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  • Olas de calor marinas: ¿Hacia unos océanos sin vida?

    » Diario Cordoba

    Fecha: 30/09/2024 08:15

    El mar Mediterráneo y las costas que lo abrigan forman uno de los puntos rojos del cambio climático. Eso no es ninguna novedad. Esta enorme masa de agua se está calentando a un ritmo un 20% superior al resto del mundo. Pero, aparte de esta tendencia, además sufre picos especialmente dramáticos, tanto que el programa de monitorización climática de la UE, Copernicus, reportó hace apenas unas semanas que el 15 de agosto la temperatura se elevó hasta los 28,47 grados, un nuevo récord. Es un fenómeno más del que preocuparse: las olas de calor marinas. El Institut Català de Recerca per a la Governança del Mar (ICATMAR-CSIC) las define como eventos extremos de una duración mínima de cinco días en los cuales la temperatura del agua es excepcionalmente elevada. Es posible clasificarlas en función del tiempo, la intensidad, la evolución o la extensión espacial. Por desgracia, sus efectos se notan enormemente en la biodiversidad, minando la supervivencia de poblaciones enteras, en especial las que habitan en la capa más superficial (hasta 45 metros de profundidad). Y, además, su influencia también se deja notar en el clima en tierra firme. Un combo explosivo con consecuencias catastróficas. El número de olas de calor marinas ya se ha duplicado en el último siglo Aunque no son, ni mucho menos, exclusivas del Mediterráneo, sí que es cierto que ahí se dejan sentir con especial crudeza. Las previsiones indican que en el año 2100, y en caso de no reducir el ritmo actual de emisiones contaminantes, los valores se elevarán 3,5 grados. Los números asustan. De acuerdo a los últimos informes publicados, el número de olas de calor marinas ya se ha duplicado en el último siglo. Olas de calor marinas en agosto de 2024 / Copernicus «Siempre decimos que es un laboratorio a pequeña escala. Muchos de los procesos que ocurren en el océano global también se dan aquí», afirma Ananda Pascual, oceanógrafa física e investigadora científica del CSIC. Pero la costa oriental española no es la única zona de la Tierra en alerta roja: el Golfo de Maine (en Norteamérica) y el Mar Caribe se hallan en situación de emergencia, como también lo están varias regiones del Pacífico, el Atlántico y el Índico. La Gran Barrera de Coral de Australia está en peligro y ya se han registrado cambios en el océano Austral. En caso de no lograr ralentizar el deterioro de la calidad del agua, los efectos podrían ser irreversibles. Greenpeace enumera algunas consecuencias: muchos animales y plantas sin capacidad de movimiento (algas, corales o esponjas, principalmente) perecerán y los que sí pueden desplazarse migrarán a zonas más frescas; esto distorsionará la actividad de los pescadores, provocará que las aves se queden sin alimento y que las especies invasoras, entre ellas algas tóxicas, campen a sus anchas. Gorgonias y posidonia, amenazadas Si hay que mencionar algunos de los ejemplares cuyo futuro se presenta más incierto, sobresalen dos nombres: las gorgonias y las praderas de posidonia. Un análisis del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA) publicado a finales del mes de agosto puso en relieve que la ola de calor extrema que calentó el Mediterráneo en 2022 provocó una «mortalidad sin precedentes» en las poblaciones de gorgonia roja, una especie de coral blando autóctona de la zona que contribuye de forma esencial a la formación de hábitats coralígenos. El texto sostiene que siete de cada diez colonias se vieron afectadas. Y, lo que es peor, su recuperación es dramáticamente lenta, por lo que los científicos miran su futuro con pesimismo. Campo de corales muertos / Shutterstock En una situación similar están las praderas de posidonia, una planta submarina de crecimiento lento y esperanza de vida milenaria. Investigadores del CSIC estiman que el 90% está en serio riesgo de desaparición. Tanto es así que su «extinción funcional» ya es visto como una posibilidad real. Los resultados podrían ser devastadores, ya que con ellas se esfumaría también su capacidad para ‘enterrar’ dióxido de carbono, para reciclar nutrientes y para proteger la costa de la erosión. La extinción funcional de la posidonia ya no es vista como una posibilidad descabellada por los científicos Además de la tropicalización de las aguas, el hecho de que el mar esté en ebullición también se deja sentir en tierra firme. Y es que estos fenómenos explosivos