manifestaciones, en toda esa basura que soltamos en las redes sociales. Por eso no sabemos agradeceros cuánto os debemos por haber elegido el camino de la luz en vez de el de la venganza. Y así, soportáis de nuevo la ignominia de ver a vuestros verdugos en la calle, porque los señoritos y las señoritas que costeamos estaban tan cómodos en sus alturas, y no se dignaron leer lo que tenían que leer. Otra vuelta de tuerca a vuestro dolor; un nuevo apretar; otra nueva prueba que tendréis que tragar y digerir, para seguir siendo los ejemplos vivos, tan reales, de eso que nos marcan las bienaventuranzas, esa luz que triunfa siempre frente a tanta oscuridad y tanto absurdo. Porque si supiéramos Historia, no perderíamos nunca la esperanza, pues sabríamos en qué tinieblas solitarias, eternas, acaba cada asesino. Suscríbete para seguir leyendo
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