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  • La piloto de Funes en Europa: "Mis padres siempre respetaron mis sueños y me dejaron volar"

    » La Capital

    Fecha: 29/09/2024 10:39

    La apasionante historia de la piloto de Funes Tatiana Crescini, quien trabajó 10 años como moza para pagarse la carrera, sacó la ciudadanía en Italia y mejoró su inglés en Gran Bretaña. Ahora pilotea un Boeing 737 de Ryanair “«Pero Tatita, si un viejo choto como yo pudo llegar, ¿cómo no vas a llegar vos? », me contestó el piloto de Sol Hugo Rubín , a los 19 años, cuando le pregunté si algún día yo podría volar como ellos”, recuerda la piloto de Ryanair, la funense Tatiana Crescini, de 32 años , que trabajó 10 años como moza para pagarse la carrera, sacó la ciudadanía en Italia y mejoró su inglés en Gran Bretaña, en diálogo telefónico con La Capital, desde su casa en la ciudad española de Ibiza, donde vive hace ocho años. Nacida el 26 de marzo de 1992 en Armstrong, Tatiana es hija de Mariela y de Oscar –un apasionado por los aviones de guerra y por la causa Malvinas–, pero a los poquitos meses se fue a vivir a Funes, donde lo hizo hasta los 19 años cuando empezó a volar por el mundo, pero literalmente: Australia, Italia, Gran Bretaña y España. “Tati” es hermana del exjugador de Central Ezequiel “Tanque” Rodríguez y nieta de Aquile Crescini, un italiano de Reggio Marche, en Macerata, que inmigró a nuestro país después de la guerra. Enfundada en su camisa blanca, corbata azul, uniforme negro con charreteras doradas, con una larguísima cabellera rubia, ahora Tatiana integra el plantel de más de 6.200 pilotos y conduce uno de los 500 aviones Boeing 737 800NG de Ryanair, “la línea de bajo costo más grande de Europa”, luego de más de 10 años de terapia con la psicóloga funense María Soledad Bertoli. “Sole me dio herramientas y me ayudó a proyectar una carrera tan larga en un mundo acostumbrada a la inmediatez, junto con mis amigos de este lado, que son mi familia donde me puedo apoyar”. –¿Te sentís funense? –Yo me crié en Funes, pero a los 19 años empecé a volar y empecé a sentir esas ganas de irme del país cuando todavía no era tan frecuente. Empecé a volar como azafata y a hacerme un poco de todos lados, pero me siento funense porque me he criado en Funes: he hecho todos los deportes , mis primeras amistades y el colegio secundario. –¿Cómo fue tu infancia en Funes? –Tuvimos la suerte de ser de una generación que pudimos crecer libres en la calle: andando en bici, jugando afuera, al punto de que mamá tenía que perdirnos que volviéramos a casa porque andábamos todo el díá yirando. Tuve una infancia muy bonita, con muy buenos recuerdos del Club San Telmo, donde empecé de muy chiquita natación, después a los tres años hice patín, luego me pasé al Club Funes, empecé a competir y representé a Santa Fe. –¿Cómo eran Funes y Roldán entonces? –Eran otra cosa. Eran ciudades pequeñas, nos conocíamos todos, a mis padres sobre todo los conocía todo el mundo, como a todos quienes son de Funes de toda la vida. Eran pueblitos. Fui a la escuela primaria a Roldán porque en Funes estaba esta cuestión un poco burocrática que si no tenías un familiar que hubiera estudiado ahí no podías entrar y pasabas a una cola eterna en la que nunca te llamaban, y las escuelas públicas tenían los cupos agotados, así que mamá nos inscribió en Roldán y fue una decición muy sabia porque, a pesar de que había que viajar, la educación que he recibido en la Escuela 223 Manuel Belgrano fue ejemplar. Tengo el recuerdo de mis maestras, la seño Chachi y la seño Laura, que eran profesoras con vocación. Tengo muy lindos recuerdos de Roldán también, incluso siendo más chico que Funes. Eran ciudades con mucha inocencia. Era todo más precario. La gente vivía más tranquilamente, se respetaba un poco más el espacio del otro. Las calles era de tierra. Se respiraba otro aire. –¿Te fuiste de un pueblo y volviste a una gran ciudad? –Hoy cuando vuelvo a Funes no lo conozco, ya no conozco a la gente, y eso les pasa a mis padres y a quienes nos hemos criado en Funes,. Desconocemos la nueva infraestructura, los arreglos, tanta gente y se ha hecho famoso por Messi y Di María, que son figuras reconocidas mundialmente y que cuando vuelven a Argentina y van a pasar unos días a Funes le da un prestigio y