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    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 13/10/2024 04:43

    Cristina Kirchner (Franco Fafasuli) “Cuando no se quiere ver, no hay más que cerrar los ojos. Pero no es bueno, a mi antojo, ser ciego por voluntad” - José Larralde La vitalidad de una fuerza política necesita la voluntad de sus dirigentes para ir siempre un poco más allá de los límites de lo posible y poder proyectar en el imaginario colectivo el horizonte de un futuro mejor. Cuando esa dirigencia se empantana en la crítica repetitiva y cansina sin la capacidad de enhebrar propuesta alguna, se entra en una espiral complicada que lleva al desconcierto y la parálisis. Es curiosa la fijación obsesiva con la figura de la ex presidenta y la necesidad de sobreinterpretar cada uno de sus gestos, de sus palabras, de sus movimientos. Sería más saludable tomar el bastón de mariscal para comenzar a aportar desde lo propositivo y no desde la queja permanente. El juego es aburrido y a veces decididamente decadente. No tengo otra palabra para referirme al triste espectáculo ofrecido por un dirigente que jamás habla para cuestionar una sola medida de gobierno pero aparece en la soledad de una abúlica foto subida a las redes mientras simula firmar una renuncia al PJ que de tan impostada ni siquiera fue cursada a los órganos partidarios correspondientes. Florencio Randazzo se desafilió del PJ Nacional Lo cierto es que el peronismo se ha vuelto un territorio anárquico y anómico. No hay una conceptualización clara respecto del presente, no hay un diagnóstico certero sobre la deriva del gobierno, no hay un plan de acción a mediano plazo y, por supuesto, no hay una estrategia de poder que permita posicionarnos como una alternativa real de gobierno cuando este experimento anarcocapitalista termine en el fracaso rotundo que será, sin duda, su destino inevitable. Todo se inscribe en el vacío de ideas de una dirigencia que repite prácticas que sirven para cuidar la propia baldosa pero que no alcanzan para reconstruir un Proyecto de Nación. Un peronismo de corte vecinal que se limita a gobernar jurisdicciones locales desenganchado del rumbo estratégico de la Nación es un disparate que nos sitúa muy lejos de nuestro verdadero ADN: ser una fuerza con vocación de poder que aspira a gobernar los destinos de la Patria en razón de la vocación innegociable de hacer realidad las tres banderas de ayer, de hoy y de siempre. En medio de tanta confusión aparecen quienes aprovechan para fragmentar y dividir con el afán de hacer pingües negocios de corto alcance. Me refiero a quienes por unas palmaditas en la espalda y promesas que se cumplirán a medias -en el mejor de los casos- se ausentan de votaciones que permiten al gobierno obturar el financiamiento a la Universidad Pública o recortar con una crueldad inhumana el ya menguado poder adquisitivo de las jubilaciones y pensiones. Lo que estamos viviendo tiene un aire de familia con lo que sucedía cuando gobernaba Vidal y algunos genios proponían entregarle el PJ llave en mano, mientras alegremente levantaban la mano en la Legislatura para facilitar el endeudamiento de la provincia. Se parece también al vergonzoso apoyo dado al endeudamiento de Macri con el FMI, que tan ruinoso fuera para nuestra economía. Javier Milei y el gobernador de Tucumán Osvaldo Jaldo El argumento es siempre el mismo: en nombre de la responsabilidad de gobernar el pago chico se justifican comportamientos que contribuyen a enajenar el patrimonio nacional, entregar en bandeja a los jubilados o aceptar gravosos endeudamientos a tasas usurarias. Pero se trata de una falacia, pues no hay municipio o provincia que pueda prosperar en el marco de un país que se desintegra. ¿O acaso los jubilados que sufren el recorte de sus ingresos no viven en esos municipios o provincias? ¿O acaso los docentes universitarios que sufren el deterioro de sus salarios o los jóvenes que quedan fuera del acceso a la universidad pública viven en el aire y no en territorios concretos? Entonces el argumento se vuelve excusa, justificación o triste maquillaje de lo que en rigor se trata de una defección de los principios, de los valores, de la historia, de la identidad e incluso del propio mandato conferido por las urnas. El peronismo es opositor al Gobierno y no un comodín para facilitar en el Congreso las políticas de motosierra y ajuste permanente. Cuando no hay orden suceden estos desaguisados. Por eso necesitamos rectificar el rumbo. Ordenarnos. Reconstruir un liderazgo con la potencia que otorga el voto del afiliado peronista. Y necesitamos hacerlo con un proyecto claro, lo que no significa aferrarse a ningún dogma. Si algo necesitamos en esta etapa es apertura, amplitud y vocación de discutir todo. El mundo transita una nueva Revolución Industrial y se están resignificando las relaciones sociales y laborales que estructuran la convivencia tal cual la conocemos. Por eso el peronismo necesita imperiosamente, como decía Perón, aggiornarse a una nueva época. El desorden y la anarquía nunca alumbrarán renovación alguna. Son el campo propicio para el divisionismo y la fragmentación que conducen a la derrota permanente. Hoy derrota legislativa por la defección de algunos. Mañana derrota electoral por la incapacidad de articular una propuesta única. Por eso necesitamos dar el primer paso y ordenar nuestra casa, el Partido Justicialista, para desde allí reconstruir el Frente Nacional. Un peronismo unido y ordenado como eje de una gran convocatoria de reconstrucción nacional. La única verdad es la realidad. No necesitamos dibujos de pizarrón para negar lo que resulta autoevidente. El peronismo tiene una referencia clara, con firme arraigo en el corazón de nuestros compatriotas y que ha dejado una huella imperecedera en quienes supieron tener trabajo y salarios con paritarias, acceder a la vivienda propia, estudiar en la universidad pública o gozar de una jubilación digna. Si ese capital político sintetizado en la persona de Cristina está al servicio de la reconstrucción del peronismo y del Frente Nacional, bienvenido sea. No hay margen para malabarismos de difícil argumentación. Por eso hay que reflexionar. Bajar un cambio y pensar en lo mejor para el conjunto. La solución más sencilla es claramente la mejor solución. El resto son alquimias de dudosa sustentabilidad. Vandor soñó un peronismo sin Perón y fracasó rotundamente. No es necesario repetir semejante desatino. Clamor o Vandor: el peronismo elige.

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