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  • A 50 años del secuestro y asesinato de Julio Troxler por la Triple A: “El cuerpo no tenía un lugar que las balas no hayan alcanzado”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/09/2024 05:17

    "Me llamo Julio Troxler. Volví pensando encontrar algún compañero. No encontré a nadie. Estaban todos muertos. Me fui. Después supe que no era el único sobreviviente”, dijo en off en la película de Jorge Cedrón sobre "Operación Masacre" Extraña paradoja la que encierra el asesinato de Julio Troxler: sobrevivir milagrosamente en los fusilamientos clandestinos perpetrados por la autodenominada Revolución Libertadora en el basural de José León Suárez, luego de ser detenido por participar del levantamiento peronista del 9 de junio de 1956, para terminar 18 años después secuestrado y fusilado por la espalda por un comando de la Triple A, la banda paraestatal de ultraderecha creada por José López Rega, precisamente durante un gobierno peronista. La mañana del viernes 20 de septiembre de 1974 se mostraba climáticamente apacible, preanunciando la primavera, pero las calles de Buenos Aires distaban mucho de estar en calma. La violencia política creaba otro clima, con vientos de tensión y de terror. A pesar de saberse en peligro -su nombre figuraba en una lista de “condenados a muerte” por la Triple A- Troxler salió solo de su casa en Vicente López para dirigirse a su trabajo en la Facultad de Derecho de la UBA, un empleo que había conseguido hacía poco gracias a los oficios de otro peronista histórico, Envar “Cacho” El Kadri. No llegó a tomar el colectivo: un grupo de tipos fuertemente armados lo estaba esperando a bordo de un Peugeot 504 negro que lo interceptó y lo subió a la fuerza. El auto se alejó raudo, seguido por otro vehículo de apoyo, hacia el barrio de Barracas y se encaminó por la calle Arcamendia hasta el paredón de ladrillos que marcaba el límite con un terraplén ferroviario. Allí doblaron por el Pasaje Coronel Rico y lo obligaron a bajar del auto. Troxler tenía las manos atadas a la espalda cuando le ordenaran que caminara en dirección a la calle Suárez. No se sabe cuántos pasos pudo dar antes de caer fulminado por una ráfaga de ametralladora cuyas balas le entraron por la espalda. En la foto, se lo ve a Julio Troxler sonriendo junto a la señora Rizzoni, Enriqueta Muñíz, Antonio "Marcelo" Rizzoni y Rodolfo Walsh Esa misma tarde, la Alianza Anticomunista Argentina -así se autodenominaba la Triple A en sus comunicados- envió un texto a todos los medios nacionales donde se podía leer: “La lista sigue. Murió Troxler y el próximo, para rimar, será Sandler”. Se refería a ese listado de condenados a muerte que había dado a conocer pocos meses antes, donde además de Troxler, figuraban, entre otros y sin solución de continuidad, los nombres del diputado Rodolfo Ortega Peña, Alfredo Alberto Curutchet, el sindicalista y ex vicegobernador de Córdoba Atilio López, el senador Héctor Sandler, el socialcristiano Horacio Sueldo, el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires Oscar Bidegain, el expresidente Héctor J. Cámpora, el rector de la UBA Raúl Laguzzi, los dirigentes montoneros Mario Firmenich y Norma Arrostito, y el líder del PRT-ERP Mario Roberto Santucho. A Ortega Peña lo habían matado a balazos en una emboscada callejera tres meses antes y Laguzzi había sobrevivido a un atentado con explosivos contra su departamento en el que había muerto su hijo Pablo, un bebé de meses. Como en los otros casos, se abrió una causa judicial, pero como ya era costumbre con los crímenes de la Triple A, la investigación de su secuestro y asesinato se redujo a la vacía formalidad de una carpeta de fojas cuyo seguro destino era el cajoneo. Al día siguiente, la noticia salió en las portadas de todos los diarios