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  • Tatra: el aliado del viento

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 12/10/2024 16:56

    En algún momento de la historia los autos pasaron de las formas cuadradas a las redondeces amigables con las corrientes de aire. El coeficiente aerodinámico se convirtió en un factor clave para mejorar el rendimiento y el consumo de carburante. El responsable de este cambio se llamó Hans Ledwinka, el genio de la legendaria automotriz checoslovaca Tatra. Hubo un tiempo en que los autos producidos en distintas fábricas del mundo ofrecían diseños supercuadrados, con el parabrisas vertical y un frontal donde se estampaba el símbolo de cada marca. Los radiadores llevaban algo llamado “máscara”, un recubrimiento de bronce, alpaca o acero que remataba con aires elegantes un producto enemistado con el viento. ¿Enemistado? Sí. Los autos no contemplaban el factor aerodinámico porque priorizaban el glamour heredado de los carruajes sin motor, hasta que apareció un caballero austríaco llamado Hans Lewindka, quien comenzó a trabajar en el rubro de la automoción como un simple mecánico hasta que decidió estudiar ingeniería en Viena, donde se familiarizó con las formas elípticas. Ledwinka descubrió que las formas redondeadas conferían una mayor estabilidad de lo vehículos dada su menor resistencia al viento. Literalmente, en vez de “chocar” contra la masa de aire, las carrocerías creadas por el ingenioso desarrollador austríaco penetraban amigablemente las brisas del camino, con lo cual ganaban estabilidad y reducían el consumo. Es aquí donde aparece la marca Tatra, oriunda de la antigua Checoslovaquia, en la que Ledwinka pudo desplegar sus ideas hasta concebir el primero automóvil aerodinámico de la historia: el Tatra T77, presentado en 1934 y dueño de las formas elípticas que, con el correr del tiempo, demostrarían ser superadoras de todo lo conocido. El modelo llegó equipado con un motor bóxer de cuatro cilindros refrigerado por aire montado sobre un chasis de túnel central con suspensiones independientes. Todo fue pensado y plasmado por Ledwinska, quien tenía un colega que lo seguía de cerca. Ese otro diseñador también era austríaco y había sido convocado por el líder alemán Adolfo Hitler para producir un auto popular que motorizara al Tercer Reich. Hablamos de Ferdinand Porsche, quien recibió el encargo del Fürher de construir el “auto del pueblo” y comenzó a sufrir ingentes presiones para mostrar resultados en breve lapso. Tanto insistió Hitler (quien se había familiarizado con los Tatra por haberlos utilizado en una gira por Checoslovaquia) que Porsche no tuvo más remedio que tomar elementos creados por Ledwinka. A mediados de la década del 30 Tatra había tomado la delantera gracias a la inventiva de su ingeniero estrella, pero en 1938 Porsche cumplió con el pedido de Hitler y presentó el KDF-Wagen (luego conocido como Volkswagen Tipo 1). Nacía el famoso Kafer (Escarabajo en alemán) con elementos demasiado parecidos a una versión experimental de Tatra, el V570, que si bien no llegó a producirse en serie sirvió como punto de partida para los nuevos productos de la marca. Muchos hablaron de plagio en aquellos años y hasta se desató una disputa dialéctica entre ambos ingenieros austríacos. Tanto insistió Ledwinka sobre sus derechos sobre el diseño que un día Porsche reconoció: “A veces miré por encima de su hombro y otras veces él miró por encima del mío”. Quiso así dar a entender que habían compartido con cierta indolencia distintos aspectos de sus respectivos desarrollos, pero la marca checoslovaca no estuvo de acuerdo e inició una demanda judicial su rival alemana. Después se inició la Segunda Guerra y tanto Tatra como Volkswagen fueron conminadas a fabricar vehículos bélicos, razón por la cual el problema legal quedó en un limbo por décadas. A su vez, tanto Porsche como Ledwinka fueron encarcelados, acusados de colaborar con el régimen nazi, mientras que la suerte de las compañías se bifurcó. La fábrica checoslovaca con sede en Moravia se amoldó al sistema comunista que comenzó a imperar en ese país al finalizar la guerra, con lo cual sus productos se concentraron en el segmento de usuarios exclusivos. Los autos Tatra eran producidos artesanalmente con excelentes estándares de calidad, especialmente el modelo T603, que llevaba motor trasero V8 refrigerado por aire y un diseño aerodinámico que optimizaba sus prestaciones. Todo esto coronado por un característico frontal de tres faros. Fue tan famoso el Tatra T603 que los dignatarios de Europa del este lo adoptaron como vehículo oficial y uno de ellos llegó a cruzar el Atlántico para integrar la flota al servicio del líder cubano Fidel Castro. La marca prosiguió así hasta que, con la caída del comunismo y la división amistosa de Eslovenia y República Checa, la marca se concentró en la fabricación de camiones, rubro en el que se destaca en la actualidad. Por su parte, Volkswagen quedó en manos de los ganadores de la guerra y fue administrada en sus primeros años posconflicto por delegados del gobierno británico que luego entregarían la conducción empresarial al nuevo gobierno alemán. Con el correr de los años el grupo Volkswagen se convertiría en uno de los conglomerados industriales más importantes del mundo, lo que no evitó que debiera resarcir a Tatra por la controversia Ledwinka vs. Porsche: en 1961 la justicia condenó al gigante alemán a pagar un resarcimiento de 30 millones de marcos a la compañía checa, en concepto de daños y perjuicios.

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