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  • La Menesunda

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 28/09/2024 23:26

    La falta de orden lleva al desorden. Cuando las cosas se confunden puede ocurrir cualquier cosa. Este país tiene una “Menesunda”, ya adulta que a pesar de los años se asemeja mucho a nuestro “Mboyeré”, y que en vez de ordenarnos se ha ido fortaleciendo con otros aditamentos que no son orgullo, como desinterés, poco apego a mejorar sino cuando más enredado mucho mejor. La Menesunda en lunfardo, es confusión. Cuando mayor desorden mejor. Porque a río revuelto ganancia de pescador. Creo que no se confunde espontáneamente para agravar, sino que se empantana sola en el desapego, de no comprometernos, cuando menos obligaciones fortalece nuestra mayor virtud: nada que nos obligue a cambiar. También “La Menesunda” nos recuerda, la muestra histórica de la artista Marta Minujín, cuando en 1965, expuso su obra de grandes dimensiones del Centro de Artes Visuales del histórico Instituto Torcuato Di Tella. “La Menesunda”, justamente vistiendo un conjunto de relaciones materiales, sensoriales y simbólicas. Fue, realmente una experiencia, así exhibían los folletos explicativos: Una experiencia de ruptura respecto a los lenguajes visuales. Era un recorrido a través de situaciones que pretendidamente buscaban sorprender para sensibilizar al espectador. Era pura experiencia y provocación. Como la provocación que nuestro desorden y confusión promueven, y que nos estanca en un pasado donde nos pasamos soñando un futuro que se nos hace esquivo. “La Menesunda” o el “Emboyeré”, nos tienen atados a un mensaje que no tiene fin, confundir la mayor cantidad posible, haciendo una eternidad el no entender porque somos una nave que carretea y que jamás levanta vuelo. Como el sueño del pibe, haciendo volar en el fondo de casa merced a un cordel, un avioncito que lo construimos paso a paso de madera balsa, cuyo modelo lo sacamos de un volumen de la revista “Hobby”. Esa estancia donde el desorden es el rumbo, es nuestro ámbito; temerosos de lo nuevo y “suicida”, que nos sacará definitivamente. Es con el carácter y no con el temor de quien se anima a probar. Evitemos la congestión de “La Menesunda” y el “Emboyeré”; ninguno de ellos tiene la mesura y la lógica capaz de restituirnos el orden perdido. A propósito, el Diario “El País” de España, arriesga una opinión que puede ser aceptada o no, pero una opinión al fin de una “Menesunda” que no acaba y que es la madre de todas nuestras culpas. “El “cualquiercosismo de Milei”. Hemos tenido suficiente como para afirmar que Milei ha venido para acelerar el desorden.” La confusión permanente donde el decir por decir desdibuja un rumbo cierto, donde no se respeta la crítica, donde discutir no tiene límites, no importa quienes fueran, personas, envestiduras, países. Es tal el grado de confusión promovido por ellos mismos, en sus eternas contradicciones de dichos y contra dichos, que a veces cuando las cosas toman otro color, vuelven sobre lo mismo pero más atenuado, o dejándolos sin efecto, porque el estado público agita vientos que son más que tormentas. Si miramos un poco para atrás, la dialéctica de hoy no tiene nada que envidiar a las palabras de ayer. Las Menesunda o el Emboyeré siguen su curso deformador de las cosas, donde se mezclan Movilidad Jubilatoria, Presupuesto Universitario, con los amores ventilados del Presidente, como si fuera el “súpermacho”. No solo es un desorden, sino una falta de respeto cuando el hambre se enseñorea en las mesas, comentando, leyendo los amores del Presidente por entregas; los mansos diríamos: Qué carajo nos importa cuando la investidura debe ser respetada, y la privacidad de cada uno. Hoy cuando pegar a la mujer se ha hecho un deporte nacional, que se potencia en la expareja presidencial con audios y videos, hacer público acto de contrición y arrepentirnos de las desmesuras, con las respectivas condenas a quienes correspondan, sería lo lógico. No se puede estar en la pavada, cuando la confusión de un país en llama, con un ajuste que no deja nada a su paso como una potente manga de langostas, sigue haciendo estragos. La confusión conlleva a no distinguir lo malo de lo urgente. Todo da igual, casi siguiendo la letra de un tango, trágico pero real. El momento exacto cuando la necesidad tiene cara de hereje. Ese límite, donde poco importa lo uno y lo otro. No puede ser que tanto tiempo haya llevado mantener incólume los mismos errores, nacido de la confusión donde nadie entiende nada. Decían los críticos de arte entonces, por la presentación de Marta Minujín, que se trataba de una estructura laberíntica, donde el extravío de sus vías interiores llevaban a esa confusión general donde cada cual toma la dirección que mejor le parece. O, el armado del raciocinio ayudaba a recomponer el orden cuando ya tarde, el extravío los conducía a un rumbo por descubrir, cuando las referencias cardinales estaban ausentes y tomar una decisión justa o equivocada era la única elección que nos quedaba. Evitemos la congestión de “La Menesunda” y el “Emboyeré”; ninguno de ellos tiene la mesura y la lógica capaz de restituirnos el orden perdido.

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