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  • Convicción, triunfos resonantes y sorpresas tácticas: los Superclásicos de Marcelo Gallardo y cómo los vive

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 21/09/2024 03:20

    Marcelo Gallardo volverá a dirigir a River Plate frente a Boca (Fotobaires) En 2015, River Plate se clasificó como el peor de los segundos a los octavos de final de la Copa Libertadores que luego ganaría. El 15 de abril goleó 3 a 0 a San José de Oruro en el Monumental y esa misma noche contó con la ayuda de Tigres de México, su víctima en la final, que le ganó 5 a 4 a Juan Aurich en Perú y le permitió al equipo de Marcelo Gallardo ingresar por la ventana al inicio de los duelos mano a mano. Al día siguiente, el plantel de River se entrenó en el Monumental. Tras esa práctica vespertina, Boca recibía a Palestino de Chile con la firme chance de finalizar como el mejor primero de la fase de grupos y transformarse en el rival de River ya que por entonces el primero se enfrentaba al décimosexto en los cruces de octavos de final. “Me gustaría volver a jugar contra Boca. Son partidos que me motivan, me estimulan”, le dijo Gallardo en su oficina del estadio al periodista Diego Borinsky, quien ese día se llevó el “sí” del “Muñeco” para realizar “Gallardo Monumental”, un libro que se metió en las entrañas y en el método de trabajo del entrenador con el equipo que ganó la Copa Sudamericana 2014 y la Copa Libertadores 2015. El día anterior, en pleno campo de juego del Monumental, Gallardo había dicho ante las cámaras de televisión: “Ahora que venga el que sea”. Boca le ganó 2 a 0 a Palestino y terminó la fase de grupos como el mejor de los primeros. El River de Gallardo venía de eliminar a Boca en las semifinales de la Sudamericana del año anterior que el conjunto millonario también celebró, cortando de ese modo una racha de diecisiete años sin títulos a nivel internacional para el club de Núñez. Lejos de conformarse o de sentirse realizado por ello, Gallardo quería ir por más. Y quiso enfrentar a Boca de nuevo en 2015 como quiso también medirse con su viejo rival más adelante. Por ejemplo, en 2018, cuando su River le ganó la final de la Supercopa Argentina, el 14 de marzo en Mendoza, y luego la histórica final de la Libertadores en el estadio Santiago Bernabéu, de Madrid. Y en 2019 cuando lo dejó en el camino en las semifinales de la Libertadores, una sucesión de victorias que se pareció mucho a un mazazo de River a Boca. Marcelo Gallardo dirigiendo a River frente a Boca en 2022. Este sábado volverá a la Bombonera (Foto REUTERS/Agustín Marcarian) Ahora, el Superclásico de este sábado le queda incómodo al Muñeco porque será a solo tres días (con apenas dos de descanso) de la revancha frente a Colo Colo por un lugar en las semifinales de la Copa Libertadores, el objetivo prioritario de River en el año. Sin embargo, el choque en la Bombonera también le genera a Gallardo un estímulo extra, una adrenalina que le gusta ya que se siente un privilegiado por trabajar en partidos tan convocantes como el máximo clásico del fútbol argentino. Gallardo lo vive como profesional, pero en el fondo también conserva el espíritu amateur del hincha. Ese que sacó a relucir más de una vez en sus tiempos de futbolista y también como entrenador. Hay un recuerdo, del año 1993, de un efusivo festejo del “Muñeco” cuando River le ganó a Boca por la Copa Centenario, en la cancha de Vélez, el único Superclásico de la historia que se definió por gol de oro, de Walter Silvani. Eran tiempos en los que Gallardo vestía la camiseta número nueve de River, ya que la emblemática diez era de Rodrigo Riep, amigo personal del “Muñeco” y actual representante de Juan Fernando Quintero, entre otros futbolistas. En 2018, después de perderse la final de ida de la Libertadores en la Bombonera por una suspensión (a River lo dirigió Matías Biscay, su ayudante de campo principal), Gallardo se asomó a la terraza de la concentración del Monumental (desde allí siguió el partido junto a Mariano Barnao, uno de sus colaboradores más cercanos) y se puso a cantar como un hincha más junto a los socios que lo miraban desde abajo. “En