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  • Monseñor Puiggari: “Recemos para terminar con el individualismo, la cultura anticristiana y el materialismo”

    Crespo » Estacion Plus

    Fecha: 07/10/2024 23:18

    Durante la celebración central de la fiesta patronal de Nuestra Señora del Rosario en Crespo, Monseñor Puiggari lanzó un contundente llamado a la comunidad. Invitó a orar para combatir el individualismo y el materialismo, características de una cultura anticristiana que, según él, se infiltra en la sociedad y fomenta la avaricia y la corrupción. Homilía completa de Monseñor Juan Alberto Puiggari en la fiesta patronal de Crespo: Queridos hermanos, la fiesta patronal, lo decimos siempre y creo que hay que repetirlo, es un momento de gracia para la comunidad, es como la pascua de cada comunidad, donde Dios, escuchando al patrono, en este caso nada menos que la madre de su hijo, está dispuesto a derramar sus gracias de una manera especial, pero para recibir las gracias tenemos que tener un corazón bien dispuesto, como esa tierra bien preparada donde la semilla encuentra el lugar apto para crecer, tal vez en algún sentido se ha empañado la siesta por la lluvia, pero bendita sea la lluvia, la venimos pidiendo, escuchaba que había muchas intenciones por la lluvia, así que le damos gracias a Dios que nos haya bendecido por María este día, con algo de lluvia le pedimos que después siga lloviendo mucho más, estamos celebrando la fiesta patronal de esta comunidad y también la fiesta patronal de nuestra arquidiócesis. Esta comunidad está fuertemente marcada por la Virgen, bajo esta vocación de la Virgen de Rosario, pero insisto, abramos el corazón, dispongámonos con fe, con humildad para pedirle todas las gracias que necesitemos por medio de la Virgen. Ustedes saben que la Virgen, Nuestra Señora de Rosario, todas las vocaciones de la Virgen manifiestan de alguna manera, algún aspecto de la maternidad mariana, esa escena tan impresionante de la Virgen al pie de la cruz, cuando Jesús lo ve a Juan y le dice Juan y ahí a tu madre, y a María le dice ahí a tu hijo, la Virgen se toma muy a pecho esa responsabilidad y comienza a ser la madre nuestra, y a lo largo de la historia siempre está cerca nuestra, de cada uno de nosotros, aunque a veces nosotros nos olvidemos, pero a lo largo de la historia se va manifestando para decirla que estoy, ténganme en presente, soy su madre, los cuido, los amo, quiero llevarlos al cielo, quiero que se parezcan a Jesús, y así a lo largo de la historia hay momentos que hay apariciones fuertes. La Virgen de Rosario aparece en los momentos difíciles, donde la Virgen nos ofrece el Rosario como punto de salvación. Pensemos también en Fátima, ¿no? Recen el Rosario para que pare la guerra, la Primera Guerra Mundial. Nosotros en la Argentina también tenemos la presencia de la Virgen de Rosario en momentos históricos muy importantes. Pensemos, por ejemplo, en la invasión inglesa. Donde las tropas Liniers encomiendan la liberación a la Virgen de Rosario, que estaba en el convento de Santo Domingo. Y más recientemente, como la Virgen de Rosario fue la que acompañó a nuestros soldados en las Malvinas. Siempre está asociada a momentos difíciles. Yo creo que estamos viviendo momentos difíciles, aquellos hermanos. No pienso solo en la coyuntura histórica de la Argentina, difícil, como la que estamos viviendo. Si no que pienso en todo el mundo occidental. En todo el mundo occidental que se ha dejado tanto de Dios. Pienso en las guerras de Ucrania y Rusia, en lo que está pasando terriblemente en Medio Oriente, donde están muriendo chicos por hambre, chicos decapitados. Parecería el salvajismo más grande de hace miles de años. Eso lo estamos viviendo hoy. Por eso el Papa Francisco pidió que hoy, en todo el mundo, en esta fiesta, recemos por la paz. Para que se acabe la barbarie de la guerra, encontremos el arma del diálogo. Nos vamos insensibilizando, pero es tremendo que chicos mueran de hambre porque no dejan llegar la comida. Es tremendo lo que está pasando en el mundo. Francisco dice, ha comenzado la Tercera Guerra Mundial en partes. No fue como la Primera y Segunda Guerra Mundial, que fue en un territorio determinado. Ahora hay guerras por todos lados. Hay guerra en África, hay guerra en el Medio Oriente, en Europa. Hay situaciones de dictadura y de persecución en América. En Nicaragua están echando a todas las religiosas, están poniendo a prisioneros sacerdotes. ¿Cuál es nuestra arma? La Virgen del Rosario. Yo quisiera detenerme hoy en un aspecto de María. Ustedes saben que este año nuestro, el año en Paraná, ha estado marcado por dos hechos. Uno que hace poquito hemos terminado, que es el Año Misionero, por el encuentro misionero que se terminó la semana