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  • “Uno, dos, tres, que se apruebe de una vez”: el camino hacia la promulgación del voto femenino y la construcción de un nuevo padrón

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 23/09/2024 02:35

    Acto de mujeres peronistas, presidido por Eva Perón. Fue el 24 de agosto de 1951 y ellas se aprestaban a votar por primera vez (Hulton Archive/Getty Images) No hace aún 100 años que las mujeres obtuvieron un logro concreto en la lucha por la igualdad de derechos con el hombre. El 14 de septiembre de 1926, durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear, se sancionó la ley 11.357, que establecía una reforma del código civil y reconoció a las mujeres mayores de edad, ya sean solteras, casadas, divorciadas o viudas, las que adquirían toda la capacidad que la del hombre en cuanto a los derechos y funciones civiles, lo que significó un paso importante en un áspero camino de lo que entonces ya se llamaba movimiento feminista. Desde los primeros años del siglo XX, las mujeres se estaban haciendo escuchar. Por 1895, Cecilia Grierson, la primera médica argentina, había fundado el Consejo Nacional de Mujeres y fueron los socialistas los que habían tomado la delantera al incorporar en sus plataformas el sufragio femenino y la participación activa de la mujer en la política. En 1907 Alicia Moreau de Justo había creado el Comité Pro Sufragio Femenino; el radicalismo no se quedaría atrás y organizaría centros femeninos. El socialista Alfredo Palacio es el autor del primer proyecto para que la mujer pudiera votar El primero correspondió al diputado Alfredo Palacios, en 1911, que ni fue tratado sobre tablas. En 1911, Julieta Lanteri, médica recibida en 1907, sorprendió a todo el mundo, al lograr que las inscribieran en el padrón municipal. De esta forma votó en la elección del 26 de noviembre de ese año. En la misma tónica, la Asociación Pro Derechos de la Mujer, fundada por Elvira Rawson de Dellepiane, Adelia Di Carlo, Alfonsina Storni y Emma Day, bregaba por la igualdad de derechos con el hombre. Un proyecto del diputado por Santa Fe Francisco Correa en 1916 establecía derechos políticos a las mujeres con dos años de residencia en el país, que fueran mayores de edad, que ejercieran una profesión y que supieran leer y escribir. Hubo otros intentos, como el del diputado radical Rogelio Araya cuando en 1919 presentó uno que extendía derechos políticos a las mujeres mayores de 22 años. “Las mujeres son más aptas que los hombres para un buen ejercicio del sufragio”, remarcó. Terminó cajoneado. Ella, la primera de todas: Julieta Lanteri se anotó en el padrón y sufragó en las elecciones municipales porteñas de 1911 En 1922 la iniciativa de Juan José Frugoni contemplaba derechos políticos a las mujeres mayores de 22 años con formación universitaria o secundaria. Corrió idéntica suerte que todos los anteriores. Gracias a la incorporación de este derecho en la constitución bloquista, las mujeres votaron en San Juan el 8 de abril de 1928 para diputados y concejales. Participó el 98% del padrón. En octubre de 1928 Hipólito Yrigoyen intervino la provincia y luego con el golpe de septiembre de 1930, todo volvió a fojas cero. En los años siguientes hubo otros y en 1932, ya con Agustín Pedro Justo en el poder, se sumaron otros cuatro, tres socialistas y uno conservador, con la diferencia que éste último ponían como condición que tuvieran instrucción. Los que vieron la luz en 1938 y 1939 no llegaron a discutirse. En la campaña electoral de 1946, los principales partidos contemplaban el voto femenino en sus plataformas. La ley se veía venir. En los últimos 20 años, se llevaban contabilizados 22 proyectos. La dictadura militar surgida del golpe del 4 de junio de 1943 intentó implementar el voto de la mujer, pero fueron las mismas interesadas en oponerse a que tan importante norma surgiera de un gobierno de facto. Desde joven, Alicia Moreau de Justo fue una de las que bregó por tener los mismos derechos que los hombres “Uno, dos, tres, que se apruebe de una vez” Apenas regresó al país el 21 de agosto de 1947 de su gira europea, Eva Perón presionó al diputado oficialista Eduardo Colom para que motorizara en la cámara baja la ley del voto femenino, con la recomendación de que saliera cuanto antes. Colom había sido un radical yrigoyenista, de los tantos que había dejado el partido para pasarse al peronismo. Era el director del diario La Época, uno de los pocos medios que había apoyado la candidatura presidencial de Juan Domingo Perón. Ella se encargó de hablar con Ricardo Guardo, presidente de la cámara baja, otro ex radical, a quien le solicitó que hiciera todo lo posible para la promulgación inmediata de la norma. Ella prometió retribuírselo ayudándolo con la ley de Educación Superior, la 13.031, que pasaría a llamarse “ley Guardo”. Perón, en su discurso ante la Asamblea Legislativa del 6 de junio de 1946, había manifestado que “la creciente intervención de la mujer en las actividades sociales, económicas, culturales y de toda otra índole, le han acreditado para ocupar un lugar destacado en la acción cívica y política de la nación. La incorporación de la mujer a nuestra actividad política, con todos los derechos que hoy se reconocen a los varones, es insustituible factor de perfeccionamiento de las costumbres cívicas”. Por un lado, los diputados Colom, Miguel Petruzzi y José Emilio Visca habían presentado un proyecto al respecto; una hora después lo haría el radical Ernesto Sammartino, quien ya había sido autor de otro en 1932. Todos fueron enviados a la comisión de Asuntos Constitucionales, presidida por John William Cooke. El 