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  • 9 de Julio, la avenida que nació para conectar el Norte con el Sur y terminó por unir a millones de argentinos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 12/10/2024 03:20

    Construcción avenida 9 de Julio ¿Habrá habido, alguna vez en la historia de los seres humanos, una avenida tan llena de gente al mismo tiempo? ¿Habrá alguna postal de tanta Humanidad casi apilada en los metros y metros cuadrados que puede durar una arteria urbana? El 20 de diciembre de 2022 fue feriado en la Argentina. Había que suspender todas las actividades rutinarias y obligatorias para hacer lo único que de verdad nos importaba a todos al mismo tiempo: festejar que la Selección había ganado el Mundial en Qatar. Festejarlo entre nosotros y con ellos, los jugadores y el cuerpo técnico. Festejarlo a lo argentino: haciendo ruido, ocupando la calle, habitando la cornisa entre la euforia y el posible desmadre. Milagrosamente, salió casi todo bien. Es cierto, el micro en el que viajaba La Scaloneta apenas pudo recorrer algunos kilómetros por la autopista Ricchieri en vez de completar el recorrido por toda la Ciudad tal como estaba previsto. Pero esto también es cierto: había, entre los que se habían apostado cerca del predio que la AFA posee en Ezeiza, los que se habían trepado a la Autopista 25 de Mayo, los que esperaban que el recorrido atravesara la Lugones y, sobre todo, los que se amontonaban sobre la Avenida 9 de Julio, cinco millones de personas en la calle. Uno de cada nueve argentinos de los que viven en este país alto y ancho estaban concentrados en apenas algunos kilómetros cuadrados de toda su extensión, y nadie de toda esa muchedumbre salió herida de gravedad. Que no haya habido ni un solo muerto confirmó que esos días eran para que estuviéramos nada más que felices. No había lugar para ninguna otra emoción. El 20 de diciembre de 2022, en los festejos tras la victoria en el Mundial de Qatar, la 9 de Julio protagonizó los festejos. (Télam) La postal infinita de ese éxtasis compartido es la Avenida 9 de Julio explotada de hinchas. Algunos subidos al Obelisco, o a los semáforos, o a los techos de las paradas del Metrobús. Otros, con los pies sobre el cemento pero no sobre la tierra, compartiendo un fernet, un agua bien fría y miles de fotos. La Avenida 9 de Julio, esa síntesis de la Ciudad de Buenos Aires que la flanquea de Norte a Sur a su altura más céntrica y que se empeña en protagonizar nuestras alegrías, nuestras tristezas y nuestras indignaciones cívicas, cumple este sábado 87 años. Al menos unos 500 metros, que fueron los primeros en inaugurarse el 12 de octubre de 1937. Ese día concentró miles de personas por primera vez: fueron unos 100.000 porteños a su apertura, entre las calles Bartolomé Mitre y Viamonte. El Obelisco ya estaba allí, y fue el punto neurálgico de los actos. Empezaba la historia del gran epicentro de una ciudad que hacía todo lo que podía para modernizarse y para seguir mirando a Europa lo más de cerca que le fuera posible. Historia de un plan “Las obras dan a la zona un absurdo panorama de catástrofe en medio de una ciudad tranquila. Es la ciudad vieja cediendo lugar a la nueva gracias a la gran avenida para el porvenir. La gran avenida que necesita una gran ciudad”, decía un noticiero en los primeros años de la década del 40, cuando la 9 de Julio, cuyo nombre se eligió como homenaje a la Declaración de la Independencia, estaba en una de sus etapas de crecimiento más potentes. La idea llevaba décadas rondando a la clase política a nivel nación y también municipal. Había nacido en el siglo XIX de mano del intendente Francisco Seeber, a cargo de la Ciudad entre 1889 y 1890. El objetivo fue el mismo que empujó las sucesivas extensiones de la avenida hasta completarla: unir el Norte de la Ciudad con el Sur. La futura conexión de la 9 de Julio con las autopistas Illia, 25 de Mayo y Arturo Frondizi -que es la que cruza hacia Avellaneda y Lanús- sería una prolongación de esas intenciones. Durante las obras se demolieron casi 30 manzanas residenciales Pero volvamos a la historia. Aunque de la gran