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    » Diario Cordoba

    Fecha: 18/09/2024 18:44

    Jaume Alsina, presidente de bonÀrea, junto a sus hijos Ramon (izquierda), consejero delegado, y Jaume, director general / Martí Saballs Pons En junio de 2008 visité las instalaciones de Agropecuaria de Guissona por primera vez. En el discreto y poco transparente sector agrícola y ganadero, era una novedad el interés de esta empresa por abrir sus puertas a periodistas para contar quiénes eran y dónde querían ir. Visité las instalaciones -antiguamente se las llamaba mataderos y hoy se las conoce como fábricas de alimentación y procesamiento- y tuve la oportunidad de conversar con el presidente y alma mater del grupo, Jaume Alsina, y su hijo Ramon, que empezaba a asumir responsabilidades ejecutivas. Guissona tenía una peculiaridad que empezaba a generar otros ecos: la alta presencia de empleados procedentes de otros países. Dada la dificultad de encontrar personal español preparado, la empresa iba a buscar a especialistas cárnicos a países con una amplia oferta de mano de obra, fundamentalmente del este de Europa. Otros artículos de Martí Saballs Pons Hoy, gracias a la antigua cooperativa, la población de Guissona y su influencia en toda la comarca es un ejemplo de integración social y laboral, donde las tasas de paro son simbólicas. El propio desarrollo de la fundación empresarial -sus residencias son un ejemplo- ha sido vital por su apuesta por el municipio. Ojalá otras empresas y empresarios locales ayudaran a generar simbiosis similares en sus poblaciones de origen. Hace 16 años, cuando no se percibía la posibilidad de la crisis financiera y económica que se venía encima, Alsina empezaba a trazar los cimientos del crecimiento del grupo: ampliar la fabricación a otras zonas de España y consolidar el crecimiento de las tiendas bonÀrea para poder acercar sus productos al consumidor. Una idea con la que quería diferenciarse respecto a otros competidores. El principal de todos, a escasos kilómetros de distancia: el grupo cárnico Vall Companys, cuyo modelo de negocio se ha centrado mucho más en la exportación de cerdos y al que le preocupa más la posible guerra comercial entre la Unión Europea y China. De mentalidad conservadora, sin necesidad de justificarse ante los fondos de inversión o los mercados financieros, Guissona decidió no tener prisa hasta recuperar crecimientos en ventas superiores al 5%. Fue ya a partir de 2016 cuando retomaron el proyecto para crecer más allá de Lleida. Desempolvaron la finca comprada en Épila (Zaragoza) y escalaron sus inversiones. Tal como se cuenta en el reportaje de portada de esta semana de ‘activos’, Guissona, ya rebautizada como bonÀrea, decidió abrirse a nuevos mercados. Más capacidad de fabricación y una apuesta decidida por la distribución. Una apuesta que generaba muchas dudas: ¿valía la pena asumir estos riesgos para obtener márgenes estrechos? ¿No era mejor seguir dedicando los esfuerzos al negocio original? ¿Por qué abrirse un hueco en dos negocios tan competitivos, con un número muy elevado de incumbentes y, aparentemente, con unas altas barreras de entrada, como son las cadenas de supermercados y las estaciones de servicio? Con el tiempo, aquella decisión, que llegó a ser menospreciada y ninguneada, está obteniendo sus frutos. Hoy, los supermercados de bonÀrea forman parte ya establecida del tejido habitual de muchos barrios y poblaciones. Su apertura el domingo es la tabla de salvación de muchas familias al ser -junto a las pequeñas tiendas regentadas por inmigrantes- el único lugar donde se puede comprar en festivo. Que dos terceras partes de los productos que vende esta cadena sean de origen cárnico, producidos por ellos, corrobora que el modelo sin intermediario puede funcionar. Si las tiendas bonÀrea satisfacen una demanda dominical relevante, la apuesta por las estaciones de servicio, con tienda incluida, sí que ha sorprendido. Combina su presencia en zonas rurales como Lleida y en los cinturones industriales de las grandes ciudades. En algunos casos, como la recientemente abierta en Olesa de Montserrat, se sitúa a escasos kilómetros de otras gasolineras de bajo coste, donde las diferencias en el precio de carburante son de 10 céntimos el litro. La apuesta de bonÀrea por ofrecer gasolina de bajo coste unida a una tienda de consumo pone al grupo a competir con otra cadena, en este caso de hipermercados, de gran crecimiento: Bon Preu/Esclat, perteneciente a la familia Font (original de Vic, Barcelona) y que cuenta también con gasolineras. Más competencia es la mejor noticia que podemos recibir los consumidores/clientes que compramos los domingos y llenamos nuestros depósitos en las gasolineras de bajo coste. Como siempre, el tiempo determinará cuáles de estos modelos de negocio acabará triunfando. Como recuerda Ramon Alsina, el terreno está lleno de víctimas que apostaron fuerte y con mucha deuda. En bonÀrea, de deuda no quieren saber nada. Es una garantía.

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