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  • La comodidad de procrastinar

    » Diario Cordoba

    Fecha: 18/09/2024 18:53

    «Deberíamos abandonar la ilusión de que sólo la dilación puede preservar el consenso. De hecho, la procrastinación sólo ha producido un crecimiento más lento, y desde luego no ha logrado más consenso. Hemos llegado a un punto en el que, si no actuamos, tendremos que comprometer nuestro bienestar, nuestro medio ambiente o nuestra libertad». Estas palabras corresponden al informe elaborado por Mario Draghi a petición de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Layen, y que lleva por título ‘El futuro de la competitividad europea’. Sin entrar en desmenuzar el informe, se puede descargar en la web de la Comisión, lo importante está en las líneas que encabezan este texto: «Hemos llegado a un punto en el que, si no actuamos, tendremos que comprometer nuestro bienestar, nuestro medio ambiente o nuestra libertad». La clave es muy sencilla. El mundo no solo ha cambiado de forma extraordinaria en las últimas décadas, en los 25 años del euro sin ir más lejos, sino que además está cambiando todos los días a un ritmo acelerado y la vieja estabilidad que suponía la globalización ha dado paso a un nuevo escenario, con otras reglas del juego, más complejas, hostiles e inesperadas. Lo vemos en la gepolítica y lo sentimos en la economía. Los peligros que parecían conjurados, los grandes enfrentamientos mundiales, se han convertido en una realidad. Vivimos en un estado de guerra -económica, comercial, cibernética, etc- que no podemos obviar porque las costuras van saltando. El último gran ejemplo, el de la industria alemana y sus inmensas dificultades, es paradigmático, y muestra que la procrastinación no solo ha reducido el crecimiento, sino también los consensos. Se ve fácilmente en el ámbito político, donde se sigue adormeciendo a los electorados a base de medidas populares de corto alcance, «por dinero no será», para que los distintos gobiernos mantengan el poder al coste que sea. El asunto es bastante más trascendente de lo que creemos. Y no se trata de dinero solamente. De hecho, el informe habla de una aportación anual de 800.000 millones de euros, movilizados, eso sí, entre gobiernos y grandes empresas de todo tipo, para reordenar y reorganizar un continente que camina hacia la irrelevancia en las próximas décadas si no sabe quién es, qué es lo que quiere y cómo debe jugar sus cartas en este juego que cambia constantemente de reglas. Porque ser la primera potencia reguladora del mundo nos ha convertido en un mastodonte incapaz de reaccionar con agilidad y rapidez a los cambios, un paquidermo que maneja mantras, como el de la innovación, que adorna cientos y cientos de miles de documentos teóricos pero que no se traduce en grandes realidades. Ahí están los coches eléctricos chinos, los costes energéticos más caros en varios países -incluido el nuestro- o el ranking de las cien empresas tecnológicas más grandes del mundo, en el que solo hay cuatro, ¡¡¡cuatro!!! empresas europeas entre las 50 primeras. Por supuesto que esto requiere una reflexión/discusión muy profunda, hasta filosófica y moral, porque la cantidad de temas que hay sobre la mesa van mucho más allá de la economía, aunque todos converjan en ella, y por supuesto de los diagnósticos simples de cafetería de facultad. Lo importante del informe es la advertencia sobre la procrastinación, la relativización permanente, la pereza proverbial en la que viven quienes tendrían que elevar la mirada sobre los problemas reales y dejarse de coartadas ideológicas -muchas veces la peor forma de cinismo- para ver la realidad y actuar. Es una cuestión de perspectiva tan simple como aquello de buscar soluciones a los problemas o dejarlos que se pudran, agravarlos y crear otros de consecuencias inciertas. Ojalá las miradas se eleven, se busquen puntos de acuerdo y se actúe con decisión. Esto no va de tecnocracia ni de alertas antisistema, de retórica incomprensible o soluciones trágicamente baratas. Esto va de perder el futuro sin hacer nada para remediarlo. *Periodista Suscríbete para seguir leyendo

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