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  • El radical partido

    » La Capital

    Fecha: 15/09/2024 14:22

    Lo que sucedió esta semana en el Congreso respecto al voto de algunos radicales a favor del veto presidencial en el tema actualización jubilatoria no es solo una anécdota sobre cambios de opinión, oportunismos, compra de voluntades o “borocotazos”. Eso ocurrió muchas veces en estos 40 años. Podrá gustar o menos, pero está dentro de las reglas de juego. Lo más relevante pasa por dos cuestiones: 1) una crisis estructural del radicalismo post gobierno de De la Rúa, que lo llevó a ser un actor acompañante del PRO, con severa dificultad para volver a entronizar no ya un liderazgo unificador, sino sencillamente buenos prospectos para competir en una presidencial. Y 2) la incidencia que tiene dentro del arco no peronista la llegada de Milei al poder, como realineador de las fuerzas preexistentes, como le sucede al mismo PRO. Este proceso se veía venir desde el principio, y obviamente iba a depender mucho de cuánto progresara el nuevo gobierno en materia de reformas y cuánta habilidad política demostrase. Estas dos asignaturas por ahora tienen balance positivo. ¿Estas cosas ocurren por debilidad ética, falta de compromiso partidario, ausencia de un liderazgo contenedor, carencia de temor frente a las sanciones internas y externas, confusión ideológica? Desde ya que todos esos factores están presentes. Sin embargo, las causas más consistentes siempre hay que buscarlas en otros factores estructurales para poder comprender cuánto margen de maniobra tienen los actores. Repasemos un poco la historia. La UCR recibió dos grandes golpes, en 1989 y 2001, siendo que sus presidentes no pudieron cumplir con sus mandatos y dejaron al país en crisis económicas severas. Como se dice habitualmente: una vez es mala suerte, dos veces es tendencia. Y la tercera vez fue en Cambiemos con un líder ajeno, pero que también terminó en crisis, como si arrastrara una maldición. Y como si eso fuera poco, pagó un precio alto por participar del Pacto de Olivos, que la relegó al tercer lugar en una presidencial. A estos fracasos políticos le debemos agregar que el proceso de fragmentación social de los últimos 35 años, al que más ha perjudicado (igual que en varios países de América latina) es al partido que históricamente representaba a la clase media. También ha complicado al peronismo, como se observó en última elección, pero en menor medida. Que no se note La situación se complejiza en la medida que la base social tiene más miedo a un regreso del kirchnerismo que a la forma en que lo está haciendo Milei. Por lo tanto, eso ejerce una presión desde abajo hacia arriba que los dirigentes (sobre todo los intendentes y los gobernadores) no pueden desconocer. Dicha cuestión tensiona con una superestructura que sigue teniendo parámetros más socialdemócratas desde la era Alfonsín. Ahora, también debe decirse que no es la primera vez que el radicalismo se siente tensionado por un nuevo clivaje político nacional. También sucedió con el kirchnerismo, que llevó a Cobos acompañando a Cristina en la fórmula de la mano de la Concertación Plural. Algunos cuadros quedaron del otro lado del río, pero la gran mayoría (los de mayor peso específico) regresaron “vencidos a la casita de mis viejos”. Algo así como “que se doble pero que no se rompa” y, sobre todo, que no se note. Con semejante complejidad, el liderazgo más socialdemócrata de Lousteau definitivamente no cuaja. No es un triunfador en su distrito, lo cual le quita autoridad política frente a Cornejo o Valdés, por ejemplo. Las sospechas sobre eventuales componendas con el kirchnerismo (Lijo, comisión de la Side) lo desdibujan, al mismo tiempo que debilita algo que tenía cierta fortaleza interna, renovación y dinamismo: su línea Evolución. Además, su imagen en la opinión pública se ha deteriorado mucho respecto al año pasado. El recuerdo de la tan mentada 125 no lo ayuda. Curiosamente, esto no es lo único que sucede en el partido de Alem e Yrigoyen. También tiene 5 gobernadores (como hace mucho no sucedía) y es el segundo bloque de intendentes del país, más un semillero que sigue produciendo cuadros desde la militancia universitaria. Figuras como Pullaro pueden tener un futuro interesante. En este marco, y no es casual, la UCR de la provincia de Buenos Aires va a internas partidarias dividida por aquel clivaje de mayor o menor cercanía al oficialismo. Los lejanos en este caso reciben la venia de Lousteau y Manes. En el Congreso estuvo claro que los gobernadores tienen que “parar la olla” y no se pueden dejar llevar por matices ideológicos, ni “viejos troncos radicales”. Como sabe el peronismo desde el inicio de los tiempos: o se es un partido del poder, o no se es.

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