desencadenan otros igual de devastadores. Varios estudios apuntan a que las olas de calor marinas aumentan la posibilidad de que se formen tormentas, ciclones y lluvias torrenciales. Cuanta más temperatura se acumula, mayor es la energía que se concentra y con más virulencia descargan luego las nubes. Las inundaciones que se registran año a año en Baleares y la zona de Levante dan buena cuenta de ello. Es uno de los campos de estudio del grupo de investigación que encabeza Ananda Pascual. «Las corrientes son fundamentales porque redistribuyen el calor. Por ejemplo, el clima que tenemos en Europa es suave por la influencia de la corriente del Golfo. Los océanos regulan el clima y absorben una parte del dióxido de carbono que causa el cambio climático», indica. Las olas de calor marinas impulsan también fenómenos climáticos extremos en superficie / Shutterstock Ante este panorama tan incierto, los científicos lo tienen claro: la única solución pasa por cortar las emisiones de gases de efecto invernadero. El objetivo es lograr el horizonte marcado por la Unión Europea: la reducción de un 55 por ciento (respecto a los valores de 1990) para 2030. El tiempo se agota y la capacidad de maniobra es cada vez menor. Aparte de eso, la comunidad científica pide desesperadamente aumentar la inversión en investigación y reforzar la cooperación a todos los niveles -regional, nacional e internacional- para tomar decisiones más precisas. ................ ENTREVISTA. Justino Martínez, investigador del Institut de Ciències del Mar: "Cuando el aire está caliente, ese calor pasa al mar" Justino Martínez es investigador del ICATMAR y del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC). Experto en olas de calor marinas, analiza las causas y las secuelas de estos fenómenos extremos y lamenta que la solución es compleja porque, como tantas cosas, depende de la voluntad del ser humano. Justino Martínez / ICM -Se estudian desde hace poco más de una década. Pero, ¿son las olas de calor marinas un problema reciente? -Ahora tienen más importancia porque la temperatura del agua está subiendo. El concepto de ola de calor marina se acuñó a finales de los 80 en un congreso en Australia porque uno de los primeros signos fue el blanqueamiento de corales. Desde los 2000 se habla más de ello. Aunque aumentos de temperatura ha habido siempre, ahora el agua está más caliente y los efectos son mayores. -Cuando se mencionan las olas de calor marinas se acaba hablando del Mediterráneo. ¿Por qué? -Se mira más porque es un mar muy cerrado. Está muy afectado porque el agua caliente no se puede disipar. Los efectos más llamativos están en la Gran Barrera de Coral de Australia. También en Vancouver murieron un montón de mejillones por una ola de calor. Quedaron cocidos. Hay que tener en cuenta que el Mediterráneo está muy monitorizado, por lo que cualquier cambio se detecta enseguida. -¿Por qué especies hay que preocuparse más? -Por ejemplo, el año pasado hubo una floración muy fuerte de posidonia en octubre. Es un mecanismo de defensa: cuando está en un momento crítico florece mucho más de lo normal para generar muchas semillas. Mirando fotos comparativas de antes y después de una ola de calor se ve cómo se blanquean, incluso a 20 o 25 metros. Es decir, no solo afecta a la superficie, que es lo que mejor podemos medir. -¿Cómo se forman estas olas de calor? -Normalmente suceden después de una ola de calor atmosférica. El aire está caliente y pasa ese calor al agua. -¿Hemos llegado a un punto de no retorno? -Es muy difícil de decir. Pero es lo de siempre, para evitar contaminantes o emisiones de gases de efecto invernadero hay que parar industrias. Y no es realista. Pese a ello, no diría que estamos en un punto de no retorno. Durante la pandemia, pocos días después del inicio del confinamiento se empezaron a ver especies que habitan mar adentro acercándose a la costa.. -Sus consecuencias también se sienten en tierra. -El mecanismo es el siguiente. Viene una de calor atmosférica, que calienta sobre todo las zonas más costeras. Ahí se forma una ola de calor marina y el mar se va calentando. Si se acerca una DANA se generan tormentas, muy típicas de finales de verano. Esas tormentas, que ya de por sí son un poco más fuertes, absorben humedad de ese mar y se reactivan. Uno de los problemas más graves es que son mucho más impredecibles, es muy caótico. ............. Contacto de la sección de Medio Ambiente: crisisclimatica@prensaiberica.es

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