de circulación nacional. “Asesinaron a balazos al dirigente Troxler”, tituló uno de ellos. No era necesario explicar de quién se trataba: además de haber sido subjefe de la Bonaerense hasta unos meses antes, Julio Troxler era un nombre de peso en la historia de la Resistencia Peronista, uno de los sobrevivientes de la “Operación Masacre” investigada y denunciada por Rodolfo Walsh. La operación clandestina, además de criminal, fue desprolija, porque de los destinados a la muerte solo fueron asesinado cinco, mientras que otros pudieron escapar, algunos gravemente heridos Operación Masacre La noche del 9 de junio de 1956, en la represión del levantamiento de los generales Valle y Tanco contra la dictadura de Aramburu y Rojas, la policía detuvo a un grupo de hombres que estaban reunidos en una casa de Florida, en la zona norte del Conurbano Bonaerense. Horas después, tras mantenerlos detenidos en una comisaría, una partida policial lo llevó en un carro de asalto a un basural de José León Suárez para fusilarlos. La operación clandestina, además de criminal, fue desprolija, porque de los destinados a la muerte solo fueron asesinado cinco, mientras que otros pudieron escapar, algunos gravemente heridos. Meses después, Rodolfo Walsh descubrió a Carlos Livraga, uno de los sobrevivientes, y tirando del hijo pudo reconstruir y denunciar la masacre perpetrada por la Libertadora. Que entre los destinados a morir fusilados por la policía bonaerense estuviera Julio Troxler encierra otra paradoja, porque por entonces era él mismo oficial de esa fuerza. El autor de Operación Masacre no pudo entrevistarlo porque para entonces ya se había exiliado en Bolivia, pero a través de los testimonios de otros sobrevivientes pudo reconstruir sus movimientos de esa noche en el camión que lo llevaba a la muerte. Troxler todavía estaba en la caja del camión detenido frente al basural cuando los policías hicieron descender a los primeros detenidos. Los iban a fusilar por tandas. “En el carro de asalto Troxler está sentado con las manos apoyadas en las rodillas y el cuerpo echado hacia adelante. Mira de soslayo a los dos vigilantes que custodian la puerta más cercana. Va a saltar… Frente a él Benavídez (Reinaldo, otro de los detenidos) tiene en vista la otra puerta”, escribe Walsh. Luego de haber sobrevivido a los fusilamientos de José León Suárez, permaneció en la clandestinidad hasta que pudo exiliarse en Bolivia Desde allí escucha los ruegos y los gritos de los que están a punto de ser fusilados y decide actuar. Walsh reconstruye así lo que siguió: En el camión Troxler ha tendido la flecha de su cuerpo. Casi toca las rodillas con la mandíbula. -¡Ahora! – aúlla y salta hacia los dos vigilantes. Con una mano aferra cada fusil. Y ahora son ellos los que temen, los que imploran: “¡Las armas no, señor! ¡Las armas no!”. Troxler les junta las cabezas a los vigilantes y tira uno a cada lado, como muñecos. Da un salto y se pierde en la noche. Hasta aquí el relato de Walsh. Después de “perderse en la noche”, Troxler no se alejó, sino que se quedó oculto, cuerpo a tierra, hasta que todo terminó y los policías se alejaron. Entonces volvió en busca de sobrevivientes. Lo contará con sus propias palabras muchos años después, cuando ponga su voz en off para la película de Jorge Cedrón sobre el libro de Walsh: “Me llamo Julio Troxler. Volví pensando encontrar algún compañero. No encontré a nadie. No había nada que hacer. Estaban todos muertos. Me fui. Después supe que no era el único sobreviviente”. Después de su fusilamiento fallido, Julio Troxler vivió un año en la clandestinidad, escondido en casas de resistentes peronistas hasta que, acosado por la policía que no cesaba de buscarlo, pudo escapar a Bolivia. En 1973, asumió como subjefe a de la policía de la Provincia de Buenos Aires. tras la