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  • La niña, el péndulo

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 28/09/2024 23:28

    En otro relato describí el hallazgo de un tesoro que se hallaba oculto empotrado en la pared de un fundo ubicado al lado de la Central de Policía de Corrientes, frente a la plaza 25 de Mayo en una antigua casa de galerías, que lindaba al oeste con el Cabildo sobre la calle Quintana, derrumbado a fines del siglo XIX, ubicado en la zona antigua; si la hay, lugar de casi todas las secuencias históricas vividas por los correntinos de antaño, desde su fundación en el mismo sitio que hoy ocupa dicha plaza. La casita de galerías lindera oficiaba de pequeño almacén y bodegón en el que los policías tenían libreta, la vieja metodología de la actual tarjeta de crédito. El nuevo dueño de la propiedad no pudo gozar de ella, está a ojos visto, porque violando leyes y ordenanzas municipales, en un fin de semana urdió la trama de destruir un edificio histórico, de los últimos que sobrevivieron con galerías a la piqueta del Intendente Ramayón en el final del siglo XIX. Tuvo que malvender dicho inmueble como castigo de los espíritus que se hallaban refugiados en él. Una noche cualquiera de mi hermosa ciudad me encontré por casualidad con un comerciante que explotaba su negocio en la esquina de Salta y Quintana, quien me refirió que los obreros y policías que estaban derribando la casa le compraron ese día alimentos en demasía, dejando herramientas y máquinas funcionando, rompiendo la habitualidad de un sándwich y agua o gaseosas, se prepararon para perderse en la bruma del tiempo sin dejar rastros, hasta hoy los andan buscando. Ahora instalémonos en un tiempo anterior al hecho narrado, es una invitación al lector, no imposición, muchos años antes. Una de las tantas criaturas que nacieron en la finca de la calle Salta y Quintana, que abarcaba desde la esquina hasta casi la mitad de cuadra, fue una nena de cinco años perteneciente a una familia distinguida de doble apellido, hija de Chichita hermana de Pitú. Amaneció un día sonriente y parlanchín, de Luis no se trataba, pudo haber sido Josefina o Patricia no lo sé, ambas viven hasta hoy, el varón partió al mundo de los difuntos. Chichita era vicedirectora de la Escuela Nocturna 21 que funcionaba en la San Vicente de Paul, la directora era doña Nidia Andérica de Castro, alias Coca, además del personal docente, Irma Adelaida Miqueri de Morad y la señora del ingeniero Clevañer. Los hijos de Chichita llamaban tías a las mencionadas personas cruzándose el parentesco aparente sin problema alguno, formaban una gran familia. Chichita casóse con un porteño de apellido Drago, buena mandarina, padre de sus hijos. Retomando, una de las hijas que no sabemos cuál, dijo: -Mamá, anoche me visitó una señora que se sentó al borde de mi cama, me acarició la cabeza me arregló el cabello, tiene una mirada dulce y cariñosa, parece que es mi amiga, me explicó que ella tenía un regalo para mí, que se hallaba oculto cerca de mi cama, después salió por la pared, yo no vi ninguna puerta. La madre asombrada replicó: -Nena dejá de decir esas cosas, soñaste seguramente, sanseacabó. Pitú en cambio la miraba con curiosidad con sus ojos escudriñadores. La niña insistía en su versión aunque nadie la escuchaba, aparentemente. Pasaron años desde este incidente que se repetía habitualmente. En los arreglos de las casas habitualmente se encuentran cosas atesoradas, o archivadas. Alguien de la familia encontró, entre los objetos depositados en una habitación destinada al efecto una máscara mortuoria, de las que se acostumbraban a realizar a los difuntos (rito funerario antiguo) que perteneció a la abuela de la madre de la niña, a la que acompañaba una fotografía antigua terrosa, (amarillenta) tomada en el tiempo de la coronación a la virgen de Itatí, allá por el 1910 aproximadamente, ambos objetos, luego de limpiarlos fueron colocados sobre un mueble pasado en años como la estructura de la casa, cuyo solar fue de los fundacionales. La novedad atrajo la atención de los chicos, bastante crecidos, la nena que recibía la visita espectral como todos, con curiosidad se acercó a ver la máscara y la fotografía, sorprendida expresó en voz alta: -es la señora que me visita… indicando con el dedo temblando de emoción dando pequeños saltitos de alegría, reconoció a su fantasma. La madre pegó un salto hacia su hija hablando con ella de éste modo. -Hija esa señora es tu bisabuela, murió hace mucho, está en el cielo no pudiste hablar con ella, ahora es un espíritu que