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  • Barata salida a hombros de Enrique Ponce en su despedida de Madrid

    » Diario Cordoba

    Fecha: 29/09/2024 09:44

    Ficha del festejo: Ganado: tres toros de Garcigrande, de los que el segundo se partió el pitón izquierdo, con buena presencia, muy astifinos y manejables, pero con escaso fondo, aunque algo más que los otros tres de Juan Pedro Domecq (lidiados en 4º. 5º y 6º lugares), todos cinqueños y también de buen remate y hechuras, pero escasos de fuerza. Enrique Ponce, de lila y oro: pinchazo, bajonazo y dos descabellos (silencio); estocada desprendida (dos orejas tras aviso). Salió a hombros por la Puerta Grande. David Galván, de clorofila y plata: estocada trasera desprendida y tres descabellos (ovación tras aviso); dos pinchazos y estocada desprendida delantera (silencio). Samuel Navalón, de violeta y oro, que confirmaba la alternativa: pinchazo, estocada delantera y descabello (ovación tras dos avisos); estocada (oreja tras aviso). Navalón confirmó con el toro "Misterioso", nº 138, negro listón, de 624 kilos. Entre las cuadrillas, destacaron en sendos pares de banderillas Juan Carlos Rey y Fernando Sánchez, que saludó. La plaza: primera corrida de la Feria de Otoño, con más de tres cuartos de entrada (unos 19.000 espectadores) en tarde fresca. El veterano diestro valenciano Enrique Ponce logró hoy su quinta salida a hombros de Las Ventas, un premio generoso y barato a tenor de lo que realizó ante el cuarto toro de la tarde de su despedida del ruedo madrileño, en la que también obtuvo un trofeo, de mucho más peso, el confirmante Samuel Navalón. Esa salida por la Puerta Grande de una plaza en la que Ponce se presentó como novillero hace treinta y seis años, más que responder a una faena de escaso contenido, podría considerarse mejor como un reconocimiento final a su dilatado paso por una plaza que, tal vez así, compensó con amabilidad la acritud que le mostró en otras muchas ocasiones. El caso es que, una vez que el presidente, aferrándose a la letra del reglamento, se negara a devolver a los corrales al primero de su lote cuando se partió el pitón izquierdo en el tercio de varas, al torero de Chiva solo le quedó el recurso del quinto, un colorado cinqueño de serias y buenas hechuras que ya de salida apunto cierta clase pero también escaso gas. Así que, después de brindar al público, Ponce se extendió en un trasteo inconexo, de inicio con muletazos sueltos y cambios de mano de cierto empaque, pero sin acabar de encontrar la fórmula para extender y ligar las apagadas embestidas del de Juan Pedro Domecq, intentando envolver su quehacer con una actitud de parsimonioso "magisterio". Pero sin lograr concretar una sola tanda, con poco ajuste y desigual limpieza, acabó recurriendo a sus famosas "poncinas", un muletazo ayudado y redondeado por las afueras con la rodilla flexionada, que llamó la atención del tendido y el toro aguantó mejor, para rematar con el vistoso abaniqueo que aprendió del maestro José Fuentes ya en sus inicios de carrera. No hubo mucho más que valorar en su trabajo hasta que llegó la estocada definitiva, algo desprendida pero de efectos fulminantes, que decidió al amable y nada exigente público de esta primera de abono a solicitar esas dos orejas, como desmedida recompensa que facilitó que Ponce se fuera definitivamente de Las Ventas a hombros hacia la callé de Alcalá y a los sones de la marcha Valencia. Pero más allá de la anécdota y del forzado triunfalismo de la efeméride, la oreja de más peso, por lo más importante de la tarde en lo estrictamente taurino, fue para Samuel Navalón, este también torero valenciano al que Ponce confirmó la alternativa que tomó hace solo catorce días en la feria de Albacete. Ya al de la ceremonia, al que saludó con una larga a portagayola, le hizo Navalón una faena muy centrada y sin concesiones, dedicada a torear por derecho y con gran firmeza a un ejemplar de Garcigrande con buen estilo pero siempre tardo en sus arrancadas y que fue menos, pero al que siempre obligó a tomar los engaños colocándose en el sitio más arriesgado antes de fallar con la espada. Sí que cobraría un buen espadazo con el sexto, de Juan Pedro Domecq, un toro voluminoso y astifino al que le faltó empuje en los cuartos traseros desde que salió al ruedo. Pero, aun así, Navalón acertó a cogerle perfectamente la distancia y la altura de los embroques de cada muletazo, para con idéntica firmeza ligarle dos series de muletazos antes impensables y aún otra de naturales de la que salió volteado secamente cuando el animal comenzó a negarse a continuar. Volvió a la cara el valenciano con la misma determinación e hizo el alarde añadido de ligarle unas nimeñas -manoletinas sin la ayuda de la espada- de escalofriante ajuste con las que acabó de convencer a un tendido generoso pero que acabó encontrándose con la autenticidad del toreo. Por su parte, David Galván pasó casi de puntillas en su regreso a Las Ventas con un primer "garcigrande" que se paró a las primeras de cambio, como le sucedió igualmente con un quinto de Juan Pedro Domecq que tuvo también muy bajo el nivel de fondo y de fuerzas.

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