eso hace que las cosas salgan el triple y que la gente ande un poco más alborotada. Si los niños se enteran que está Messi se alborota todo un poco. Ha cambiado mucho. tatiana 2.jpg "Mi papá me transmitió su pasión" –¿Tu papá te transmitió su pasión por la aviación? –Sí, él es apasionado por la aviación, pero de guerra. A él le gustan mucho los aviones de guerra y me inculcó mucho también la pasión por Malvinas y por la historia de Malvinas. Mi viejo sabe mucho de aviones de combate y eso, si querer, me lo ha transmitido en mis primeros años, me acuerdo que cuando salieron las películas de Malvinas fuimos a verlas, hemos ido a algún que otro acto de los excombatientes, y así poco a poco se me fue despertando esa pasión y ese deseo por querer volar. Si bien me habría gustado ser piloto en la Fuerza Aérea terminé siéndolo en la parte civil porque en ese momento en la Argentina la Fuerza Aérea no tenía tantos aviones, la participación de la mujer en el sector militar no era tan común como hoy. –¿Estudiar carreras vinculadas con la aviación es muy caro? –Sí, porque son carreras que no tienen ningún tipo de aval provincial ni nacional. Salvo los pilotos que estudiaban en la Escuela de Aviación, que estaba subvencionada, el resto era del ámbito privado. En la historia de nuestra aviación los pilotos argentinos son reconocidos a nivel mundial por su habilidad. –¿Estudiaste Tripulante de cabina en el Aeropuerto de Rosario? –Antes de que me llegara el (certificado) analítico, me lo crucé al jefe de tripulantes de Sol y me dijo si quería buscar trabajo que enviara el curriculum, me dio una tarjetita y esa misma tarde mandé un mail y a los pocos días me invitaron a una entrevista en Rosario y entré a hacer el curso del avión en un tiempo récord, así que eso también fue muy bonito. Y en el aeropuerto en ese momento nos conocíamos todos, era muy chiquito –si bien había más vuelos que hoy en día, te lo puedo garantizar– era bonito porque éramos como una familia. –¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser piloto? –No fue de toda la vida. Fue algo que se fue gestando a través del Liceo, un poco de mi viejo siempre hablándome de aviones o mirando documentales o me acuerdo que tenía todas las revistas de Malvinas, libros de Malvinas donde aparecían todos los aviones,. Todo eso empezó a gestar en mí algo que me despertaba mucha curiosidad y era un desafío. Si bien mi viejo es un crack en eso, es mucho más apasionado que yo y él ve un avión y sabe qué avión es. Mis padres siempre apoyaron mis sueños y me dejaron volar. Y Sol nos ha inculcado eso: la pasión por la aviación y que sea yo quien despegara y aterrizara el avión y no estar sólo abriendo y cerrando la puerta. Desde entonces tengo este deseo y esta pasión por la aviación. –¿Cómo fue tu experiencia en Sol? –Fue maravillosa porque me regaló mis primeros pasos en una línea aérea. Si bien era una línea aérea regional y pequeña, –la verdad que era como una low cost hoy y a la gente le daba mucho miedo volar porque entré al poquito tiempo de que se había estrellado un avión en la Patagonia y volábamos bastante vacíos– los pilotos enseguida notaron esa curiosidad que yo tenía por preguntar todo el tiempo: “¿Y esto qué es? ¿Y este botón? ¿Y cómo se hace? ¿Y cómo saben por dónde hay que ir en el aire?”. Había cosas que aprendí de forma muy empírica porque se las preguntaba a ellos y ellos también me transmitieron esa pasión por volar. Yo era la más chica, era un ambiente muy familiar, nos pasaban a buscar con un remís por casa, a veces venían con otro piloto, que se bajaba y hablaba con mis papás, nos conocíamos todos. Era un ambiente muy bonito. tatiana 3.jpg –¿Qué te decían los pilotos? –Entre mis compañeros pilotos tengo una persona que fue mi papá de la aviación: Hugo Rubino fue un piloto experimentado que tenía Sol y que lastimosamente la vida se lo llevó hace algunos años y que seguramente desde alguna estrella me está guiando y está contento por todo lo que logré. Yo le decía: “Pero Huguito, ¿vos decís que algún momento voy a poder hacer esto? ¿No es muy difícil?” Y él me miraba y me decía: «Pero Tatita, si un viejo choto como yo pudo llegar, ¿cómo no vas a llegar vos?» Yo hacía el servicio con los pasajeros y después me iba con ellos adelante. En ese momento volábamos con la puerta