descansa. La niña con seguridad aseveró: -mamá, mirá el dedo de la señora, tiene un anillo con una piedra roja. El conjunto de familiares que rodeaban a la chiquilla quedó mudo, un silencio sobrecogedor se apoderó de todos, la duda se disipó, sólo quien vio a la bisabuela pudo saber al dedillo el color de la piedra del anillo de la difunta, un rubí gigante que exhibía con holgura, pero yacía enterrado con sus restos. Como se ha dicho la fotografía a color no existía en la época de la toma. Sorprendidos, asustados como es de suponer, escucharon por primera vez, tranquilos dentro del espanto, a la nena que narraba sus conversaciones. -Me dijo que hay un regalo muy grande para mí en la casa, que ella comía en donde yo duermo, que usaban vajilla de plata y oro y que el Obispo de Paraná se alojó en la casa. El relato no podía ser más preciso, esos detalles sólo podía conocer o porque los leyó, aunque no estaban escritos, o existía el fantasma de la bisabuela, no existía otra explicación. Desde ese momento se desató un furor por la búsqueda del regalo que el espíritu prometía a su bisnieta, picaban paredes, revisaban el cielo raso, levantaban pisos, entre tantas investigaciones. En la tarea descubrieron una tapa de hierro en una de las habitaciones de la larga galería, que quedaba encerrada entre otras dos, con reja hacia el pasillo. Levantaron la tapa, sólo encontraron tierra, a pocos centímetros un brocal de un antiguo aljibe. Ese fue el momento en que la mayoría desistió, dos de los jóvenes continuaron la búsqueda. Se dedicaron a excavar en el aljibe llegaron hasta los cuatro metros, el resultado fue negativo. Llamaron a un primo para conformar un terceto, éste trajo un péndulo más un equipo busca metales, tenía cierta experiencia de trabajos en ese campo. El péndulo oscilaba indicando un lugar cercano, el busca metales en cambio no daba señales. Ante la desazón de no hallar nada consultaron a un adivino, presunto especialista en estas cuestiones, quien acertadamente expresó que estaban cerca de un tesoro, podía estar más profundo o en un lugar cercano al aljibe. La búsqueda continuó con la excavación que llegó a los once metros de profundidad, mediante correas, roldanas y aparejos descendían y ascendían atados a la reja de la ventana, a su vez cuerdas amarradas a los postes de la galería. Excavaron inclusive debajo del cimiento invadiendo el fundo vecino al oeste. Nada, era infructuosa la búsqueda. Una tarde, uno de los buscadores cuando estaba ascendiendo a un metro y medio de la superficie o boca de ingreso al pozo, observó a la bisabuela corporizada con cara gris que lo miraba fijamente con ojos cargados de tristeza o lástima, que con voz que viene de otros lugares ylejanos tiempos expresó: -no es para ustedes el regalo carajo-, diluyéndose en una ráfaga de viento extraño y confuso como la aparición misma. El espanto y el cansancio hicieron lo suyo, desde lo alto el sujeto cayó al soltar la cuerda confundido y asustado, los otros que se hallaban alejados escucharon el grito de dolor del caído, acudieron en su ayuda sacándolo a duras penas, solamente con magullones y farfullando entre dientes: -la bisabuela me apareció desde el más allá- narróme manifestó que no es para nosotros el regalo Se terminó la búsqueda, no por desistimiento de los aventureros sino porque de casualidad la policía se enteró de la aventura, porque custodiaba el sitio baldío del oeste. Puso fin al pozo que fue tapado completamente. Tiempo después el que manejaba el péndulo volvió a calibrarlo con la intención de hallar el regalo, lo único que obtuvo es que el fantasma de su ancestro le apareciera de pronto, cuando se hallaba en el baño -No era ni es para vos, es para mi niña quien ya se encuentra conmigo-, la que había fallecido en una peste de sarampión y otras yerbas, ello me lleva a pensar si hubo alguna fallecida que escapa a mi conocimiento. Lo demás es sabido, el tesoro estaba en la pared de barro casi frente a sus narices, solo un poco más arriba en la pared lindera del edificio vecino antes de su demolición. En determinadas circunstancias, la sombra de la bisabuela pasea esplendorosa por la vieja casa, su mirada es dulce y tranquila, exhibiendo el reluciente anillo de oro con un rubí chispeante que debiera estar en su tumba, no le interesan las miradas azoradas de los habitantes de este tiempo, se halla feliz en el mundo de los espíritus, se encontró con muchos de los suyos que la acompañan en su peregrinar por estos tiempos que no comprenden, de grandes cambios tecnológicos.

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