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  • Australopihecus, australianos y austríacos

    » Elterritorio

    Fecha: 13/10/2024 14:36

    domingo 13 de octubre de 2024 | 6:00hs. Hace cien años, en 1924, la estudiante de Antropología Josephine Salmons y su profesor Raymond Dart hallaron en Taung, Sudáfrica, el fósil de un cráneo infantil que daría paso a la descripción del Australopithecus africanus. Medio siglo más tarde, el esqueleto de Lucy dio lugar a la clasificación del Australopithecus afarensis. Ambos descubrimientos fueron fundamentales para saber más sobre nuestros ancestros, en una ‘historia’ que se sigue reescribiendo a medida que nuevas piezas ayudan a completar el rompecabezas de la evolución. Durante décadas se creyó/propuso que esta evolución estuvo perfectamente encadenada desde aquel momento en que dos monitos hijos del mismo padre tomaron sendas diferentes para ser, al cabo de un larguísimo trayecto, uno el chimpancé actual y otro, el ser humano moderno. De allí la búsqueda del eslabón perdido que conectara a aquellos seres rudimentarios con nosotros. Pero hoy se sabe que no fue un proceso lineal y fueron muchas las especies que recorrieron caminos paralelos hasta extinguirse en algún punto. Contrario a lo que se puede pensar a simple vista, los australopithecus no se originaron en Australia (pasaron millones de años para que el hombre poblara esa enorme isla), sino que su nombre viene del latín australis, ‘del sur’ (pithekos significa ‘mono’). De paso, Australia y Austria son dos países diferentes (muy diferentes). Australia queda en Oceanía, en el hemisferio sur. Austria queda en Europa central. Australia tiene varias características peculiares. Una de ellas es que la elección de su capital vino a resolver la disputa de dos poderosos. La salida elegante fue decirles que no a Sidney y Melbourne, por lo que se eligió Canberra, una ciudad edificada desde cero, planificada y hoy un ejemplo mundial de este tipo de construcción. Austria, por su parte, nos dio a Mozart, a Freud, a Mendel (el monje que sentó las bases de los estudios sobre herencia genética, importantes también para entender esto de los Australopithecus). Dio además a Christoph Waltz, el actor (actorazo) que interpreta al coronel Hans Landa en Bastardos sin gloria. Malo, malísimo. Tan cruel como inteligente, fiel seguidor (en la ficción) del hombre de bigote curioso que mató a millones de personas (en la vida real) como gobernante de Alemania, aunque también había nacido en Austria. También ha dado Austria una corriente de pensamiento social y -principalmente- económico que no por presente en el ideal de unos cuantos trasnochados que se autoperciben iluminados deja de ser marginal entre los estudiosos serios. Distinto sería el mundo si los alemanes no hubieran permitido el ascenso de aquel austríaco loco (¿podían hacerlo?). Cada decisión tomada, cada sendero elegido implica descartar muchos otros y aunque Robert Frost (en The road not taken) nos diga que seguiríamos siendo iguales, tenemos que cargar con el peso de esas elecciones (léase opciones o, si quiere, léase comicios, para qué negarlo). De los errores se aprende, claro, pero los resultados de hace dos semanas, con triunfo del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), no parecen abonar esa teoría. La evolución, decíamos, no es lineal y evolucionar, asimismo, no significa mejorar. ¿En cuántos aspectos no dice o piensa usted “antes era mejor”? Los cambios son inevitables, muchas veces necesarios y positivos, pero cuántas cosas salieron mal, ¿no? Podríamos pensar que somos mejores que los australopithecus, pero difícilmente hoy podríamos sobrevivir (como hicieron ellos) sin domesticar el fuego y sin las miles de facilidades que hoy tenemos. Estamos (como estuvieron ellos) modelados por las circunstancias que nos tocan. A favor y en contra. Algunos australopithecus evolucionaron hasta llegar a ser nosotros, otros se extinguieron sin apenas dejar rastro. Los australianos hicieron sus planes, al final prevaleció uno y los restantes quedaron en el camino. Algunas ideas austríacas evolucionaron hasta ser una referencia positiva a lo largo de las generaciones, otras sólo triunfaron en mentes afiebradas que estudiaron economía sin darse cuenta de que es una ciencia social, por y para los seres humanos, y no una ciencia exacta.

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