la cancha de River, vamos a ganar, y la vuelta, y la vuelta, vamo’ a dar”, entonó el “Muñeco” agitando los brazos como un hincha más, sin saber que luego la revancha se mudaría a Madrid. Marcelo Gallardo levanta la Copa Libertadores tras ganarle la final a Boca en Madrid (Foto REUTERS/Sergio Pérez) El peso histórico de los cinco mano a mano que le ganó a Boca como técnico de River lo posicionan al Muñeco como una suerte de bestia negra del clásico rival de los millonarios. Sin embargo, en la cancha de Boca tiene una estadística levemente adversa desde lo estrictamente numérico: ganó dos partidos, perdió tres y empató los siete restantes. En cambio, si se analiza su paso por la Bombonera prescindiendo de las estadísticas, el balance le da más que positivo: allí su equipo igualó sin goles la semifinal de ida de la Sudamericana 2014, empató 2 a 2 la final de ida de la Libertadores 2018, avanzó a las semifinales de la Libertadores 2019 pese a perder 1 a 0, y se clasificó a los cuartos de final de la edición 2015 la tristemente célebre noche del gas pimienta (empataban sin goles al cabo de los 45 minutos iniciales tras la victoria 1 a 0 de River en el encuentro de ida y la Conmebol le dio la clasificación al elenco de Núñez). Producto genuino de las divisiones inferiores riverplatenses, Gallardo creció con el concepto de que los partidos contra Boca son una suerte de campeonato aparte para River. Por eso los vive a todos de una manera especial, consciente de que es el partido más importante para los simpatizantes. Desde que en 2014 asumió como técnico en su primer ciclo al frente de River, Gallardo se vistió de estratega y echó mano más de una vez a fórmulas ganadoras para quedarse con los triunfos más resonantes de su primera etapa en el club. Varias de esas victorias de River en los duelos cara a cara ante Boca que se jugaron desde 2014 hasta hoy tuvieron al factor sorpresa de su parte como denominador común. Gallardo casi siempre apeló a alguna táctica o búsqueda diferente para intentar sorprender a su rival. ¿Sorprenderá también esta tarde en la cancha de Boca? El recordado gol de Pisculichi a Boca por la Copa Sudamericana de 2014 La “mano” de Gallardo comenzó a verse ya por las semifinales de la Sudamericana 2014, en el segundo Superclásico de su Era: el primero, jugado 40 días antes por el campeonato local, finalizó igualado 1-1 en el Monumental bajo un diluvio y el gol del agónico empate millonario llegó con una aparición de Germán Pezzella, quien entró para jugar de centrodelantero por sugerencia de Biscay. En aquel choque de ida de la Sudamericana 2014 que finalizó sin goles en la Bombonera, el “Muñeco” relegó a un segundo plano las formas que solía privilegiar su equipo y apostó por un juego friccionado y de pierna fuerte, al punto de que siete de los nueve amonestados que tuvo el clásico fueron de su equipo. En el Monumental, Leonardo Pisculichi le dio el 1 a 0 y el boleto para la final a River, que luego sería campeón ante Atlético Nacional de Medellín. Fue la noche en la que Marcelo Barovero le atajó a Emmanuel Gigliotti el emblemático penal que Ariel Rojas le cometió a Marcelo Meli a los 15 segundos de juego. En el frustrado duelo de la Libertadores 2015, cuya revancha fue suspendida tras el primer tiempo por el ataque con gas pimienta del que fue víctima el plantel de River en la Bombonera, la sorpresa táctica de Gallardo tuvo a Leonardo Ponzio como principal protagonista. El “Muñeco” volvió a ponerlo como “doble cinco” junto a Matías Kranevitter, tal como había hecho en el choque de ida que River ganó 1 a 0 en el Monumental con gol de Carlos Sánchez de penal, pero esta vez lo mandó a Ponzio a presionar bien arriba sobre la salida del rival. Tanto, que muchas veces Ponzio pareció un delantero colaborando para ensuciar el juego de Boca desde el fondo. No fue la única novedad con la que Gallardo intentó sorprender en el estadio xeneize, donde River maniató tácticamente a un Boca que estuvo lejos de quebrar el 0 a 0: Sebastián Driussi apareció como mediocampista por la izquierda, Gonzalo Martínez jugó de mediapunta al entrar como reemplazante de Teófilo Gutiérrez, expulsado en el Monumental, y