abierta, no había todas las medidas de seguridad para volar que hay hoy en día, entonces era un ambiente muy familiar incluso con los pasajeros. Yo me sentaba con ellos a tomar mate y cada tanto giraba la cabeza para ver si estaba todo bien. Eso mostraba mi interés y mis ganas, ellos lo han notado y me han motivado todo lo que pudieron. >> Leer más: Los secretos de la tatuadora más exitosa de Funes –¿Por qué tramitaste la ciudadanía en Italia? –Porque acá en Europa eran tres meses nomás y en Argentina entonces me habían dado un número que no me olvido más: 19.813. Lo miro al chico y le digo: “Pero esto tiene muchos números”. «Sí: calculá que de acá a unos cinco o seis años te puede salir el trámite». “Pará, cinco o seis años no sé si me sirve. No la quiero ya, pero sí algo un poquito más corto para poder planear y hacer todo esto que quería”. –¿Por qué elegiste Ibiza? –Elegí Ibiza porque necesitaba un lugar para trabajar en forma temporal: seis meses para trabajar y ahorrar y seis meses para volver a la Argentina a volar. En Málaga simplemente validé las licencias, fui y me inscribí en la escuela Aerodinamics, hice todos los pasos que requiere el ingreso a líneas aéres aquí, en Europa. Hoy las líneas aéreas piden muchos cursos, que el piloto que entra a una línea aérea venga con una idea del avión multicruce, operado por más de un piloto. tatiana 6.jpeg –¿Por qué te fuiste a Australia? –Porque me había cansado de Ibiza, para renovar el aire y porque todavía no tenía suficiente dinero para volver a Argentina a volar. Tenía que hacer una temprada de invierno y tenía un amigo salteño, Mafud, que estaba en Australia donde dejaba su trabajo y me dijo que me podía recomendar. Le dije que sí y me fui para Australia. Me enamoré porque es un país bellísimo, con una calidad de vida muy alta, tienen mucha conciencia sobre el medioambiente, sobre el impacto del consumo, eso me gustó mucho, y he hecho amigos de aquel lado y uno termina juzgando al país por el momento emocional que te atraviesa. Yo fui muy feliz en Australia y por eso lo recuerdo con tanto cariño. Australia me voló la cabeza y volví, pero ahí me di cuenta de que me había ido con una visa que no me permitía trabajar. Nunca fui de hacer cosas ilegales. Eso me dio mucho cagazo y me pegué la vuelta y ahí empecé con esta idea. Fui al consulado, me comentaron esto de la demora porque ya entonces estaban saturados de trámites. Cuando volví de Australia mi vieja me dijo: “¿Por qué no averiguás por parte de tu papá biológico?”. Me puse a buscar en una computadora de escritorio donde ponías Google y te aparecían dos links en vez de miles como ahora. Una era Virgina Pregot, una genia a la que le he mandado mucha gente. Además aprendía italiano. Italia fue el primer país que me acogió en la Unión Europea y eso no me lo olvidó más. Me fui a Italia por tres meses a tramitar la ciudadanía, que fueron seis porque me enamoré, conocí a gente muy hermosa, gente de oro que hoy siguen siendo amigos, gente que me ayudó muchísimo aún sin conocerme y eso te hace pensar: “Puta, esta gente no tiene ni idea de quién soy y te abren la puerta de su casa”. –¿Ese espíritu solidario es muy italiano? –Empezás a entender por qué somos así: tan serviciales, tan pasionales y esto de la cultura: de pasá, vení, te ofrezco un mate, te abro la puerta de la heladera. Eso es muy italiano. Te lo cuento y se me pone la piel de gallina porque cierro los ojos y me acuerdo de esos momentos. Además yo no tenía nada, tenía muy poco dinero y no podía trabajar porque no tenía papeles. Yo sé que hoy la gente trabaja, pero para mí en ese momento era muy alto el riesgo entre costo y beneficio y dije: “Prefiero vivir comiendo pastas”. Acá en Europa por 50 céntimos te comprás un paquete de fideos. Eso sí: engordé 20 kilos, pero no tengo antecedentes penales en Italia. O me asustaba la idea porque en ese momento te deportaban, así que no trabajé hasta que me llegó el pasaporte. tatiana 4.jpg –¿Por qué fuiste a aprender inglés a Londres? –Porque cuando decidí ser piloto mi inglés era muy básico. “Necesito hacer algo para mejorar esto porque si no después mi vida se va a complicar”. Lo veo hoy en compañeros que no tienen un buen nivel de inglés y les cuesta mucho. Acá todo es en inglés, la carrera es en inglés y cuando te tenés que