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» Diario Cordoba
Fecha: 10/10/2024 00:39
Hoy se habla mucho de homosexualidad como un tema políticamente polémico; y no solo por los intolerantes sino por lo difícil que es para algunos salir del armario por aquello de lo de siempre: el qué dirán. Sin embargo, yo flipo de lo natural que es todo cuando el tema sexual se aplica al ser humano en estado de pérdida de libertad. Porque esos espacios sirven, aparte de la prevención de delito y reinserción y castigo del delincuente, para demostrar al ser humano que el género es más bien una categoría social que no define completamente el sexo de cada cual. Lo digo porque resulta sorprendente cómo en las cárceles la gente sufre una especie de metamorfosis que provoca un paréntesis en su tendencia sexual o como sugiero anteriormente, en las prisiones sale nuestro real género que no es otro que la necesidad de ser amado, sin mirar si esa persona es hombre o mujer. Porque no hablo de consuelos coyunturales sino de auténticas historias de amor entre personas del mismo sexo que sin embargo, en libertad, no pisaron nunca la acera de enfrente. Bien es cierto que, casi siempre, una vez que se alcanza la libertad, la homosexualidad vuelve a desaparecer o a aletargarse como los osos en invierno. Pero ese paréntesis carcelario, como mínimo, nos debería llevar a que cuando veamos opciones políticas que quieren normalizar socialmente la homosexualidad, no nos echemos las manos a la cabeza; porque si por mal del demonio, usted que me lee acaba en prisión, tenga la certeza que el que usted allí tenga un amor homosexual puede ser totalmente normal. Y es que, en la intimidad de las celdas, no solo no hay falsos dioses que nos limiten ni malas lenguas que nos critiquen, sino que la pérdida de libertad extiende la empatía y comprensión provocando paradójicamente en el encerrado considerado necesitado de reinserción social, la libre disposición de una ética ejemplar. *Abogado Suscríbete para seguir leyendo
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