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» Diario Cordoba
Fecha: 08/10/2024 19:19
Eso que llamamos justicia poética no es sino una sublimación de la venganza, arrimada a nuestros propios intereses. Por supuesto, no está exenta de subjetividad. Me acuerdo del excelso libro de Ramón Carande -Carlos V y sus banqueros- y todo el juego de préstamos e intereses que comenzaron a angostar el Imperio español. A los Fugger se les endosó, acaso injustamente, el rol de malvados en esta trama, el capital centroeuropeo como chivo expiatorio de nuestras glorias pasadas. Cinco siglos después, el parné de los aristócratas alemanes recuperó el favor de las Españas, gracias a un sacrosanto barón y a Tita Cervera, cuyo decisiva aportación al patrimonio español bien vale una misa y muchos pedestales. Francesca Thyssen también ha seguido los pasos de su padre en su incondicional amor al arte y al patrocinio cultural. Málaga ha captado como pocas ciudades los guiños de expansión de los grandes museos. La apuesta museística malagueña en los últimos años es para quitarse el sombrero. Ya no es solo el Picasso, el Thyssen, el Pompidou o la colección temporal de arte ruso -que no puede condicionarse por la urticaria putinesca-. También han tenido la feliz idea de hermanar en la Casa de la Aduana el de Bellas Artes y el Arqueológico para montar el Museo de Málaga, un emblema que ensambla la historia de las grandes ciudades; una orfandad que es más resaltable en Córdoba, dado el inagotable filón de su pasado. Recientemente, Desiderio Vaquerizo ha denunciado la arterioesclerosis museística que padece esta ciudad. Y en esto llegó Francesca para orear nuestra oferta cultural, con el convenio temporal que ha sustentado durante estos tres años las exposiciones del C3A. No es que Bellido haya querido suplantar a Francisco de la Torre, como Jennifer Jason-Leigh en Mujer soltera busca, pero de repente se ha decidido no renovar este convenio trianual con el linaje de los Thyssen, para que cada parte parta por su lado un piñón. Resultados esquizofrénicos: Ecologías de la paz, la última exposición de la TBA21, ha sido considerada como una de las diez ofertas más interesantes del panorama de la vanguardia artística actual. Me quedo de ella con el fosilizado surtidor de gasolina, o la dramática recreación del bombardeo sobre el teatro de Mariupol. Y sin embargo, ese éxito de la crítica contrasta con el tibio recibimiento de la ciudad, simbolizada con esas denominaciones que parecen el juego de los barquitos -falta C3PO-. Faltaría un bautizo popular para congraciar el edificio con la ciudadanía -como el avispón, por esas colmenas gigantes que penden sobre Miraflores-. Se precisa la pedagogía del esfuerzo divulgador, para no encastrarse en el populismo o un falso senequismo que impida miradas más amplias a la diversidad cultural. Tan dados como somos a trapichear con las metonimias, habría que hacer más nuestro el avispón. *Abogado Suscríbete para seguir leyendo
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