pasada en Paraná, con representantes de todas las regiones del litoral y de algunas otras provincias de la Argentina, queriendo renovar el compromiso misionero. El cristiano que está bautizado tiene que misionar, si no, no es cristiano. Discípulo y misionero van unidos. ¿Cuál es la misión? Muchos dirán, yo no puedo, soy grande, pero hay una misión que todos podemos, que es la vida. Tu vida es misión, la vida de cada uno de nosotros es misión, si vivimos como Dios quiere, en casa, en el trabajo, en el barrio, en la parroquia. Si estoy viviendo como Jesús me enseñó, estoy misionando, porque estoy siendo luz, estoy siendo levadura. Pero en este año, todavía que continuamos, el Papa nos pide la oración, preparándonos para el jubileo el año que viene, el año 25. Cada 25 años la Iglesia festeja un año jubilar. El año que viene está precisamente puesto en la esperanza. ¿Por qué? Porque mi fuerza está en la esperanza de Jesús. A veces a mí me preguntan bastante seguido, los periodistas, ¿usted es optimista? Y yo les digo, mirá, no sé si soy optimista, porque si uno mira las cosas en la Argentina no es para ser optimista, ¿no? Pero sí tengo esperanza. Y lógicamente me hacen esta pregunta, lógica, ¿qué diferencia hay entre optimismo y esperanza? El optimismo es pensar que las cosas están bien y los hombres andamos bien para sacar esta Argentina adelante. Cuando vemos egoísmo, cuando vemos corrupción, cuando vemos cómo nos estamos sumergiendo a nuestros niños y jóvenes en las adicciones de la ludopatía, de la droga, etcétera, etcétera. Entonces me cuesta ver esperanza, ver optimismo. Pero sí tengo esperanza en Dios. ¿Por qué? Porque Dios es un Padre bueno, misericordioso. Y yo estoy convencido que hay muchísima gente buena, que no hace ruido, que no sale en los diarios, que nunca va a ser noticia de primera plana. Seguramente muchos de ustedes que rezan, que trabajan, que son solidarios, que aman al prójimo, que se comprometen con lo demás, no hacen ruido. La cultura de hoy es profundamente anticristiana y se nos mete por todos los poros. Es individualista, sólo pienso en mí y yo, mis ventajas. El cristiano no conjuga el yo, conjuga el nosotros. Es materialista, pone todo el deseo en lo material y lo material no llena. Quiero esto y ya lo tengo y quiero más y quiero más. Eso lo vemos en tantos casos de avaricia y de corrupción. Tendrían plata para sus nietos y mis nietos y no sé cuántos y sigan, nos venimos robando porque la avaricia no llena el corazón. Siempre necesito más. Nuestra cultura es materialista, es hedonista, el placer ya, ahora. Está cerrado a esta tierra, hay que ser felices acá. Cuando Dios nos dice hay que ser felices en el camino al cielo, el cielo es la felicidad. Entonces el Papa Francisco dice si no rezamos, la oración es como el oxígeno. Ustedes vieron que, si alguien está medio contaminado por gas, lo primero que hacen le ponen una máscara de oxígeno para que respire aire sano. Necesitamos respirar el aire de Dios, el aire de la trascendencia, el aire de la solidaridad, el aire de la fraternidad, el aire de salir de no mirarme como le gusta decir a Francisco el ombligo y mirarme al costado y darme cuenta que hay alguien que sufre más que yo. Y eso no lo hacemos si no es con la oración. La oración es el aire fresco de Dios. La oración es quien reza, el que cree, el que ama y el que espera. Ustedes saben que es muy común para los sacerdotes, a los obispos, que a la salida de misa la gente nos pida oraciones. Padre rece por mi hijo que está enfermo, para que tenga trabajo, para que tenga lluvia. Muchos me piden que rece por sus hijos que están adictos, la nueva pandemia silenciosa que nos hacemos los distraídos. Pero me ha golpeado mucho que en este último tiempo me he encontrado, no digo con un montón de casos, pero con varios casos, y mamá me dice, Señor rece para que mi hija o mi hijo me hablen. Hace 6 años que mi hija no me habla. Yo veo un dolor tan grande en la madre. Es terrible que una madre no hable con el hijo. Y yo me pregunto, ¿no pasa lo mismo cuando no rezamos? A mí me impresionaba ver el dolor cuando me piden esa oración. Es terrible. Es como si tuviera hijo muerto, madre muerta si yo no le hablo. ¿Y no nos pasa a nosotros lo mismo cuando no hablamos con Dios, que es nuestro Padre? Ese Padre que nos está dando la vida en este momento, ese Padre que nos regaló algo de lluvia hoy, que nos regala todo. ¿Puedo no hablar con Jesucristo que dio la vida por mí? ¿Puedo no hablar con María que me protege siempre? Hace poco un cardenal dijo una frase que a mí me impactó. Dice, los cristianos en la Argentina vivimos como ateos, porque no rezamos. Yo puedo decir que creo en Dios y no soy capaz de elevar una plegaria a Dios durante el día. Pero no pensemos que la oración es