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    Parana » Pagina Politica

    Fecha: 08/10/2024 05:33

    Universidad Los dolores que nos quedan. Repaso urgente El miércoles, el Congreso de la Nación volverá a poner en debate el financiamiento del sistema universitario. Se debatirá el veto de Milei a la ley que asigna recursos para funcionamiento y para salarios en las instituciones de educación superior. En ese contexto, un repaso por las representaciones de la Universidad en la sociedad argentina, la alta valoración y lo que falta para el pleno ejercicio del derecho universal de acceso gratuito a la Universidad. Martes 08 de octubre de 2024 Por: Luz Alcain Compartir Tweet WhatsApp “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”. La frase del Manifiesto Liminar del movimiento reformista de 1918 convocaba a seguir, a ir en busca de más. Si los estudiantes de entonces, en Córdoba, conquistaban el cogobierno, la libertad de cátedra, los concursos como marcas indelebles de la Universidad argentina, modelo para América Latina, postulaban a la vez que todavía había “dolores” y que confiaban en la acción política pero también en el tiempo que traería contiendas sin retroceso posible. El auge del pensamiento moderno no los desmentía y el proceso de creciente democratización con la Ley Sáenz Peña, de voto secreto, obligatorio y universal (que no incluía mujeres) hacía inevitable una transformación profunda también de la Universidad, de una vez y para siempre. “Acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica”, celebraban los estudiantes cordobeses. Aun así quedaban “dolores” tan grandes como las “libertades” que faltaban. Más de cien años después, en Paraná, una estudiante se para detrás de los dirigentes que encabezan la marcha universitaria en reclamo de financiamiento para la Universidad pública. De espaldas a Casa de Gobierno, con una remera de Franja Morada, levanta un cartel pintado a mano que revive la consigna de los reformistas de 1918: “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”. Hubo conquistas, sí, una tras otra. Con el tiempo, hubo gratuidad, ingreso irrestricto, universidades obreras, apuesta al desarrollo científico técnico, decisión de una Universidad que fuera parte del desarrollo nacional. La educación superior apareció en el horizonte de las familias trabajadoras. Con vaivenes, un camino de logros se fue trazando en base a un amplio consenso político y social respecto del valor de la Universidad. Los apagones de tiempos dictatoriales plasmaron para la historia La Noche de los Bastones Largos y el Terrorismo de Estado con su organización burocrática de muerte, cegando vidas y conquistas de la comunidad universitaria. Pero hasta aquí, cada intento de implementar aranceles o el cierre de universidades se encontró con profundas resistencias del movimiento estudiantil y de la sociedad argentina que ubica en la educación superior su esperanza de cambiar la suerte de la generación que viene. La joven levanta el cartel en un presente nuevo. Los dolores se multiplican, también se multiplican las libertades que faltan. La historia no siempre avanza para adelante. Dolores que quedan. Quedan y hacen necesaria la postulación de los derechos. Convocar a una marcha en defensa del derecho a la educación superior es, ya de por sí, denunciar su incumplimiento. Por qué si no movilizar hasta las puertas de los poderes del Estado, garante irrenunciable de que sea verdad el ingreso irrestricto, la gratuidad. El filósofo Eduardo Rinesi expone acerca de la complejidad de la categoría de “derecho” en la filosofía política. “Derecho nombra una cosa que decimos que tenemos, justo cuando no la tenemos. Nadie que de hecho tiene derecho a comer dos veces por día anda dando puñetazos sobre la mesa diciendo que tiene derecho a comer dos veces por día; nadie que de hecho tiene derecho a ir a la Universidad anda levantando el dedo para decir ‘yo tengo derecho a ir a la Universidad’”. Rinesi señala que “es el que de hecho no tiene derecho a la ir a la Universidad el que, lleno de una santa indignación, dice ‘yo tengo derecho a aquello a lo que de hecho no tengo derecho’. La frase, ‘yo tengo derecho a…’ suele ser descriptivamente falsa porque su verdad es de otro orden: es del orden filosófico, es de orden moral, es de orden político. El concepto de derecho es un concepto hijo del escándalo, es inseparable de la comprensión