sentar a estudiar cosas técnicas si no tenés un buen nivel de inglés sufrís bastante. Así que elegí Londres para aprender inglés. Yo había estudiado en la Cultural muchos años, pero cuando llegué a Inglaterra no podía hablar. Depués te das cuenta de que tenés la estructura, pero te falta ese ejercicio de conversación. –¿Cómo fue pasar de Italia a Gran Bretaña? –Pasé de vivir en un país como Italia, culturalmente muy parecido al nuestro, a otro anglosajón, totalmente distinto, y ahí empecé a conocer qué era la soledad, sentirse un poco extraño en esa cultura, sumado a que el clima no ayuda, hace mucho frío, está la mayor parte del tiempo nublado, la gente es muy cerrada. Hoy ha cambiado mucho, pero entonces elegí un pueblito llamado Windsor porque quería hablar en inglés. Cuando te vas a otro país buscás hispanohablantes para hacerle el trabajo un poco más liviano al oído. Pero yo dije “quiero hablar inglés” y me fui a un pueblito donde, primero, hablen despacio, y segundo haya la menor cantidad posible de hispanohablantes. En ese momento no había mucha gente que hablara español. Hoy sí porque hay mucho polo y muchos argentinos trabajando con caballos. Fui con Mafud, uno de mis mejores amigos, que me abrió todos los caminos en Europa y luego en Australia, cuando fui por segunda vez. –¿Cómo hiciste para mejorar tu inglés? –En Gran Bretaña hablaba hasta por los codos. Llegué a Inglaterra y al segundo día ya tenía trabajo. Windsor es un royal founde donde vivía la reina en su momento, todo el mundo es muy joya, muy elegantes, muy fi-fí, como diríamos nosotros, hacen un subastan tea, que es una tradición muy inglesa: a las cinco de la tarde se juntan a tomar el té y se ponen sombreros, las señoras son muy pitucas. Yo había empapelado el pueblo con mi currículum. Entré a trabajar en (la tienda española) Zara y no tenía vocabulario, así que tenía tres frases que eran: “No tenemos más”, “Lo hemos agotado” y “No entiendo”. Con esas frases me las rebuscaba hasta que un día caí en la cuenta y me dije: “Si yo sigo haciendo esto, no voy mejorar nunca el inglés”. Entonces cambié la estrategia y empecé a hablar con la gente y a decirles: “Mira, no hablo bien inglés, me podés ayudar con las manos, me lo podés repetir muy despacio, me podés ayudar con el traductor”. Y la gente, muy copada, me ayudaba muchísimo. Y así, poco a poco, empecé a soltarme y a no tener vergüenza por equivocarme porque es lo que nos pasa a todos. tatiana 5.jpeg –¿Con qué soñás ahora? –No sé. Estoy tratando de materializar y de hacer carne todo lo que logré. Estoy muy enfocada en esto y en dejar de correr detrás de una zanahoria, como viví todos estos años. No pude disfrutar mucho el presente, había mucha proyección al futuro y eso te saca goce al presente. Mi sueño es ser comandante en algún momento y enseñar porque he tenido una instrucción muy buena y uno es una clase de piloto de acuerdo a la instrucción que recibió. Y me gustan mucho los animales. Mi sueño a largo plazo es tener mi casa, si es posible una granja porque estoy enamorada de la naturaleza y de la perfección que nos brinda permanentemente. Vivimos en un piloto automático, damos todo por hecho y no nos paramos a contemplar. Aprecio mucho la naturaleza, la belleza, los animales son parte de mi vida, extraño mucho a mis perros, acá no tengo, entonces cuando veo alguno por la calle pierdo un poco la cabeza, pero por mi trabajo sería egoísta tener un perro. –Gabriel García Márquez escribió que “no les tenía miedo a los aviones hasta que vi a un comandante persignarse antes de despegar”. ¿Qué le responderías? –A Gabriel García Márquez le respondería que somos humanos y a veces también nos atraviesan los miedos, somos personas de carne y hueso que llevamos a cabo una profesión extremadamente rigurosa y donde hay que ser muy minuciosos, donde el margen de error es muy reducido. Son muchas las cosas que hay que saber, muchos los factores que interfieren a la hora de tener una buena performance, entonces si realmente se persignó quizá era su primer vuelo. Yo en mi primer vuelo también les pedí a mis guías que estuvieran conmigo. No me persigné, pero andá a saber qué le estaba pasando al piloto en ese momento. Ante todo está nuestra vida ahí arriba y no somos kamikazes.

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