Rodrigo Mora fue el único delantero definido. Daniel Osvaldo y Marcelo Gallardo en el campo de juego de la Bombonera el día del gas pimienta (Foto Getty) En la previa de la Supercopa Argentina 2018, las especulaciones periodísticas indicaban que la dupla central de River estaría integrada por Jonatan Maidana y Lucas Martínez Quarta. Sin embargo, Gallardo decidió cambiar y se la jugó por la experiencia de Javier Pinola en lugar de Martínez Quarta. No fue un cambio que haya influido de un modo crucial en el 2 a 0 conseguido por River con goles de Gonzalo Martínez de penal y de Ignacio Scocco, pero sí da cuenta de la propensión de Gallardo a realizar algún movimiento táctico o de piezas para enfrentar a Boca. Aquel partido jugado en Mendoza ofreció otra novedad de River que resultó mucho más influyente en el juego, en este caso vinculada a la planificación del encuentro: Gallardo le encomendó una doble tarea a Pity Martínez, quien jugó de enganche: ganarle la espalda a Wilmar Barrios cuando su equipo disponía del balón y hacerle marca personal al colombiano, habitual encargado de iniciar los ataques de Boca, cuando el conjunto que dirigía Guillermo Barros Schelotto intentaba salir jugando desde el fondo. La fórmula le dio resultado a River, que anuló a un Barrios que venía siendo el mejor jugador de Boca en los encuentros anteriores y que estableció un claro dominio territorial durante el primer tiempo. El Superclásico que jugaron en la Bombonera el 14 de mayo de 2017 fue poco menos que paradigmático del “efecto Gallardo”. River ganó 3 a 1 y mucho tuvo que ver en ello el cambio de posición que ordenó el técnico con Pity Martínez, quien venía jugando sobre la banda derecha pero aquella tarde apareció por la izquierda, para intentar lastimar a la espalda de Gino Peruzzi. Martínez fue absolutamente desequilibrante por el carril de su pierna más hábil, y además anotó el primer gol de River y le sirvió el segundo a Lucas Alario. El gol de Juan Fernando Quintero frente a Boca en la final de la Copa Libertadores disputada en Madrid (Foto REUTERS/Paul Hanna) En las dos finales de la Libertadores 2018, la mano de Gallardo se notó tanto en la Bombonera como en Madrid, donde el ingreso de Juan Fernando Quintero por Leonardo Ponzio resultó el gran rasgo distintivo de la influencia del técnico: el colombiano anotó el segundo gol del 3 a 1 y su talento resultó clave para que River celebrara en el Santiago Bernabéu. Quintero entró a los doce minutos del segundo tiempo con el marcador 1 a 0 para Boca y su presencia en la cancha coincidió con el inicio de la remontada de River, que llegó al 1 a 1 parcial a través de Lucas Pratto diez minutos después de la aparición de Juanfer en el campo de juego. Casi un mes antes, en la Bombonera, Gallardo había sorprendido al poner a tres marcadores centrales (Jonatan Maidana, Lucas Martínez Quarta y Javier Pinola) y al sacar de la formación inicial a Ignacio Fernández. La suposición de que, con cinco defensores (los otros dos fueron Gonzalo Montiel y Milton Casco), River se iba a cuidar mucho más que de costumbre, se desvaneció no bien la pelota comenzó a rodar: dominó el encuentro y fue claramente superior al rival. River manejó la pelota, tuvo la iniciativa y generó las situaciones más claras de gol, pero le faltó eficacia y Boca fue el encargado de marcar la apertura a través de Ramón Abila. La línea de cinco, que en realidad bien podría leerse como de tres hombres porque Montiel y Casco se pararon como mediocampistas, se disolvió a los 22 minutos del segundo tiempo. Con el marcador 2 a 2, Gallardo mandó a la cancha a Nacho Fernández por Martínez Quarta. Al margen de esos “detalles” tácticos, quienes lo conocen en profundidad afirman que Gallardo suele vivir la previa de los Superclásicos con naturalidad e intentando transmitirles tranquilidad a sus dirigidos. A la hora del partido sí lo empieza a sentir de manera apasionada. Y ahí es cuando intenta concentrarse como el que más para que el hincha no le gane al técnico, y para que la lucidez que necesita para tomar buenas decisiones no se vea amenazada por la pasión.

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