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  • Los grandes no mueren

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 17/10/2024 09:21

    Se toman un descanso. Se van por un tiempo que marca el recuerdo de su público, de sus amigos, de sus familiares. Para mí, no mueren. Viven en cada uno de nosotros recordándonos sus virtudes artísticas que lo llevaron a ese país sin tiempo. Son muchos últimamente y de gran valía por lo logrado por fuera de serie. Nacha Roldán que, cuando Alfredo Zitarrosa se quedó prendido a sus propios temas cantados magistralmente por ella, cuando el exilio lo alejó en que distancia y prohibición se asemejaban al olvido pero revividos felizmente por esta mujer nacida en Formosa y mimada en Corrientes, con célebres actuaciones en LT7. Le siguió Ofelia Leiva como un mandato divino de ausencias engrosadas, la misma que en ceremonia repetida cerraba sus actuaciones apoteóticas con el público de pie, lágrimas en los ojos y la pregunta íntima de siempre, volverá otra vez, o partirá con Rosendo Arias en drones de estrellas, rumbo al cielo y desde allí ver a su gente, allá abajo, arracimados en chamamé. Con Ofelia Leiva en mi actividad periodística para Canal 13 de Corrientes, le propuse una nota mientras ensayaba en el escenario del Teatro Vera porque en la fecha actuaba. En la introducción, dije que se trataba de la hija de un cantor de tangos, cuyo seudónimo era Luján Leymar, con la poesía hecha canto en la orquesta de Fernando Mecca. Me hizo seña que la emoción la dejó sin palabras, con sorpresa y con un invitado impensado. Gajes del oficio, donde el artista se encuentra consigo mismo, redescubre lugares que correteo siendo niña. Volvimos a comenzar. Rehechos, emprendí las preguntas contenidas, que la sensibilidad y el afecto son capaces de sorprender. Soy amante de lo vocal porque comprendo que un grupo vocal es como una gran familia, primero debe primar instalar la armonía y entre “hermanos” desarrollar y ensayar un repertorio que tenga en principio talento, disciplina, y sea capaz de repetir tantas veces como para reemprender el milagro de la perseverancia. Tengo un buen tuteo con “Amandayé”, más que nada admiración por todo lo hecho: excelentes voces, amalgama para jugar en equipo, sobresaliente melodía con una guitarra y canto de suficiente líder: Pedro del Prado. Ellos están más vivos que nunca. Porque todos los lloramos. Realmente se merecen afectos y mucho más. No mueren, viven en cada persona que los conocieron y apreciaron su arte. Es una beca que no la ganan cualquiera, sino los mejores. Los que llegaron a la idolatría popular por trabajo y persistencia. Hasta cada momento. Merecidamente se ganaron el cielo. Siempre le reproché, el poco material discográfico que un grupo como Amandayé poseía en su haber. Cuando la calidad se imponía naturalmente. Residuo fértil de “Grupo Vocal Nuevo Día”, cuando al decir de Hugo Scófano, selló en 1980 con Pedro del Prado, la búsqueda lograda de un grupo diferente en que la jerarquía sea la constante para cada tema. Estuve en el Club de Regatas, en la presentación de su disco: “Amandayé. Pasión correntina”, fuimos con cámara y micrófono para “sellar” ese día de advenimiento, un material muy apreciado por sus propios integrantes, donde se vislumbra el gran trabajo hecho. Hugo Scófano, Pedro del Prado, Hugo Flores, Rodolfo Flores, voces. Guitarra, Pedro del Prado. Lucas Monzón, un virtuoso del acordeón. Rodolfo Flores, en bajo. Percusión, Uli Gómez. Músico invitado, en violoncello, Alejandro Bendersky. Obran en él, dos temas que para mí son el “gancho” más justo y merecido: “Colonia Durán”, letra del santafesino Diego Holzer y la música de Mateo Villalba. Hacen una apertura a capella, que es maravilloso escuchar, resultado de la gran exigencia de un grupo de brillantes músicos y personas, cantando justamente ese nada fácil tema. Y, ponen como último una composición de Teresa Parodi con la música de Mateo Villalba, y que dado el suceso que despertaba en cada presentación, se convirtió en cierre merecido de actuaciones y del disco mismo: “Cielo de Mantilla”. Este último, registro producido en su apoteótica actuación en el Luna Park de Buenos Aires, marcando el final del recital y del disco. Siempre los he admirado e hice lo imposible por compartir programas en vivo, y también en la compaginación de material discográfico cada vez que el programa radial así me lo exigía. Era fácil apreciar que para “Amandayé”, las fisuras brillaban por su ausencia, porque su desvelo era tal que la jerarquía sea una necesidad no un artilugio, no solamente para lucir, si no para conmover con virtudes enriquecedoras. Y, al final, son tantos y tan importantes los de la partida, que este guitarrista, cantor, autor, buen amigo, Pedro del Prado, siempre con una humorada a flor de labios, se sumó a los triunfadores, porque allá van estar para siempre, revalidando recuerdos queridos. Ellos, están más vivos que nunca. Porque todos los lloramos. Realmente se merecen tantos afectos y mucho más. No mueren, viven en cada persona que los conocieron y apreciaron su arte. Es una beca que no la ganan cualquiera, sino los mejores. Los que llegaron a la idolatría popular por trabajo y persistencia. Hasta cada momento. Merecidamente, se ganaron el cielo.

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