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  • El sabor amargo del auto de la Fórmula Uno creado por una heladería

    » La Capital

    Fecha: 06/10/2024 15:11

    El Maserati “Eldorado” fue creado por una empresa de helados italiana que pretendía potenciar su marca mediante una carrera de Fórmula Uno. ¿Cómo le fue? El mundo de la Fórmula Uno es fascinante. La velocidad y la adrenalina se combinan en una danza perfecta. Hay quienes optan por inmortalizar esta pasión a través de la misma historia. Sin embargo, detrás de cada monoplaza hay un suceso. En algunos casos, muy singular y hasta sorprendente. Tal es el caso de la Maserati “Eldorado”. Una máquina que salió a pista en 1958 y que tuvo como particularidad excluyente que fue creada por una empresa de helados italiana que quería trascender a nivel comercial y potenciar su marca. En Motores te contamos esta apasionante memoria que sigue cautivando a propios y extraños cuando se la recuerda. La cronología marca que el 29 de junio de 1958 , en el circuito de Monza , se disputaba una carrera muy especial: Conocida como Monzanápolis, el nombre oficial fue La Carrera de los Dos Mundos por reunir a los coches y pilotos estadounidenses con los europeos. Es rosarino y uno de los mayores coleccionistas de autos a escala de la F-1 Colapinto y un mes a pura aceleración que lo llevó a estar en boca de todos Hasta ahí todo normal. Lo que fue realmente llamativo es que debutó una máquina particular llena de publicidad. Era nada menos que el Maserati 420M/58 pilotado por Stirling Moss. En Motores te contamos esta historia. Lo primero a destacar es que técnicamente estamos hablamos del primer monoplaza en Europa en tener patrocinio ajeno al mundo del automovilismo . Sí, la marca Helados Eldorado. Otro dato destacado fue que el auto adoptó los colores de la firma , es decir, un blanco radiante con detalles en rojo, sin seguir así el tradicional esquema de colores que la FIA imponía a los participantes. Aún pasarían 10 años hasta que Colin Chapman rompiera los moldes en la F1 con la creación de Lotus. Maserati hizo el auto para la Fórmula Uno a pedido del empresario dueño de la heladería. Pedido y promoción La realidad marca que este auto fue encargado a Maserati por Gino Zanetti, el propietario de la industria de helados Eldorado. El empresario tenía la mirada puesta en promocionar su empresa a nivel mundial. Por eso tuvo como meta incursionar en el Trofeo dei due Mondi, la prueba que el ACI había organizado en Monza, usando el trazado oval en sentido contrario a las agujas del reloj (contrario al sentido habitual) para hacer unas 500 Millas como las de Indianapolis, pero con la participación de los mejores pilotos americanos y europeos en suelo italiano. Claro que el objetivo del dueño de la heladería era preciso: este avance publicitario significaba un cambio significativo en cómo se concebía la imagen de los automóviles de competición, anticipando lo que se convertiría en una práctica común décadas después. Los testimonios de la época resaltan que Zanetti estaba convencido de llevar su empresa a un público más amplio. No en vano eligió esta inigualable ocasión en Monza, en su patria, como el vehículo perfecto para transmitir su mensaje a todo el mundo. Cómo habrá sido el afán del empresario por trascender en todas las latitudes que para pilotarlo contrató nada menos que a Stirling Moss. Cabe destacar que en 1957 la firma del Tridente había ganado el Campeonato del Mundo de F1 con nuestro Juan Manuel Fangio, tras lo cual se retiró de las carreras como marca oficial, y sólo fabricó autos de competición bajo pedido de clientes privados. Por eso Zanetti se dirigió directo a Maserati. También hay que mencionar que fue el ingeniero Giulio Alfieri quien se encargó de darle vida al monoplaza. Lo montó con un potente motor ocho cilindros de 4.190 centímetros cúbicos, lo que le daba 410 caballos. El impulsor estaba montado desplazado nueve centímetros a la izquierda del eje longitudinal, así como la transmisión de sólo dos velocidades, y con ello se lograba una distribución de pesos más adecuada, pensando en Monza. maserati7.jpg El motor era de ocho cilindros de 4.190 centímetros cúbicos, lo que le daba 410 caballos. Esto se había hecho así para garantizar una distribución de pesos adecuada, teniendo en cuenta el sentido de la marcha anti horaria en las curvas sobre elevadas de Monza. También contaba con discos de frenos en magnesio Halibrand y neumáticos Firestone de 18 pulgadas, lo que sumado a la carrocería de aluminio de Fantuzzi, permitía al coche un peso contenido de 758 kilogramos. Al menos así certifican varios informes periodísticos. El día esperado Los registros marcan que el 29 de junio de 1958 fue el día de la carrera, a tres mangas acumulativas para decidir el vencedor. Moss llegó 4º en la primera, 5º en la segunda, pero se accidentó en la última por la rotura de la dirección. Eso le impidió pelear por el tercer puesto. Incluso, terminó séptimo. El resultado final de la carrera fue realmente eclipsado por su significancia social y comercial. Sin embargo, la colaboración entre Maserati y Eldorado sentó las bases para una era donde la publicidad se entrelazaría cada vez más con el mundo del automovilismo, un fenómeno que se expandió y diversificó en las décadas venideras. Con respecto al Eldorado, el auto fue luego modificado por el carrocero Gentilini quitando la aleta trasera y reduciendo la salida de aire sobre el capó motor para poder ser inscrita en las 500 Millas de Indianápolis en el año 1959, donde ya pintado de rojo, no se clasificó para participar en la carrera, de la mano del piloto Ralph Liguori. Quedó en claro que la Carrera de los Dos Mundos no solo consolidó a Monza como un epicentro del automovilismo internacional, sino que también, a través del Maserati 420M/58, dejó una huella indeleble en la historia de la Fórmula Uno. Es que con su innovador enfoque al patrocinio, esta competencia marcó el inicio de una evolución en la percepción de las carreras y su interconexión con el comercio. Sí, la historia del coche "de hielo" de Eldorado y su piloto, Stirling Moss, se convirtió con el paso del tiempo en un recordatorio de que el automovilismo no es solo velocidad, sino también oportunidades y visiones que trascienden el simple acto de competir.

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