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  • “Una maestra debe tener paciencia y vocación”

    Crespo » Paralelo 32

    Fecha: 17/09/2024 03:04

    Victoria.- Un 11 de septiembre del año 1888, el vecino país de Paraguay era el escenario que el alma de Don Domingo Faustino Sarmiento eligiera para partir, figura nacional de estirpe que hace espejo en la imperiosa necesidad de la educación, como emblema y pilar de toda nación. Fue a partir de aquel día, que en nuestro país se conmemora el Día del Maestro, uno de roles de mayor importancia en el crecimiento de todas las personas, ya que es la educación no sólo uno de los pilares que sostiene y estructura un país, sino que es la base firme e inclaudicable de un futuro promisorio. Desde Paralelo 32 dialogamos con la ex docente de grado, Doña Hilda Leonor Banchero de Sosa, quien con sus 94 años a cuestas y un camino desandado áulicamente en zona rural y urbana, expuso en estas líneas su camino transitado entre tizas y pizarrones. ‘Pichina’, así conocida y tratada por sus familiares, allegados, colegas y amistades; contrajo enlace en la década del sesenta con el ex piloto de avión Don Hugo Juvenal Sosa (fallecido), quien supo portar el título de primer piloto de avión nativo de Las Siete Colinas, recibido en el Aero Club Victoria, con quien fueron padres de Silvia, Virginia, Hilda y Alicia; amén de vivenciar el abuelazgo, en los nombres de Camila, Florencia, Fabián, Belén y Francisco. Sus primeros pasos en escuelas de campo «Me recibí en 1948 de maestra, primero tuve alumnos particulares, luego trabajé años en zona rural, en Don Cristóbal departamento Nogoyá y también en Pajonal», iniciando así su relato y trayendo a su memoria aquellos días en los que tuvo que andar y desandar caminos en mal estado, pero dicha adversidad no pudo menguar las ansias que albergaban a ese entonces joven e inquieto corazón con vocación docente. “Los caminos eran malos había que andar mucho, recuerdo los chicos que venían en sulky o a caballo, eran todos muy buenos chicos, entusiastas, deseaban aprender”, recuerda hoy, agregando a su relato que en esa época de docencia rural que la atravesó, solían ir con otras docentes con cierta asiduidad a comprar miel y otros menesteres a la Abadía del Niño Dios, para llevar al campo. De su paso desde la zona rural del departamento Nogoyá hacia Cerro Pajonal, ya en departamento Victoria, expuso que mas allá que fue sumando experiencia a su camino áulico, esa etapa laboral fue de clara siembra y cosecha, ya que le regaló una gran amistad con otra maestra victoriense que con el tiempo se mudó a Rosario, Titina Camoirano. Vocación y paciencia En los albores de la década del sesenta, ingresó a la Escuela N° 17 Bernardino Rivadavia, hoy N° 47, en el cuarto cuartel de nuestra ciudad, lugar que supo cobijarla hasta su jubilación, “allí di primer grado de repitentes, si bien los chicos eran buenos y trabajadores, había que insistir; tengo muy buenos recuerdos de muchos y les guardo un gran cariño”. Al igual que su paso por las escuelas del campo, que le dejaron grandes amistades, lo mismo sucedió en esta última, ya que recordó con beneplácito y aprecio las idas diarias a la escuela en auto, junto a Minina Haieck de Espona y Tota Román de García; amén de su gran compañero Lunga López de Di Orio. -Pichina ¿qué debe tener una maestra? -- Una maestra debe estar arraigada y sostenida en su vocación y gozar de gran paciencia. Al finalizar, dijo que más allá de darle la docencia la posibilidad de vivir e independizarse económicamente, le brindó no sólo valiosas amistades, algunas de las cuales ya no están en este plano, pero que guarda férreamente en sus recuerdos; sino ese intransferible vínculo con las muchas generaciones de alumnos, hoy hombres y mujeres adultos, a quienes cobija amorosamente en su corazón.

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