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  • Impuestos y competitividad empresarial: ¿un círculo virtuoso?

    » Diario Cordoba

    Fecha: 12/10/2024 18:19

    Oficina central de la Agencia Tributaria en Barcelona / Quim Roser La competitividad empresarial de un país se ve condicionada por diversos factores, entre ellos los impuestos, que juegan también un importante papel. ¿Cómo pueden incidir sobre la competitividad? En primer lugar, los impuestos son un coste adicional de producción para las empresas que, sin embargo, pueden no tener que soportar otras empresas localizadas dentro del mismo entorno competitivo. Ahora bien, un buen sistema de educación, una sanidad de calidad y unas buenas infraestructuras contribuyen al desarrollo económico y difícilmente se podrán tener si no se dispone de un sistema de financiación oportuno, en el cual los impuestos tienen un papel fundamental. Por lo tanto, cuando hablamos de competitividad e impuestos no solo es cuestión de considerar cuánto pagamos, sino también de cuánto recibimos gracias a ellos. En definitiva, el saldo neto es el que finalmente contribuye a la competitividad empresarial. Y, en segundo lugar, el sistema fiscal, esto es el conjunto de impuestos de un país, puede incidir sobre la competitividad empresarial en función de cuál sea la estructura impositiva, puesto que no todos los impuestos impactan sobre la competitividad de la misma manera. Por ejemplo, no es igual el efecto de una subida del IVA que aumentar el impuesto sobre sociedades, puesto que los agentes económicos reaccionan de manera diferente en un caso u otro. E, igualmente, no solo es relevante considerar un impuesto u otro, sino también cómo está configurado cada uno. Así, por ejemplo, si valoramos un alza del impuesto sobre sociedades, su efecto puede diferir sensiblemente si nos referimos a aumentar el tipo impositivo general, a una reducción del importe deducible por depreciación o a restringir la deducibilidad por aumentar los fondos propios de una sociedad. Otros artículos de José María Durán Cabré Recientemente, el Institut d’Economia de Barcelona ha publicado un IEB Report que analiza precisamente la importancia del sistema fiscal en la competitividad de la economía. En él, Ruud de Mooij, del Fondo Monetario Internacional (FMI), destaca que un sistema fiscal es competitivo cuando es mejor que otros, pero no como un fin en sí, sino como un medio para alcanzar el que debería ser su principal objetivo: el bienestar de los ciudadanos. Se centra en el impuesto sobre sociedades. Tres elementos relevantes de este impuesto inciden en la competitividad: los tipos impositivos, los tratamientos especiales para atraer inversión extranjera directa y los elementos normativos que eliminan distorsiones del impuesto sobre sociedades. Tradicionalmente, los dos primeros elementos han sido los más relevantes a considerar en los índices de competitividad fiscal, pero De Mooij afirma que el resultado cambia si el análisis se centra en el bienestar. Así, los regímenes especiales que atraen inversiones financieras, como sucede en Luxemburgo y en los Países Bajos, son muy eficaces a la hora de captar inversiones, pero generan poco valor añadido para la economía: aunque el flujo de inversiones es muy elevado, los empleos directos generados son muy reducidos, contribuyendo poco al bienestar. Igualmente, los tipos impositivos nominales han sido desde los años 80 un indicador relevante de competitividad: si el tipo medio mundial era del 40% en 1980, hoy se ha reducido hasta el 23%, o al 21,20% en el conjunto de la Unión Europa. Aunque a efectos de la competitividad no solo es relevante el tipo nominal que marca la ley, sino el tipo impositivo efectivo (que indica mejor cuál es el coste real del impuesto para las empresas y sobre el cual también inciden los sistemas de amortización, los tipos reducidos o las deducciones, entre otros aspectos), lo cierto es que la tendencia a la bajada de los tipos nominales ha sido generalizada. Ahora bien, los recientes acuerdos que en el marco ampliado de la OCDE se están alcanzando y, en particular, el establecimiento de un tipo mínimo general del 15%, llevan a De Mooij a pensar que en un futuro los países dejarán de centrarse en reducir los tipos y pasarán a centrarse en mejorar el diseño del impuesto sobre sociedades, de manera que sea más neutral y eficiente, contribuyendo así a un mayor bienestar social. Estabilidad y fiabilidad En la línea de mejorar el diseño del impuesto sobre sociedades también debe incluirse otro elemento a considerar en un sistema fiscal, como es la seguridad jurídica. Este aspecto, que vendría a incluir la estabilidad y fiabilidad del sistema fiscal, hasta el momento ha sido poco tratado en los estudios empíricos. Las empresas, como las personas, quieren tener un marco claro de actuación a la hora de tomar sus decisiones de inversión: qué impuestos les afectarán, cómo tienen que interpretarse o a cuánto ascenderán son aspectos relevantes que merecerán en el futuro, sin duda, mayor atención. En definitiva, como es sabido, el impuesto sobre sociedades, y el sistema fiscal en general, incide sobre la competitividad empresarial. Parece que el futuro pasa especialmente por mejorar el diseño del impuesto sobre sociedades y por reforzar la seguridad jurídica. Ese es el camino para ir hacia un círculo virtuoso.

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