victoria presidencial de Héctor Javier Cámpora Una policía para el pueblo Volvió a la Argentina para sumarse, una vez más a la resistencia, donde se lo consultaba sobre las medidas de seguridad necesarias en la militancia de esa época. Sus conocimientos de cómo operaba la policía, a la que había pertenecido, sirvieron en muchos casos para eludirla e, incluso, enfrentarla. Por esos años fue detenido y torturado más de una vez. Cuando Héctor J. Cámpora asumió la presidencia el 25 de mayo de 1973, Troxler volvió a moverse con libertad después de muchos años. El gobernador de Buenos Aires, Oscar Bidegain, cercano a la izquierda del peronismo, lo convocó para devolverle su condición de oficial de policía y nombrarlo subjefe de la fuerza. Una de las primeras cosas que hizo al asumir el cargo fue visitar a los detenidos en las comisarías para ver con sus propios ojos en qué condiciones estaban y el tratamiento que recibían. Eso no cayó bien entre los comisarios, pero guardaron prudente silencio. Sabían que el nuevo subjefe encararía una reforma policial, quitándole a la fuerza su tradición represiva y darle un perfil más cercano a la comunidad. Al mismo tiempo, llevó adelante una investigación propia sobre la Masacre de Ezeiza, ocurrida el 20 de junio de 1973, cuando grupos de ultraderecha dispararon contra la multitud que se había convocado para recibir a Juan Domingo Perón en su retorno definitivo al país. Sus conclusiones fueron diametralmente opuestas a la versión oficial del coronel Jorge Osinde, un peronista de ultraderecha encargado de la seguridad del acto. Fue una gestión breve, ya que dimitió luego de que el gobernador Bidegain fuera obligado a renunciar por Perón en enero de 1974. En su carta de renuncia, Troxler escribió sin eufemismos que había intentado darle a la policía la impronta de su experiencia militante “forjada a lo largo de la lucha junto a los humildes, contra los poderosos y enfrentando a los mercaderes, en el pueblo y con el pueblo, del brazo con los que no especulan, con los que se equivocan, pero sin dobleces”. Julio Troxler fue un sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez de 1956 pero murió acribillado por grupos parapoliciales de la Triple A en 1974 “Un luchador total” Con el incontenible avance de la ultraderecha en el movimiento y el gobierno peronista, Julio Troxler quedó una vez más expuesto. Fue durante un tiempo jefe de seguridad del diario Noticias, un medio legal que respondía a la línea política de Montoneros, y después consiguió, avalado por Envar El Kadri, el puesto como docente en la Facultad de Derecho de la UBA, hacia donde se encaminaba la mañana del 20 de septiembre de 1974, cuando fue secuestrado y asesinado. El cuerpo sin vida de Julio Troxler quedó tendido en el suelo del Pasaje Coronel Rico, a metros de las vías del Ferrocarril Roca. Su viuda, Leonor Von Wernich (otra paradoja en la vida de Troxler: su esposa y compañera de militancia era pariente del cura torturador de la dictadura), debió reconocer su cadáver y dejó testimonio de la saña con que habían actuado sus asesinos: “Llegamos y Julito estaba tirado ahí, sin zapatos y sin reloj, me acuerdo. Ahí hablamos a todos los amigos. El cuerpo casi no tenía un lugar que no hubiesen alcanzado la balas”, contó. La compañera de vida de Troxler murió en 2021, a los 101 años. Poco antes de su muerte, en una entrevista le preguntaron: -¿Quién fue en la historia argentina Julio Troxler? -Un luchador por el pueblo, un luchador total – respondió. Cuando se cumplen 50 años de su asesinato, los integrantes del comando parapolicial de la Triple A que lo secuestró y lo fusiló por la espalda siguen sin conocerse. En cambio, no hay dudas de que la orden de matarlo llevaba la firma inconfundible de José López Rega.

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