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  • El impacto del pico inflacionario en la pobreza e indigencia: las cifras que preocupan a los argentinos

    » Misioneslider

    Fecha: 28/09/2024 08:10

    Jubilados, entre los más afectados con el ajuste de Javier Milei Los datos registrados para el primer semestre reflejan el impacto producido, sobre todo, durante el primer trimestre del año, cuando la devaluación de diciembre trajo consigo un pico inflacionario que en enero llegó al 20,6% y que recién en el segundo trimestre se ubicó por debajo de los dos dígitos. En ese período, solamente los gremios con mayor poder de presión pudieron renegociar sus ingresos para mantenerlos a tono con la rápida carestía de la canasta básica. En cambio, los empleados estatales, los trabajadores informales y los jubilados corrieron a los precios desde muy atrás. En particular, el sector de los jubilados fue el que más sufrió el ajuste en esa primera etapa. De hecho, el recorte del rubro jubilatorio fue el pilar sobre el que se sostuvo el superávit fiscal, al punto que en febrero se registró una caída real del 38% en el gasto estatal destinado al pago de jubilaciones. En junio, mientras la jubilación mínima -contando el bono extra- sumó $276.930, la canasta de pobreza para un individuo cotizaba en $282.579. Esa situación se empezó a revertir en el segundo semestre del año -es decir, todavía no fue registrada por la medición del INDEC- como consecuencia del cambio en la fórmula de indexación jubilatoria. La expectativa es que en la próxima medición se registre una suba real -es decir, superior a la inflación- entre los jubilados que cobran el ingreso mínimo. Por qué Javier Milei apuesta a mejorar el índice de pobreza en el segundo semestre En estas horas se está produciendo la consabida batalla de la opinión pública, en la que los funcionarios de Milei intentan responsabilizar por el dato de pobreza a la herencia recibida de la gestión anterior, mientras que el peronismo ya habla del 52,9% de pobreza como el resultado inevitable del drástico plan de ajuste económico. En realidad, el gobierno ya esperaba esta situación y es por eso que últimamente ha reforzado, en su comunicación, las referencias al cuidado por la situación social. Por ejemplo, el presidente Milei, en su contrapunto con Cristina Kirchner sobre la «economía bimonetaria», se jactó de que, gracias al aumento en las partidas destinadas a la Asignación Universal por Hijo y otros programas asistenciales, ahora está cubierta el 99% de la canasta básica, mientras en el anterior gobierno solo se llegaba al 60%. Y, más específicamente, en el debate fiscal, el ministro de economía, Luis Toto Caputo, destacó que en medio del ajuste que permitió ocho meses consecutivos de superávit, el rubro de la asistencia social no solo no sufrió recortes, sino que creció un 21% en términos reales. Y particularmente para agosto, esa asistencia había registrado un crecimiento real de 71,5%. Luis Caputo no se privó de recordar que esa mejora se había producido «sin intermediarios», dado el cambio de política que privilegia los programas donde se produce una acreditación monetaria directa al beneficiario sin la participación de las organizaciones sociales. Sueldos bajos y desempleo, dos alarmas para la pobreza La otra cruda realidad que confirmaron los datos del INDEC es que se consolida el fenómeno del «asalariado pobre». De hecho, la pobreza subió aun cuando el índice de población ocupada que midió el INDEC para el segundo trimestre había registrado una mejora y se ubica en 44,8%. En cuanto a la desocupación, hubo un empeoramiento: se llegó a un 7,6% -desde el 5,7% de fines del 2023-, aunque el gobierno argumenta que el dato puede estar «inflado» por el hecho de que hay más gente que salió a buscar empleo. Lo cierto es que más de un tercio del total de los trabajadores se desempeñan en la informalidad -es decir, que no cobran un salario regular ni hacen aportes a la seguridad social-. De hecho, esa porción de informales -en su mayoría monotributistas de la franja más baja, cuentapropistas o personas que hacen «changas»- es la que crece más rápido, mientras que el segmento del trabajo formal en el sector privado se mantiene estancado. Se confirma así el fenómeno que los economistas y sociólogos vienen observando hace algunos años: cambió la foto tradicional de la situación social argentina, en la cual quienes estaban por debajo de la línea de pobreza eran personas subocupados, personas con baja calificación educativa que hacían «changas» o trabajaban pocas horas, pero no alcanzaba a los empleados con ingreso regular. Ahora, para alarma del Gobierno y los sindicatos, el hecho de tener un trabajo ya no es el pasaporte al ascenso social. Pero, además, ganan fuerza otros fenómenos que la política todavía no termina de asimilar, como el impacto de las nuevas modalidades laborales. Y es ahí donde entra un dato clave del análisis: el aumento del empleo se produjo, sobre todo, en la categoría de los cuentapropistas o monotributistas, con condiciones laborales mucho más flexibles e ingresos variables. Resumen: El aumento de la pobreza e indigencia en Argentina se ha agravado, especialmente para los sectores de menores ingresos. La situación de los jubilados ha sido especialmente afectada por el ajuste económico, aunque se espera una mejora en el segundo semestre. Los sueldos bajos, el desempleo y la informalidad laboral son alarmas que confirman un cambio en la estructura social del país.

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