avenida ya se hablaba a fines del siglo XIX, recién en 1912 se sancionó la ley que permitía expropiar y demoler las 28 manzanas que se abrirían paso para convertirse en la avenida más ancha del mundo. Es cierto, hay una “trampita” en ese récord. En rigor, para que la 9 de Julio mida los 140 metros que le otorgan ese título mundial hay que sumar el ancho de Carlos Pellegrini - Bernardo de Irigoyen y de Cerrito - Lima. Pero, viveza criolla mediante, ¿quién nos quita lo ensanchado? La avenida 9 de Julio en sí misma fue proyectada como una arteria de unos 33 metros de ancho, y sus “colectoras” fueron ensanchadas a medida que la gran avenida moderna se iba abriendo camino. Los estacionamientos subterráneos se planearon al momento de empezar su construcción, algo que llegó mucho más tarde de la fecha que se había elegido inicialmente. Es que la expectativa era inaugurarla en 1916 como parte de los festejos del centenario de la Independencia. Pero, como tantas otras veces a lo largo de la historia argentina, la falta de financiación se puso en medio de las ideas y las ejecuciones. Las expropiaciones eran desordenadas, lo que por décadas tuvo a la zona manteniendo obras carísimas y, además, en un estado parecido al limbo. De lo viejo quedaba cada vez menos, pero lo moderno no llegaba. Además, la demora en las obras deprimía nuevas construcciones en lo que hoy conocemos como el Microcentro. Fue el gobierno dictatorial de Agustín P. Justo el que finalmente puso en marcha las obras cuando se cumplieron 400 años de la primera fundación de Buenos Aires, ocurrida en 1536. El Ingeniero Carlos María Della Paolera estuvo detrás del proyecto que completaría la expropiación de todas las manzanas necesarias y que llevaría adelante una “avenida parque”. ¿O que son todos esos lapachos, jacarandás, palos borrachos y tipas que se suceden a lo largo de su traza y que la embellecen por turnos en cada primavera? En 2010, unos dos millones de personas se acercaron a la 9 de Julio para los festejos del Bicentenario Además de un paso hacia la modernidad, la 9 de Julio fue concebida como una avenida que le aportara algo de verde a un centro cada vez más poblado por el cemento. Allí empezaban a intercalarse edificios empresariales, edificios residenciales y, con el correr de los años, algunos de los hoteles más distinguidos de aquella Buenos Aires, sobre todo en las calles más cercanas al Obelisco. En ese contexto, la plantación de árboles distintivos a lo largo de los más de tres kilómetros de largo de la 9 de Julio fue una decisión paisajística y también ambiental. Además, las plazoletas que separan la arteria principal de sus colectoras se proyectaron desde siempre como un remanso para los peatones. Es que cruzar la avenida más ancha del mundo requiere al menos dos tandas de semáforos a favor de quienes lo intenten a pie. Para los más apurados, en la zona más céntrica de la Ciudad se diseñarían pasajes subterráneos que liberan a los peatones de los semáforos. En marzo de 1937 el primer tramo de la avenida ya tenía autorización para ser inaugurado y las autoridades decidieron esperar hasta el feriado de octubre para esa apertura. El Obelisco, que homenajea las dos fundaciones de Buenos Aires, la designación de la ciudad como Capital Federal del país y está emplazado en el lugar donde 1812 se llevó a cabo el primer izamiento de la Bandera Nacional, ya sería parte de su recorrido desde el primer día. Mientras tanto, los escombros de las manzanas que se expropiaban y se demolían -sin indemnizaciones para sus propietarios y con reubicaciones que fueron hacia la zona de Flores en caso de los más pudientes y de barrios como Zavaleta en caso de los que menos recursos tenían- servían para rellenar la Costanera Norte y ganarle espacio al Río de la Plata. En su primera inauguración, la 9 de Julio ya tenía algo grande para decirle al mundo: era 70 metros más ancha que Champs Élysees, ese emblema de París popular en todo el planeta. Pero, aún con eso a su favor, las discrepancias sobre cómo continuar el proyecto, con qué dinero y contratando a quién detuvieron la obra en 1940. Unos años después las