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  • IA para mejorar nuestro futuro financiero

    » Diario Cordoba

    Fecha: 21/09/2024 03:51

    Un analista financiero, asesorando a un cliente. La inteligencia artificial (IA) se está introduciendo en una buena parte de la economía y, sin duda, de forma relevante en los servicios financieros. Este sector comparte con otras contadas actividades que los usuarios son prácticamente universales: casi todos los adultos personas físicas y todas las personas jurídicas requieren servicios de financiación, de intermediación y pagos, y de inversión. Este es el elemento que hace que la IA pueda jugar un papel fundamental relevante en este sector: hay que analizar, personalizar y finalmente suministrar servicios financieros de acuerdo con las características y necesidades de cada usuario. Para esta labor de individualizar el servicio con un volumen tan extenso y variado de clientes, la inteligencia artificial aparece como un instrumento de transformación simplificando o realizando tareas hasta ahora "humanas". Vamos a particularizar en el asesoramiento financiero. Una función que no solo ha de ser muy personalizada, sino que adolece de un déficit crónico: buena parte de los inversores (especialmente pequeños y medianos) no disponen de un adecuado asesoramiento para su ahorro e inversión, nutriéndose a lo sumo de consejos y recomendaciones demasiado vinculadas a la colocación o venta de productos y activos. Podría denominarse venta asesorada en muchos casos, asesoramiento de calidad en muchos menos. Objetivo: las pensiones Este déficit de asesoramiento (advice gap, en el mundo anglosajón) tiene repercusiones graves. Ante todo, está frenando avanzar hacia lo que debería ser el objetivo financiero clave de los ciudadanos que es complementar adecuadamente las pensiones públicas (sean las que sean en un futuro) para una jubilación que tienda a ser la óptima. El sentimiento, la incertidumbre y el juicio seguirán siendo claves para aconsejar y hoy solo los pueden aportar profesionales Un segundo efecto del insuficiente asesoramiento financiero, agravado por una pobre educación financiera e inversora, es el muy inadecuado rendimiento del ahorro, demasiado alejado de los mercados de capitales que a su vez limita la generación de fondos para inversiones, ahora tan necesarias en sostenibilidad, digitalización y, sin tapujos, en seguridad y defensa. Ciertamente, los recursos depositados en las entidades bancarias también pueden tener el destino de la financiación de inversiones, pero no solucionan para las pymes, la escasez de fuentes suficientes de financiación alternativas a la bancaria. Si la IA ayudara a disponer de más asesoramiento para más ahorradores simplificando procesos y haciéndolo más asequible para muchos, sería una aportación positiva a la economía, a la productividad de los servicios financieros y al bienestar financiero de la ciudadanía. Sin embargo, esto no está garantizado y surgen dudas razonables: entre las más importantes si la IA facilitará un buen y confiable asesoramiento y si cumplirá los principios éticos necesarios para aconsejar sobre el patrimonio y las rentas de las personas. Ante todo, la inteligencia artificial difícilmente puede ser autónoma. Hemos de procurar que la IA generativa sea adecuadamente alimentada, supervisada y complementada por el criterio humano para orientarla hacia cada tipología de cliente. En los aspectos éticos, el reto es todavía mayor. La información de la que se nutrirá la IA puede tener grandes sesgos y, por lo tanto, también los tendrá el output de las plataformas generativas, lo que debería ser convenientemente corregido. Hay promotores de plataformas que creen que es más fácil que un cliente se desnude ante una máquina que ante un humano Así, en un principio al menos, la IA no sustituirá a los actuales asesores, sino que les facilitará las tareas. El sentimiento, la incertidumbre, el juicio seguirán siendo esenciales para aconsejar y, hoy por hoy, solo lo pueden aportar profesionales experimentados. La IA podrá facilitar cálculos y textos, pero difícilmente generará la suficiente confianza. Sin embargo, hay promotores de plataformas de asesoramiento en IA que afirman que podría ser más fácil que un cliente se "desnudara" detallando sus circunstancias personales ante una máquina de IA que ante un humano. En ese caso podría haberse detectado una relevante ventaja competitiva para la IA que se beneficiaría en su versión autónoma de cierta percepción de objetividad e imparcialidad que actualmente algunos asesores financieros "dependientes", excesivamente vinculados a entidades, no ofrecen suficientemente. En definitiva, si el diagnóstico y tratamiento de la salud física de los ciudadanos ha avanzado enormemente y podemos consensuar que la sanidad pública y privada ofrece un servicio universal y de notable calidad; el diagnóstico y tratamiento de la salud financiera de los ciudadanos (asesoramiento financiero) es todavía insuficiente para muchos segmentos de la población e incluso inaccesible para algunos. La sanidad financiera privada, por su coste, no llega a todos ni con la calidad suficiente; y la sanidad financiera pública es prácticamente inexistente. La IA puede ayudar.

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