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  • Mortales de arena y viento

    » Diario Cordoba

    Fecha: 05/10/2024 23:43

    Falta aún más de un mes para el anunciado estreno de la segunda parte de Gladiator, uno de esos films que mantienen su capacidad de ser vistos una y otra vez, incólumes al tiempo, y ya Gladiator II y la potencia visual de sus imágenes está generando toda clase de comentarios y controversias. No en vano Ridley Scott ha de responder a las elevadas expectativas derivadas de su antecesora y al desafío de superarse a sí mismo. Especialmente cuando algunos sectores de la crítica lo consideran un poco de capa caída tras sus dos últimas cintas. Así que el director se ha impuesto un listón alto: el de enlazar con la anterior - y una eventual tercera- tomando como referencia la fórmula Michael Corleone en El Padrino. Ya saben, alguien que asume un trabajo que jamás deseó. Aunque, antes de que llegue a la pantalla, el otoño nos irá desgranando otras recreaciones del mundo romano. Hace pocos días Desiderio Vaquerizo lo hacía, casi pisando la arena del anfiteatro cordobés, dado que el salón de actos del Rectorado se sitúa justo sobre ella, para comentar cuanto rodeó los combates de gladiadores con una especial referencia final a quienes lo hicieron en el coso cordobés gracias a la información suministrada por las 16 estelas funerarias encontradas en la zona de Antonio Maura. Un pequeño tesoro al ser la mayor colección del Occidente del Imperio tras las halladas en Roma. Ello a recinto lleno, y con la amenidad, rigor y espíritu crítico que le caracterizan mientras se anuncia para 2026 una gran exposición basada en su monumental obra Córdoba romana. La ciudad oculta. Hoy es difícil sustraernos al cine, al cómic o a la ficción novelada a la hora de comentar el papel de los espectáculos en la vida cotidiana de los romanos, pero la realidad sigue siendo a veces más atractiva que la fantasía. Sobre todo cuando encontramos en ella las raíces de muchas de nuestras palabras y costumbres. Y hasta, rizando un poco el rizo, algo de periodismo. No alcanzo a imaginar cómo se hubiese retransmitido desde el Anfiteatro una lucha de gladiadores. Quizá de modo parecido al boxeo. Pero por lo que se refiere a las carreras en el Circo Máximo a algunos, como a Silo Itálico, solo les hubiese faltado el micrófono a la hora de contar su desarrollo. En su caso durante unos juegos de Escipión el Africano en Cartago Nova. Una crónica llena de emoción, donde no falta ni el rugir del público, ni la evolución de las posiciones, ni el brío de los principales caballos, o la pugna de sus aurigas, amén de un adelanto final de infarto en el que Pancates, un brioso corcel astur, avanza victorioso hasta la meta «llevando muy elevada su triunfante cerviz y arrastrando a sus compañeros de tiro (...) mientras una suave brisa mecía sus crines al tiempo que alzaba con paso altanero sus ágiles patas...». Y es que, al igual que en materia gladiatoria, nos ha llegado también bastante información sobre el mundo de las carreras de cuadrigas. Hoy los descendientes de aquellos caballos astures, muy apreciados por los romanos, tienen una de sus últimas reservas en las cumbres del Sueve. Siguen siendo valientes, ágiles, fuertes, de ojos grandes, negros y vivaces y lucen su característica mancha blanca en la cabeza a la que alude Silo Itálico. La leyenda dice que los potros nacen de noche y que un rayo de luna la causa al iluminarles la frente. Los romanos evocaban la velocidad de los caballos hispanos «como engendrada por el viento» y en varias estelas funerarias aún cabe encontrarlos, al galope, llevando el alma de los guerreros a la eternidad. Estos días son otros, los pura raza españoles y lusitanos, los que enriquecen la historia y la leyenda mostrando en Caballerizas su brío, estampa, nobleza e inteligencia. *Periodista Suscríbete para seguir leyendo

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