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  • La noche es de los hombres

    » Diario Cordoba

    Fecha: 20/09/2024 03:37

    El duelo no es Sánchez y Feijóo. Del que todo el mundo habla, a comienzo de curso, es el de Motos y Broncano. Una de las dos Españas ha de atraparte y no sólo tiene que ver con la ideología. Aquí nunca hemos sido de terceras vías, como esa opción política británica de los noventa, por eso, la de Carlos Latre naufragó rápidamente, porque la imitación se quedó también en esa década. Motos empezó un entretenimiento a golpe de talonario, con grandes estrellas internacionales, experimentos que esperaban terminar con el «oh» final de los telespectadores como cuando vemos fuegos artificiales, pero igual de huecos que estos. Se llevó la franja infantil, juvenil, de mediana edad, de ese país que aspiraba a clase media aunque trabajaras por 900 euros al mes. De cuando se ahorraba para tener por lo menos las mismas vacaciones que el vecino, te hipotecabas en una PAU a las afueras de la ciudad y las operaciones de estética te ofrecían la mejor versión de ti mismo. Cualquiera podía llegar a lo que se propusiera, incluso un presentador no especialmente atractivo, como tú o como yo. El programa se acabó convirtiendo en un púlpito para lanzar doctrina sobre el bien y el mal, el discurso político invadió casi todas las secciones y ahí una parte de los espectadores empezó a desengancharse. Tenemos pocas ganas de que nos abronquen por votar lo que nos dé la gana, de encender la televisión a las diez de la noche para ver a señores enfadados que te explican la vida, con alguna sonrisa femenina cómplice que les acompaña. Y en esto, de la tele de pago a la que pagamos entre todos, llega Broncano, con entre pocas y ninguna mujer, ni siquiera para sonreír complacidamente. Con un programa ya rodado, disfrazado de gamberro pero con un humor blanco, con ese estilo de generación deportista, cultura de videojuego, bromas de chavales de barrio y sentimiento de grupo. Ellos mismos le han dado la vuelta con el bombo de España y la apropiación del soy español, porque saben que los valores ahora son otros y las inquietudes también. Hemos pasado del adosado a alquilar por habitaciones, del trabajo te hará grande a percibir que las plusvalías igual no sólo te las llevas tú, y que el espíritu crítico debe ser divertido, que discursitos ya aguantamos el resto del día. El «hombre blandengue» puede preguntarle a una invitada cuánto sexo practica a la semana, en el de la competencia sonaría raro. Puede preguntar si eres más machista o racista, en el otro lado que parece defender la corrección política quedaría un poco impostado. Eso diferencia a uno de otro, aunque los dos comparten que las mujeres por las noches no debemos ser protagonistas. Suscríbete para seguir leyendo

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