de que no puede ser que algunas cosas sean privilegios de algunos y no posibilidades ciertas y efectivas de todos. Es el escándalo como palabra política, es el escándalo que nos produce el hiato entre el ser y el deber ser, es el escándalo que nos impulsa a cambiar el mundo”. El hiato puede impulsar la voluntad de cambiar el mundo. O no. O simplemente a describirlo como es, naturalizarlo, consagrarlo indefinidamente injusto. “Nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la Universidad”, constató María Eugenia Vidal y dejó planteada para la historia la sentencia en el debate político. Los pobres no llegan a la Universidad dijo y no se escandaliza. Vidal, su bancada del PRO, el gobierno de Javier Milei, constatan el hiato entre los derechos consagrados por la ley y los hechos. Para la derecha, la política no es aquello que transforme la realidad. La política es la constatación de cómo son las cosas, así, injustas. Política es definir a los derechos como un gasto. Política es el ahogo presupuestario de lo que se habría convertido ya no en un derecho sino “en un curro”. Será la voz que expresará el oficialismo libertario y macrista en el Congreso de la Nación, el miércoles próximo, cuando en sesión se pretenda echar por tierra el veto de Milei a la Ley de Financiamiento de la Universidad. Enfrente, podrán convivir distintas voces. Enfrente hacer política es más complejo. No se trata de constatar los derechos incumplidos sino de proponer imaginar que la cosa podría ser distinta. Habrá entonces datos que confirmen otras verdades. Habrá estadísticas que hagan visible una matrícula nutrida de estudiantes que son primera generación de universitarios en familias trabajadoras. Enfrente, también, habrá que revivir la capacidad de sensibilizarse por “las libertades que nos faltan”, habrá que hacer posible reflotar la capacidad del escándalo. Reflotarlo, organizarlo, darle músculo, mística. En 2018, para el centenario de las jornadas históricas de la reforma universitaria nacida en Córdoba, la comunidad universitaria argentina y latinoamericana sesionó en la ciudad mediterránea en el marco de la Conferencia Regional de Educación Superior para América Latina y el Caribe (CRES). La pulseada, en un contexto de florecimiento de los gobiernos de centroderecha en el continente, era lograr que el documento final ratificara los principios centrales consagrados por la CRES 10 años antes, en 2008, en Cartagena de Indias. Allí se definió a la educación superior como “un derecho humano y un bien público” que “debe ser garantizado por el Estado” a fin de “fomentar el desarrollo sustentable de la región”. En 2018, en Córdoba, el asunto quedó bien saldado. Los graduados, docentes, trabajadores, estudiantes de las universidades latinoamericanas volvieron a enmarcar su acción en los mismos principios. Plantearon otra vez, para los tiempos venideros, las acciones a llevar a cabo para que los derechos fueran consagrados. Garantizados por el Estado de manera indelegable. En Córdoba, con el centenario de la reforma, se puso especial atención en pensar “la diversidad” que debía habitar las aulas en línea con el desarrollo de corrientes del pensamiento que se habían potenciado para entonces en América Latina. Además, se problematizó una realidad que hoy es desafío ineludible para la Universidad pública: garantizar no solo el ingreso irrestricto y gratuito sino la permanencia y egreso de los estudiantes con un título en la mano. Hoy la educación secundaria es obligatoria. Pero solo uno de cada dos jóvenes termina la escuela. Es decir que solo uno de cada dos tiene derecho pleno a ser estudiante universitario. Hay aquí, tal vez, en el nivel medio, la tarea urgente de la que las instituciones de educación superior no pueden desentenderse. Es derecho universal el acceso a la Universidad pública. Es también un derecho que haya políticas de contención educativa, social, económica que garanticen el egreso y la titulación con el más alto nivel de calidad. Solo así, plenamente, tal como lo soñaron los reformistas del 18, tal como la historia del movimiento universitario lo ha plasmado cada vez que pudo, la Universidad será esa institución destinada a desmentir, porfiada, insistente, que haya destinos prefijados de una vez y para siempre. Fuente: Página Política Claves Universidad Estudiantes Presupuesto Ajuste Milei

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