obras se retomaron y hacia 1950 la avenida ya tocaba las intersecciones con avenida Belgrano y con avenida Córdoba. Vista aérea de los festejos de inauguración (1937) Hacia el extremo sur de ese entonces ya se erigía el edificio que aún hoy ostenta la única numeración exacta a lo largo de toda la avenida 9 de Julio: el emblemático rascacielos donde funcionaba el Ministerio de Obras Públicas y ahora mismo funciona la cartera nacional de Salud. Ese en el que, desde hace algunos años, una Eva Perón con gesto adusto mira a los del norte y una mucho más sonriente mira a los del Sur. Una nueva controversia -y una nueva falta de recursos- volvieron a suspender las obras, hasta que en 1971 se abrieron tramos hasta Independencia y hasta Santa Fe. Un año después la 9 de Julio ya llegaba hasta San Juan y hacia 1975 su traza se había acercado a la estación Constitución, uno de los extremos originales del proyecto. Para que llegara a la avenida del Libertador hubo que esperar hasta 1980. Casi cuatro décadas después de la inauguración del primer tramo, la avenida lograba su cometido: conectar Retiro con Constitución. En 2013 llegó la última gran novedad en la traza de la avenida: el Metrobús. Se trató de un proyecto del gobierno porteño cuando lo encabezaba Mauricio Macri, que fue muy resistida en sus comienzos y rápidamente aceptada una vez que se puso en funcionamiento. La agilización de los tiempos del transporte público se hizo evidente allí y el modelo “se contagió” a otras avenidas de la Ciudad, como Juan B. Justo, Cabildo y Alberdi - Directorio. El edificio del histórico Ministerio de Obras Públicas es la única numeración exacta a lo largo de toda la traza de la 9 de Julio Por la 9 de Julio puede verse no sólo el Obelisco sino también el Teatro Colón, el edificio del ex Mercado del Plata -que hoy está en completo desuso-, y el Palacio Álzaga-Unzué, que por su belleza “zafó” de la demolición. Y un chalet montado en la terraza de un edificio de nueve pisos. Un chalet que mandó a construir un mueblero de orígenes españoles que se había enamorado del estilo de construcción marplatense y que quiso uno así para él pero arriba de todo el edificio que ocupaba su mueblería para, cuando fuera posible el descanso, subir a dormir una siesta. Todavía se lo ve: se entra por la calle Sarmiento y mira al centro porteño y a la postal más repetida de la Ciudad. Los hinchas de casi todos los equipos porteños o cercanos a la Ciudad ocupan la 9 de Julio a la altura del Obelisco para celebrar cuando salen campeones -la excepción es San Lorenzo, que festeja en San Juan y Boedo-. Algunos de los más grandes actos artísticos al aire libre en territorio porteño fueron a lo largo de su traza: allí Soda Stereo brilló ante unas 200.000 personas. Daniel Barenboim dirigió conciertos y Julio Bocca se despidió para siempre de los escenarios fascinando al público sobre la avenida. Unos dos millones de personas se reunieron a lo largo de su traza cuando se llevaron a cabo las celebraciones por el Bicentenario de la Revolución de Mayo, en 2010. Raúl Alfonsín recitó el Preámbulo de la Constitución Nacional allí en su multitudinario acto de cierre de campaña, y allí también fue que Herminio Iglesias incendió un ataúd cuando Ítalo Luder parecía estar a punto de convertirse en el primer Presidente de la democracia tras su recuperación en 1983. La avenida 9 de Julio fue el escenario de algunas de las postales más trágicas del 19 y 20 de diciembre de 2001, cuando 39 personas fueron asesinadas en toda la Argentina en medio de la represión de las fuerzas de seguridad. Parece una avenida hecha para unir el Norte con el Sur. Retiro con Constitución. Incluso, como se decía en los diarios cuando se contaba el proyecto, Tigre con Lomas de Zamora. Pero su centralidad histórica la convirtió en una avenida hecha para unir argentinos. Enojados, desesperados, eufóricos, deslumbrados por un artista, conmocionados por alguna causa común. O coronados de gloria, como el 20 de diciembre de 2022. El día que ni siquiera la avenida más ancha del mundo alcanzó para tanta alegría.

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