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  • Los huracanes atlánticos de este año están batiendo récords de velocidad y destrucción

    » Diario Cordoba

    Fecha: 14/10/2024 10:23

    Los recientes huracanes Helene y Milton no son eventos aislados, sino que reflejan un patrón en el que las tormentas tropicales han ganado fuerza a un ritmo cada vez más acelerado en los dos últimos años. El récord de calor en las primeras capas oceánicas y la consiguiente evaporación habrían multiplicado su dramática devastación. La temporada de huracanes del Atlántico de 2024 está haciendo historia por una serie de motivos: El huracán Milton se ha convertido en el segundo que más rápidamente se ha intensificado en toda la historia de observaciones de estos fenómenos atmosféricos. Pasó de tormenta tropical a huracán de categoría 5 en sólo 24 horas, lo que significa que los vientos medios sostenidos aumentaron de unos 100 km/h a más de 250 km/h. Dos son las características que producen una gran intriga y preocupación en la comunidad científica relacionada con la meteorología extrema en zonas tropicales. Por un lado, hasta esta década no ha sido muy habitual el proceso de rápida intensificación en el golfo de Mexico, cuyas costas además están especialmente pobladas, siendo mayor el posible impacto por exposición. Factor Niña En segundo lugar, si bien hay constancia de que la actividad ciclónica en toda la cuenca atlántica ha mantenido su tendencia al incremento dado principalmente por el aumento continuado en el trimestre agosto- octubre, es relativamente poco frecuente que la intensificación rápida tenga lugar entrado tan tarde en el año. Es cierto, por otro lado, que la actual transición a la fase fría de la Niña del fenómeno global conocido como ENSO, favorece la formación de huracanes de gran intensidad, debido a la configuración vertical de la columna atmosférica en los primeros kilómetros. Patrón tropical En cualquier caso, los huracanes Helene y Milton no son eventos aislados y, de algún modo, reflejan un patrón en el que las tormentas tropicales ganan fuerza a un ritmo cada vez más acelerado en las temporadas de los últimos años. De los episodios que experimentan esa rápida intensificación, aproximadamente el 80% alcanzan la categoría de huracán intenso (vientos máximos sostenidos de más de 178 km/h) y, además, por otro lado, están asociados con los errores de pronóstico más altos. Como resultado, este proceso atmosférico puede conducir a escenarios desastrosos cuando las áreas costeras no reciben un aviso adecuado para evacuar y prepararse ante vientos, marejadas ciclónicas, tornados y precipitaciones extremadamente intensas. Impacto devastador Si bien en el caso de los dos últimos huracanes que han azotado a la península de Florida y el sureste de Estados Unidos (epicentro de la investigación mundial y la alerta temprana ante estos eventos tan destructivos), los avisos y el seguimiento y predicción han sido satisfactorios, el impacto es aun con todo enorme. Son centenares de víctimas mortales las de las últimas semanas. Por otro lado, Helene y Milton van a ser sin lugar a duda los desastres naturales más costosos en Estados Unidos en términos de pérdidas económicas durante las últimas décadas, superando ambos los 200 billones de dólares americanos. Es un porcentaje considerable del PIB anual de un país como España, por poner estos números en contexto. Más precipitación Los científicos del clima relacionan lo anterior con temperaturas oceánicas más cálidas, que proporcionan la energía que las tormentas necesitan para intensificarse. Es evidente que surgen preguntas sobre cómo el cambio climático afecta la frecuencia, la intensidad y la imprevisibilidad de los huracanes. De los estudios rápidos de atribución que se han realizado estas últimas semanas hemos sabido que la precipitación asociada a Helene en Estados como Carolina del Norte ha podido aumentar entre un 20 y un 50% como consecuencia del calentamiento global. La gran pregunta La gran pregunta surge de hasta qué punto el contenido de calor en las primeras capas oceánicas de los mares tropicales, que son de récord este y el pasado año, así como la consiguiente evaporación oceánica, han multiplicado estos efectos tan devastadores. Comprender la evolución de la ciencia detrás de estos fenómenos e hilar más fino en esa compleja interacción entre océanos y atmósfera es hoy más crucial que nunca, a medida que las comunidades van a tener que prepararse y adaptarse ante lo que se avecina. (*) Peio Oria es licenciado en Física por la Universidad de Salamanca y doctor en Ciencias por la Universidad Técnica de Darmstadt (Alemania). Ha sido delegado de AEMET en Navarra hasta mayo pasado. (Las investigaciones continúan abiertas)

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