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  • TRAS 18 AÑOS. Incrementaron la condena a los asesinos del soldado Bermani

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 13/10/2024 16:53

    El 19 de junio de 2016, Fabricio Bermani, de 22 años, soldado voluntario del Regimiento de Caballería 7 “Coraceros Coronel Estomba”, con asiento en Chajarí, apareció fusilado de un disparo en la nuca, a 400 metros del cuartel en el que estaba de guardia esa noche. Le habían sustraído el fusil FAL, con sus cargadores, un casco, un chaleco táctico provistos por la fuerza y su celular. A 18 años del hecho, quedó firme la condena a sus asesinos: Brian Joel Escobar, por aquel entonces de 19 años, y a su padre Antonio Escobar, quien al momento de los hechos tenía 56, mientras que su madre, Nélida Beatriz Leiva, ya había cumplido la condena impuesta por la acusación probada de encubrimiento. Al soldado voluntario Bermani le tocaba la guardia esa fría noche invernal, a partir de las 23:30Hs. Y avanzada la madrugada, le llegó el relevo, pero él ya no estaba en su puesto del ala oeste del predio militar. Comenzó su búsqueda y poco después su cuerpo fue encontrado a unos 400 metros, a la vera de la ruta 2. Le faltaban el FAL, su chaleco, su casco y su celular. Obligado a tenderse en el piso La investigación determinó en primera instancia, que el efectivo había sido obligado a tenderse en el suelo con las manos hacia adelante y en ese estado de indefensión, le habían disparado en la nuca con un arma de fuego de grueso calibre. En primer lugar lo habían despojado de sus pertenencias reglamentarias y de su teléfono personal. La investigación apuntó al robo de los elementos faltantes, pero era perentorio descubrir a los perpetradores. Pronto las sospechas recayeron en otro soldado voluntario, Brian Joel Escobar que cumplía funciones en el mismo regimiento y que no se presentó al otro día en el lugar donde cumplía funciones. La noche del crimen, ocasionales testigos habían visto rondar por el cuartel un automóvil Chevrolet Corsa con vidrios polarizados, en el que se movilizaban cuatro sujetos. El rodado coincidía con la descripción del vehículo de la madre del sospechoso. Fue Nélida Beatriz Leiva, quién denunció que su hijo ya no se encontraba en la ciudad y que había dejado en su casa su billetera y sus documentos. La Justicia ordenó el allanamiento del inmueble y el secuestro del vehículo. En el lugar fueron hallados 12 botones y un cierre quemados, que correspondían al tipo de chaleco antibalas de Bermani, además de un arma calibre 380. Los peritajes permitieron determinar que se trataba de la misma con la que habían disparado a la infortunada víctima. Se supo también que esta arma había sido adquirida por Escobar hijo un mes antes y que luego de cometido el hecho, antes de huir, había intentado venderla entre sus conocidos de Chajarí. Se buscaba también un celular que no apareció, por lo que allanaron la vivienda de unos familiares donde se presumía que estaba, pero no lo encontraron. Leiva quedó detenida. Paralelamente se trataba de localizar al soldado Escobar y a su padre Antonio. La pista llevó a los investigadores a la ciudad de Concordia, adonde se habría dirigido el joven en moto a la casa de unos parientes. Llamó la atención, que se habría teñido el pelo. A poco de llegar se fue de la casa de sus familiares concordienses, pero dejó allí el vehículo. Con relación a Antonio, parecía que se lo había tragado la tierra. Ambos permanecieron ocultos unos días, pero la Justicia logró su detención. ¿Un “peso pesado”? Allí se supo que Brian Escobar era dueño de un prontuario para tener en cuenta. En primer lugar, había integrado la banda del Gordo Valor y que se dedicaba a asaltar bancos y robar transportes de caudales. Además, se lo buscaba desde el año 2013 por el homicidio de otro joven, Jonathan Cristian Toledo, perpetrado con arma de fuego en la localidad bonaerense de Morón y por otra causa de asociación ilícita y tenencia de arma de fuego. Si bien tenía fijado su domicilio en Buenos Aires, residía en la casa de su esposa en Chajarí. El mismo era oriundo de Feliciano, donde permaneció hasta que en su juventud se trasladó a Buenos Aires. Regresó a Entre Ríos sustrayéndose al accionar de la Justicia tras ser condenado por el homicidio mencionado. ¿Por qué? Esta pregunta era la que rondaba en los labios de todos los que comentaban el hecho. Se llegó a decir con una simpleza inaudita, que Escobar había matado a su colega soldado porque le tenía envidia, pero al parecer el motivo era mucho menos ingenuo, más astuto y terrible, propio de quienes integraban por entonces las peligrosas bandas de piratas del asfalta que asolaban por las rutas argentinas. La Justicia llagó a la conclusión de que el móvil fue robarle el FAL. En la mente de los asesinos, esta poderosa arma de fuego, tenía como destino ser usada por una de esas bandas delincuenciales. Nunca fue recuperada. La puja en la Justicia Los tres detenidos fueron juzgados en primera instancia en el año 2020 por el Tribunal Federal del juzgado con asiento en Concepción del Uruguay, el que impuso 15 años de prisión de cumplimiento efectivo a Brian Escobar; 12 años a Antonio Escobar y 4 años y medio a Nélida Leiva, por encubrimiento. La familia de la víctima entendió que el monto de la pena era muy poco y no se habían considerado los agravantes y, a través de su abogado, recurrió a la Cámara Federal de Casación, la que falló en favor de la protesta. Apeló la defensa y llegó a la Corte Suprema de Justicia que entendió que lo actuado no requería ninguna revisión, por lo que la causa regresó al tribunal de origen para que cumpliera con el dictamen de Casación. Finalmente, el martes 8 de octubre último, se fijó una nueva condena a 20 años de prisión a padre e hijo homicidas. En cuanto a Leiva, se le dio por cumplida la condena ya que en Casación no se hizo lugar al pedido de incrementar la pena contra la mujer. Pero no está todo dicho, la defensa aún podría apelar ese fallo si lo deseara. Maldad pura Este caso fue particularmente doloroso por la maldad con la que fue perpetrado. La falta de humanidad y la cobardía de estos sujetos, quedó más que demostrada, por la forma en que el desprevenido Bermani fue emboscado en su guardia, alejado el puesto, despojado de sus elementos de trabajo, obligado a tenderse en el suelo con las manos en una posición que le impedía, aunque más no sea esbozar, un mínimo gesto de defensa, y ajusticiarlo. El monto de la pena, sigue teniendo “gusto a poco”. Con todo respeto a las autoridades judiciales actuantes, de cuyo apego a las garantías del debido proceso no dudo, creo, humildemente y con los escasos conocimientos legales que me asisten, que se merecían prisión perpetua. Nos hubiera conformado más a las personas que todavía nos consideramos humanas.

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