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  • Cuando las palabras son inapelables

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 05/10/2024 19:45

    Yo, tuve la suerte de haber trabajado muchos años en la agencia publicitaria más grande de la región, “Impetu Publicidad”, desempeñándome como Creativo Publicitario, porque aprendí a través de ella la grandeza de la palabra. Es el hombre que borronea las palabras buscando una frase que sintetice las bondades de un producto. Que su sola mención ubique su inserción en la vida cotidiana, prestando servicios, desplegando las bondades que su slogan repite fielmente. Sintetizar es una tarea de búsqueda incansable, porque el producto gana espacio, se hace cotidiano, pero hallar la apelación exacta es un “gol de media cancha”, que le asegura su permanencia. Por estos días, cuando el dolor de muchas circunstancias nos marca la existencia, uno específico para dolencias musculares y óseas, se corta sólo con una definición inobjetable: “A veces vivir, … duele.” Porque la vida misma es un cúmulo de dolores que soluciones indoloras nos llevan a sentirlos en su máxima intensidad; dolor, para los cuales existen paliativos que aunque sea por un instante, nos hacen sentir aliviados. No solo se parece mucho a la vida y su contrapartida, sino a la Argentina, país acostumbrado a sufrir; nos hace acordar que no estamos exceptos de ellos. Porque si bien el cambio de paradigma de un gobierno libertario reciente, nos trajo cierto alivio ya que veníamos de la llama a la ilusión que creó en nosotros renovada fe. La incertidumbre con la pobreza, ha crecido. Hoy descubrimos cifras que por arrastre o acumulación, congestionan con los primeros meses del presente año hasta aquí, tornándose en una peligrosa bola de nieve, donde detrás de ella estamos todos. Es como el nacimiento mismo, un berrido claro contundente. Un grito fuerte en reclamo de todos. Una mirada armónica, porque el hambre como los derechos tienen la misma urgencia: EDUCACIÓN, SEGURIDAD, JUSTICIA, SOLIDARIDAD, BIENESTAR. Pero ver noticias, nos trae ese dolor que en carne propia es como estar frente a un soplete, inclemente e inexorable. Me digo, las que pertenecen al rubro de desalentadoras, que no dejan dudas ni esperanzas y pueblan los medios de conmoción. Veía de soslayo, y nuevamente con el sufriente dolor que demarca indeleblemente el poder y sus estamentos: “El Gobierno espera un índice de pobreza récord, pero confía en una mejora en el corto plazo.” Ese corto plazo cada vez ensancha y se extiende cubriéndolo todo. En ese corto plazo que nos confiere la esperanza de la certeza, hay un tramo que es tierra de nadie donde asegurar corre por cuenta de quien lo formule. Arrimando más fuego al fuego, la Universidad de San Andrés, arriesgaba una posibilidad: “el 80% espera un mayor presupuesto para jubilaciones estatales, en Educación y Salud Pública…” Promover cambios que sirvieron para cometer tropelías en desmedro de trabajadores, es un choque de voluntades encontradas contra todo lo conocido, y por conocer. Es decir, la duda mata. También duele porque somos un viejo y noble hidroavión británico fabricado por De Havilland Aircraft Company, que desde el lecho mismo del río busca hace tiempo, viento para alzarse contra el cielo, y levantar vuelo de una vez por todas. Pero en la vida de un país como el nuestro donde “la menesunda” (confusión en lunfardo), como nuestro equivalente y gráfico “emboyeré”, la cosa no da para más, es difícil, casi imposible conseguir un alivio perdurable. Siempre son propuestas y amenazas de paros, también es lógico como único analgésico a mano, de bajo valor y “vidrioso” resultado. Sucede que traemos muchos desengaños con la suma de los gobiernos que pasaron, más las promesas de ahora, con una baja del 12% en ventas de los supermercados del país. Duele mucho más cuando se hace patente con las cifras que arrojan cada segundo: el Index sumó la Pobreza Infantil con un 66,1%. 27% menores de 14 años son indigentes. La indigencia creció 18,1%. La pobreza, pobreza, esa que no se anda con vueltas subió al 52,9%, conforme los datos proporcionados por la Encuesta Permanente de Hogares. Es decir que para el dolor tenemos causas para creer en la suma de factores provocados por nosotros mismos. Quienes vivimos una larga vida, nos preguntamos y ahora qué. Porque contabilizarlos es caer en la dura realidad, de haber pasado de todo. El agotamiento, las esperanzas mil veces sorprendidas, ese sueño de ser lo que últimamente no hemos sabido ser. Una República en serio. El recupero de la entidad perdida. El reparo por anular la decadencia. Poder calmarnos. Andar sobre camino cierto. Que las arrugas no dibujen más frustraciones. Basta de antidepresivos. Poder soñar libremente y que los sueños se cumplan. Estamos cansados de esperar. La paciencia se agota. El agotamiento se nos ve en la cara. Parece estar todo agotado, porque ir al súper, pagar servicios, mezquinar presupuestos porque “el chanchito” para áreas vitales como universidad y jubilados, no da para más. Es como la mujer agotada que espera a su amado de regreso de la guerra, haciendo del muelle una eternidad, mientras las gaviotas anuncian que está de vuelta el viejo barco oxidado, lento, envejecido, escorado pero avanzando herido. A veces la vida,…duele. Ferozmente. Mostrándonos su otro rostro que también es parte de ella, pero el entorno como el remedio, mejora, nos permite ver aunque por un instante, esa vida acariciada de promesas. Tenemos derecho. Ya tenemos ganado el cielo. Es hora de ser y existir. Porque o si no se cumple ese viejo dicho de mi tía, que mucho sabe a vida, sacrificio y esperanza: “La necesidad, tiene cara de hereje.” Nos obliga hacer lo que no debemos, pero la vida no espera. Nos rebela. Somos seres humanos con necesidades y urgencias. Con sueños para disfrutarlos en familia. Es, cuando uno llega a la convicción que da por tierra, señalándonos que el dolor está siempre, que es el dolor el precio de todo. Es como el nacimiento mismo, un berrido claro y contundente. Un grito fuerte en reclamo de todos. Una mirada armónica, porque el hambre como los derechos tienen idéntica urgencia: EDUCACIÓN, SEGURIDAD, JUSTICIA, SOLIDARIDAD, BIENESTAR. LA VIDA DUELE.

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