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  • Hisham Zaman, exrefugiado y director de 'Un día feliz': "Para los adolescentes cuya solicitud de residencia ha sido rechazada, la llegada de su 18 cumpleaños es cualquier cosa menos alegre"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 07/10/2024 11:53

    Uno de los principales problemas de cómo las sociedades occidentales percibimos el fenómeno de la inmigración es que, para muchos de nosotros, los migrantes o los refugiados son solo números en una estadística. No tienen rostro, ni pasado y quizá aún menos futuro. La obra del cineasta Hisham Zaman, nacido en el Kurdistán iraquí pero residente en Noruega, y que vivió como refugiado desde los 10 hasta los 17 años, se ha caracterizado precisamente por encarar ese problema de una forma diferente. Así lo hizo en su anterior film, Letter to the King (2014), que mostraba el viaje de un día de cinco refugiados desde un campo de refugiados situado en una región remota de Noruega hasta Oslo. En su película, Un día feliz, que se estrenó el pasado 20 de septiembre en Filmin, la mirada de Zaman se centra en la experiencia de tres adolescentes que esperan su expulsión en un campo de refugiados al norte del país escandinavo. Un lugar que nos puede resultar muy lejano, pero donde se plantea un problema que tenemos muy próximo. Hamid, Aras e Ismail tienen 17 años y matan el tiempo, que es mucho y con pocas cosas que hacer, ideando un plan de huida del centro, atravesando unas montañas que parecen inexpugnables y más todavía bajo la nieve del invierno. “Uso la nieve en todas mis películas”, explica Zaman. “Creo que la nieve nos afecta como seres humanos y nos moldea tanto física como emocionalmente. La forma en que nos vestimos y sentimos en invierno tiende a hacernos sentir solitarios y melancólicos. La nieve también embellece la escenografía, y le da al paisaje un tono más poético. A veces, hay elementos en el diseño del set o en la naturaleza que inicialmente quiero eliminar porque parecen fuera de lugar en la escena, luego comienza a nevar y cuando todo se cubre de blanco, lo que era feo parece un poco más bello”. Un cumpleaños muy poco feliz Pero bajo la belleza invernal y el humor de las interacciones de los chicos, el film esconde una tragedia subyacente. Hamid, Aras e Ismail pronto cumplirán 18 años, lo que implicará que su tiempo en Noruega se habrá acabado y serán enviados de vuelta a su país. La película toma su título precisamente de la celebración del decimoctavo cumpleaños de los habitantes del centro. Para esas fiestas, los guardianes se convierten en músicos, dándole a todo una atmósfera aún más surrealista. Un día feliz que, aunque se celebre como una fiesta, para ellos es un salto al vacío hacia lo desconocido. “Los adolescentes suelen esperar ansiosos su cumpleaños número 18, pero para un joven cuya solicitud de residencia ha sido rechazada, la llegada de esa fecha es cualquier cosa menos ‘feliz’”, afirma el director. “Muchos de los jóvenes en esta situación solicitaron asilo cuando tenían 15 años, fueron rechazados a los 16 y tuvieron que esperar hasta cumplir los 18 para ser deportados. Uno de los grandes temas de la película es lo que la espera le hace a una persona y cómo se experimenta el paso del tiempo cuando se está en el limbo. El hecho de que el cumpleaños se celebre con pastel y música, como se ve en la película, no lo hace mejor”. Fotograma de 'Un día feliz'. / FILMIN El director confiesa que decidió abordar el tema de una forma que permitiera al espectador reír en medio de la tragedia. “De lo contrario, no podría transmitir cuán frágil es la existencia de estos jóvenes, sus vidas, sus historias, el potencial que tienen y los sueños que esperan que se hagan realidad”, explica. “Incluso los cuidadores se ven afectados: ellos mismos están atrapados en un lugar con reglas que no pueden cambiar, aunque tengan empatía por los jóvenes y hagan lo que puedan para mejorar su día a día”. Un equilibrio complicado Quizá el reto más importante de Un día feliz es ese complejo balance que consigue establecer entre este humor y la durísima situación retratada. “El humor nace de la situación”, asegura Zaman, “al igual que en la vida. No introduzco el humor de manera forzada para que las escenas sean divertidas o entretenidas. Los chicos que he conocido en los centros de refugiados que he visitado eran divertidos. Se habían convertido en adultos a una edad temprana, nos les quedó otro remedio después de pasar por un viaje largo y difícil sin sus padres. Sin embargo, eso no les impidió ser como los adolescentes de cualquier parte del mundo: bromear, pelearse, enamorarse… A pesar de que tenían muy claro que los acabarían enviando de vuelta a casa, reían y soñaban con el futuro”. Se habían convertido en adultos a una edad temprana, nos les quedó otro remedio después de pasar por un viaje largo y difícil sin sus padres. Sin embargo, eso no les impidió ser como los adolescentes de cualquier parte del mundo" En la cinta incluso hay sitio para el amor. De hecho, la llegada al lugar de Aida, otra chica que espera su expulsión del país, hace que todo el plan de huida, ya de por sí bastante precario, se tambalee. “Hamid se enamora de ella y aunque su llegada crea fricciones en el grupo y pone obstáculos a la amistad entre los chicos, también considero que trae luz a la historia y cambia la dinámica de la narrativa”, apunta Zaman. “Antes de que ella llegue, el tiempo parece congelado y los chicos se pasan el día aburridos, varados en esa espera interminable. Aida hace que la vida de Hamid se llene de significado y esperanza”. Es de destacar que todos los protagonistas de la película son actores no profesionales. Una decisión tomada por el director para subrayar el carácter real de la trama. “Es cierto que no tienen formación actoral y no manejan las técnicas habituales para expresar emociones complejas, pero son más inocentes y honestos en cómo enfocan su papel”, señala el cineasta. “Tampoco me gusta que los espectadores sientan cercanía con las caras de los personajes solo porque las han visto en otras películas, sino que se encuentren con estos personajes por primera vez y se unan a su viaje. Para mí, esto añade una dimensión extra a la historia y salvaguarda el estilo realista de la película”. Obviamente, resulta difícil no relacionar Un día feliz con la situación que miles de jóvenes extranjeros viven en nuestro país. Muchos de ellos, cuando cumplen 18 años son arrojados a un mundo para el que a menudo no están preparados y las cosas no siempre van bien. El director confía que su película ayude, en lo posible, a humanizar a estas personas y, con ello, a mejorar su futuro. “Mis películas solo tratan las consecuencias de las políticas en las personas. Lo que una decisión política en el parlamento puede significar para un individuo o uno de los personajes que has conocido en la película. No podemos simplemente ver a estos jóvenes a través de la lente de las estadísticas y los números y luego olvidarnos de ellos. Creo firmemente que si todos como sociedad conseguimos tener más conciencia y humanidad, también tendremos más voluntad para solucionar este tipo de situaciones”, concluye.

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