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    » Diario Cordoba

    Fecha: 16/10/2024 04:15

    Por fin, han salido los jóvenes a la calle a reivindicar el problema que lastra sus vidas, dos de cada tres entre 18 y 34 años viven con sus padres. No será porque están muy bien avenidos, no lo dudo, ni que las costumbres se han relajado, y los novios o novias de los hijos son uno más en la familia, comparten sofá, plataforma y vacaciones, pero igual es que no se van de casa porque no tienen otra donde ir. Que es imposible dedicar ese porcentaje de un sueldo ya estrecho a vivir en una habitación de un piso compartido con pósters en las paredes y la estantería Billy, y con un poco más de mala suerte tener que coger el cercanías cada mañana. Estaría bien que nos dejáramos de discursos rancios, con perdón, sobre la falta de sacrificio de unos jóvenes que quieren todo, viajar, salir y vivir bajo techo. Comparar unas generaciones con otras es tan inútil al ritmo que ha cambiado la realidad como si ponemos en pie de igualdad el análisis de la democracia italiana con la alemana. Se llamarán ambas democracia pero la fortaleza institucional de una es plexiglás en el caso de la otra. El problema de la vivienda es de esos endiablados, en los que tocas la oferta, regulando o tasando, y se contrae, modificas en la demanda, subvencionando o facilitando el acceso y la oferta se vuelve a disparar en precio. Si hay mucho suelo que liberalizar para construir en versión de unos, mucha vivienda ya vacía en la visión de otros y hay que obligarla a sacarla al parque inmobiliario. En que hay que construir más vivienda pública están todos de acuerdo, pero cómo será la regulación normativa ya no tanto. Y repetir errores como permitir que pasado un tiempo de carencia, entre 10 y 30 años, vuelvan al mercado libre no hace más que agrandar el problema, así que ojalá lo hayamos entendido. Que si pisos turísticos, compras masivas por extranjeros no residentes, concentración de la propiedad, dificultad de encontrar promotores después de la crisis total del sector en 2010 que vacunó a muchos contra el riesgo, todo esto opera y todo a la vez. Pero al otro lado, también hay que articular las demandas, abandonar el lamento en solitario, entrando a competir en un castin para un alquiler como si fueras Amaia Montero o resignarse a una situación porque parece inamovible. La organización colectiva transforma el mundo, la suma de todas las cabezas y las manos en un mismo objetivo es el único motor que pone en marcha el cambio. Manolo Vital fue decisivo en la lucha vecinal de Torre Baró, en la llegada del bus, pero este barrio creció entre todos, con el coraje y la dignidad de todos. La gran reacción de los jóvenes este fin de semana debe ser solo el primer paso. *Politóloga Suscríbete para seguir leyendo

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