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  • Cómo hizo Taiwán para convertirse en un líder mundial del reciclaje

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 10/10/2024 04:55

    En Taipéi lograron reciclar hasta el 67% de la basura (Craig Ferguson) En los centros urbanos de la Argentina, es frecuente encontrar cestos de residuos en todas las esquinas y contenedores en cada cuadra. Sin embargo, aún nos topamos con desechos orgánicos, plásticos, latas de aluminio y colillas que muchas personas arrojan en la vía pública, creyendo que desaparecerán mágicamente. En Taiwán, en cambio, se cumple el principio de “basura cero”, con calles inmaculadas en el segundo país que más recicla en el mundo, y curiosamente, sin cestos ni contenedores a la vista. ¿Cuánto nos separa del “milagro” taiwanés? Si consideramos que hace unos cuarenta años, los desafíos que enfrentaba Taiwán eran aún mayores que los que hoy nos acucian, podemos concluir que no estamos tan lejos. La gestión de residuos en la República de China (Taiwán) comenzó en 1984, cuando la fuerte industrialización generó un aumento descontrolado de desechos. La falta de una gestión eficaz llevó a la proliferación de basurales a cielo abierto y a una situación crítica para una isla altamente poblada y con escaso territorio aprovechable. Entre otras acciones, en 1996, la Agencia de Protección Ambiental de Taiwán (EPA) obligó a los negocios a pagar una tasa de reciclaje por sus desechos, que luego se invertiría en programas de reciclado. También se instalaron plantas incineradoras de última tecnología, que prácticamente no emiten contaminantes y reducen al mínimo el volumen de residuos destinados a rellenos sanitarios. Además, estas plantas generan energía y producen ladrillos y pavimento a partir de las cenizas. En cuanto a los hogares, Taiwán implementó un sistema de “pay as you throw” (PAYT) o “pagá lo que tirás”, que cobra a cada usuario una tasa de aproximadamente $0,36 dólares taiwaneses (alrededor de 14 pesos argentinos) por litro de residuos no reciclables. Aunque esta cifra no es elevada, representa un incentivo suficiente para posicionar a Taiwán entre los países que menos residuos sólidos urbanos (RSU) generan, con un promedio de 400 gramos diarios por persona, menos de la mitad que hace 40 años. A su vez, la recolección de materiales reciclables no tiene costo, siempre que se dispongan en bolsas transparentes que permitan a los recolectores verificar su correcta separación. Debido a este modelo se hace innecesaria la presencia de cestos en las calles, ya que cada individuo debe hacerse responsable de los residuos que genera, disponiéndolos en su propio ámbito doméstico. Actualmente, Taiwán genera 29 millones de toneladas de residuos al año, de los cuales 9 millones son RSU y 20 millones son industriales. De los RSU, el 53% se recicla, y del total industrial, el 84%. Esto se logró mediante un monitoreo intensivo de las industrias más grandes, que representan solo el 20% de los generadores pero el 80% del volumen total de residuos. Solo un 0,2% de los residuos industriales va a relleno sanitario, y estos son transportados en 18,950 vehículos equipados con GPS, de los cuales 1,346 están dedicados a residuos peligrosos, reportados a través de un sofisticado sistema en línea. En Taiwán, la circularidad es sinónimo de valor económico. Un claro ejemplo es la empresa Solar Applied Materials Technology, que recicla y refina metales preciosos como oro, plata y platino a partir de residuos electrónicos. También se destaca el programa de reciclaje e integración social de la fundación budista Tzu Chi, que, desde hace 28 años, recupera materiales con la ayuda de más de 90,000 voluntarios de la tercera edad en casi 9,000 centros. Además, Taiwán es pionero en la fabricación de textiles reciclados, con empresas que transforman plástico PET en fibras textiles y otras que innovan en el reciclado directo de prendas usadas. Las lecciones que podemos aprender de Taiwán son numerosas: resiliencia, determinación, innovación, audacia y visión de negocio. Argentina tiene todo para avanzar hacia un modelo circular que, a través de la tecnología, la gestión sostenible de materiales y la creación de capacidades, potencie el desarrollo de industrias y empleos del futuro, que deben y pueden compatibilizarse con un adecuado cuidado del ambiente. Un primer paso en este camino es avanzar con una gran deuda pendiente: la sanción de una ley de responsabilidad extendida del productor para la gestión integral de los materiales post-consumo. Esta norma es clave para impulsar la demanda de materiales, jerarquizando el rol de los recicladores. Más allá de las particularidades de la experiencia de Taiwán, si Argentina se atreve a desafiar sus propias limitaciones -y, en algunos casos, prejuicios- en la gestión de residuos, podría no solo cambiar su paisaje urbano, sino también convertirse en un modelo de innovación y sostenibilidad en la región adaptado a su propia idiosincrasia.

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