11 de junio de 1947 Miguel Petruzzi y el conservador correntino Justo Díaz Colodrero presentaron los suyos. Cuando Colom recibió el mandato de Evita, estuvo rápido de reflejos: cuando supo que el Senado había uno aprobado del mendocino Lorenzo Soler, retiró el suyo. Lorenzo Soler era senador nacional por Mendoza. Suyo fue el proyecto que terminó sancionado La oposición radical denunció el reemplazo del despacho de Colom por otro, con el agravante que el que presentaban no había sido discutido en Diputados. El de Soler, que había entrado en la cámara alta en julio, establecía que “las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerda o impone las leyes a los varones argentinos”. La ley se trató en dos sesiones. Evita, si bien no pudo ir a la primera por estar enferma de gripe, concurrió a la segunda. Ella ya venía preparando el terreno con una catarata de mensajes por la cadena oficial de radio, los diarios que apoyaban al gobierno y en actos públicos. Las galerías y los alrededores del palacio legislativo estaban llenos de mujeres, que cantaban “uno, dos, tres, que se apruebe de una vez”, y que describían a Eva como “el alma y nervio del voto femenino”. Hubo pocos opositores a que la mujer pudiese votar, como el del diputado conservador Reynaldo Pastor, quien remarcó las complicaciones que tendrían las mujeres cuando debieran trasladarse a votar, aunque admitió que “todos estamos de acuerdo en el fondo del asunto”. En la sesión del 9 de septiembre de 1947 fue aprobado, pero el gobierno decidió firmar la promulgación a lo grande. El acto principal fue el martes 23 de septiembre en la Plaza de Mayo, convocado por la CGT. La promulgación de la ley se hizo desde el histórico balcón de la Casa Rosada. En un escenario levantado sobre Balcarce, una orquesta repetía la marcha Evita Capitana “Las muchachas peronistas todas unidas triunfaremos…”, que matizaba con temas folklóricos, mientras un vehículo paseaba una estatua de la libertad junto a una urna. En el balcón se acomodaron Perón y Evita, junto al vicepresidente Juan Hortensio Quijano y el ministro del Interior Angel Borlenghi, quien había participado de los debates en Diputados. Se cantó el himno, Borlenghi firmó la ley, luego lo hizo Perón y, tras una ovación general, le alcanzaron el documento a Evita. “Recibo en este instante del gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y lo recibo ante vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas. Sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto con el laurel que proclama la victoria”. “Nuestros eternos enemigos, los enemigos del pueblo y de sus reivindicaciones pusieron en juego todos los resortes de la oligarquía para impedir el triunfo”, denunció esa tarde la esposa del presidente. ¿Y el padrón? Había que ponerse a trabajar a fin de determinar cuántas mujeres había, las que debían ser empadronadas. Se organizó un censo nacional, realizado entre el lunes y el miércoles 12 de mayo de 1948, que fueron feriados. “Cuántos somos, quiénes somos y lo que tenemos”, como dijo Perón entonces. Los números de votantes ascendieron a 8.623.640, de los cuales 4.225.467 eran mujeres. Los hombres tenían la libreta de enrolamiento y para ellas apareció la libreta cívica, gracias a la ley 13482, que establecía la creación del Registro Nacional de las Personas. Como las mujeres no hacían el servicio militar, se requirieron de casi cuatro años para elaborar un padrón. Un ejército de censistas recorrió casa por casa de las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche durante esos años, y a través de una intensa campaña publicitaria se las alentaba a empadronarse. Para Evita, era necesario organizarlas en un nucleamiento. Así nació el 26 de julio de 1949 la rama femenina del Partido Peronista. La primera unidad básica femenina fue creada el 27 de enero de 1950 en el barrio de viviendas obreras Juan Perón, actualmente Saavedra. Para 1951 había unas 3500 en todo el país. Afiche de la época del gobierno peronista en el que alentaban a las mujeres a empadronarse Bajo el lema “Cruzada Femenina Peronista”, en octubre de 1949 Evita eligió personalmente a 24 mujeres, una para cada provincia y territorio nacional. Todas eras jóvenes, instruidas, sin experiencia política, había solteras y casadas -sin hijos- y todas debían ser muy peronistas. Cada una de ellas fue nombrada delegada censista, con la particularidad que no trabajarían en su provincia de origen. Las unidades básicas femeninas fueron el motor de la campaña electoral de 1951, en las primeras elecciones presidenciales en las que votaría la mujer. “Votar por quien nos dio el voto”, fue la consigna. El 90,32% del padrón de mujeres emitió entonces su sufragio. Fue un lluvioso domingo el 11 de noviembre de 1951 en que Eva Perón votó por única vez. Fue en el Policlínico Presidente Perón, de Avellaneda, donde se estaba recuperando de una operación de cáncer de útero. A las 11 horas llegó la urna que había llevado la presidenta de mesa, un fiscal peronista, otro radical, escoltados por dos policías. Eva Perón, recuperándose de la operación de cáncer de útero, vota en una urna que le llevaron al policlínico. Fue para las presidenciales de 1951 Dejaron sobre la cama todas las boletas de los partidos que participaban del comisio y las autoridades salieron. Luego, la presidenta de mesa y los fiscales corroboraron que hubiera emitido su voto. Después recibió la visita de su marido. Así se cumplía la sentencia de Perón, de que la primera elección la había ganado con los hombres y la segunda con las mujeres. Con la de los niños es tema para otra historia.

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