algo complicado. Hay oraciones más importantes, por ejemplo, la Eucaristía, ¿no es cierto? La liturgia de la palabra, la adoración al Santísimo. Pero rezar es elevar la mente a Dios. Es a la mañana, gracias a Jesús por el nuevo día, vos compraste el día de hoy, te regaló Dios. Ayudarme a hacer el bien, proteger a este familiar que está enfermo, llegar a la noche a agradecerle el día que viví, de pedirle perdón si hice algo malo. Rezar es ir por la calle y decir una jaculatoria. Pasar por el templo y decir y adorar al Santísimo con el corazón. Rezar es pasar por el vecino que sé que está sufriendo y decirle, señor, cuídalo, fortalécelo. Necesitamos la gracia. Miren, el que reza vive bien. ¿A qué me refiero que vive bien? No me refiero que no va a tener cruces, que no va a tener enfermedades. No, las vamos a tener. Porque la vida es así, el cielo es sin cruces, sin sufrimientos. Pero la diferencia es que vamos a tener la fortaleza de Dios para vivirla. Vengan a mí los que están agobiados, yo les haré suave. Nosotros somos soberbios, queremos hacer las cosas por nosotros mismos, no podemos. Sin mí nada pueden hacernos, dice Jesús. Y esto lo vemos, hermanos, dramáticamente. En la Argentina, Entre Ríos, es la provincia que tiene más alto grado de suicidio de gente joven. ¿No me choca eso? ¿No me duele? ¿Me es indiferente? ¿Cómo no rezar por los niños, por los jóvenes que están desconcertados y no tienen capacidad de aceptar una frustración? ¿No me duelen los pobres que hay en la Argentina? Es un escándalo. ¿No soy capaz de elevar una oración por ellos? En estos días, cuando uno se iba a dormir a casa calentito y yo veía a la gente tirada en la calle, ¿cómo no voy a rezar por ellos? No solo rezar. Si puedo dar un poco de pan tengo que darle, ciertamente. Pero por tantas cosas lindas, agradecerle a Dios la vida, los hijos, los nietos, la amistad. Eso es rezar. Hablar con Dios, pero espontáneamente. A veces sí, un Padre nuestro, un Ave María. Evidentemente la oración sublime de Rosario, que como dice Francisco, es mi oración predilecta. También lo decía San Juan Pablo II, porque es la oración de los niños, de los pobres, que invocan a María y por María quieren comprender los misterios de Jesús. El padre, Pío de Pietrelcina, decía, hay muchas batallas que sólo se ganan con la oración. No se refiere, ciertamente, a la batalla de las armas, pero esas batallas interiores que tenemos nosotros, o no tenemos que luchar contra nuestro egoísmo, contra nuestra dificultad de perdonar, contra nuestra avaricia, todos tenemos que luchar con algún pequeño o grande efecto que tenemos en el corazón. También frente al mundo tenemos que rezar para que la Argentina cambie, pero no va a cambiar si no sales de este planteo absolutamente individualista, egoísta, donde nos peleamos como perros y gatos, en vez de sentirnos hermanos, con pensamientos distintos. Sí, con pensamientos distintos, como somos hinchas distintos de distinto club, pero no por eso vamos a ser enemigos. Somos hermanos, hinchas de River o de Boca, de tal partido o de tal otro, pero somos hermanos. Pero todo eso no lo vamos a superar si pensamos que lo podemos superar por la fuerza propia. Tenemos que rezar. Como decía San Alfonso María Rigorio, el que reza se salva, el que no reza no se salva. Es fundamental la oración, hermanos. Es como el termómetro. Ustedes vieron que, si yo me siento mal, me pongo el termómetro, digo tengo fiebre, tengo que irme a la cama. Bueno, la oración es el termómetro de mi vida. Preguntémonos, si estoy rezando, las cosas van a andar bien. Si no estoy rezando, estoy viviendo en el margen de Dios. Por eso en este año pidamos la gracia. Yo le pido hoy a la Virgen de Rosario, la mujer orante, que nos muestra a Jesús y que normalmente tiene en sus manos el rosario, que nos ayude a llenar el día de pequeños actos de amor. Pequeños actos de amor. Señor, te amo. Ya es oración. Santa Teresa decía que a Dios lo encontraba en el puchero, mientras volvía a la olla del puchero. Dice, Señor, te ofrezco esto por las hermanitas, te ofrezco esto por mis hijos, por mis nietos. Tantos motivos para elevar la mente a Dios. Entonces vivimos ya con los pies en la tierra, comprometiéndonos con este mundo, pero con el corazón puesto en el cielo, que es nuestra meta. Y así nos va a ayudar, si pensamos más en el cielo, nos va a ayudar a trabajar mejor las cosas de la tierra para que nuestra patria y el mundo entero sea más casa digna de los hijos de Dios. Le pido al Señor por todas las intenciones de ustedes, y especialmente le pido para que nos haga una comunidad, a esta comunidad parroquial y a todos los dioses, que nos haga una comunidad orante, fraterna y misionera. Que Dios los bendiga.

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