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  • «Aquí escucharé tus plegarias…»

    » Diario Cordoba

    Fecha: 15/09/2024 12:16

    A lo largo de toda la semana, Hinojosa del Duque ha venido celebrando un solemne quinario al Santo Cristo de las Injurias, que culmina hoy, domingo, en torno a una ermita que forma parte de la historia, el paisaje y el alma de este pueblo desde hace casi trescientos años. Ayer, la liturgia de la Iglesia celebraba la Exaltación de la Santa Cruz, y de ahí, el fervor y la honda religiosidad en numerosos pueblos de nuestra provincia, aunando sus voces para «exaltar» una Cruz, en la que Jesús toca lo más intimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo nuestro mal, para acercarse a nosotros y no dejarnos solos en el dolor y en la muerte, para recuperarnos, para salvarnos. En palabras del papa Francisco, «Jesús subió a la cruz para descender a nuestro sufrimiento; probó nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios. Experimentó en su propia carne nuestras contradicciones más dolorosas y así las redimió, las transformó. Su amor se acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo». Por eso, al llegar al pórtico de la ermita del Santo Cristo, los hinojoseños, allá por el año 1941, cuando entronizan la imagen de Castillo Lastrucci, el Cristo de las Injurias, colocaron estas hermosas palabras salidas de los labios del Señor, como saludo divino a todos los visitantes: «Aquí escucharé tus plegarias…». En 1942, en el primer aniversario de su llegada, se estrenó el himno, con letra del carmelita, padre Hilarión Sánchez, y música del sacerdote Bartolomé Gordillo, organista de la catedral de Córdoba: «Gloria a ti, Santo Cristo Injuriado, / que hoy de nuevo en tu cruz de dolor / bendecido serás y alabado / por un pueblo rendido a tu amor». En 1942, sería colocada junto a la imagen del Santo Cristo, la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, tambien del imaginero sevillano Castillo Lastrucci. Ciertamente, el pueblo cristiano, especialmente en Andalucía, profesa una devoción especial a la Cruz y a los crucificados, no sólo en su Semana Santa, sino en la fiesta de la Invención de la Cruz, los primeros días de mayo, y en la de la Exaltación, que ayer celebrábamos en la liturgia de la Iglesia. Es un día para contemplar el misterio sanador de la cruz y para aprendernos bien la gran lección que Cristo crucificado proclama al mundo entero: «Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas». San Francisco de Asís, mirando al Crucificado, se asombraba de que sus frailes no llorasen. Y el recordado obispo Casaldáliga, nos dejó una de sus reflexiones más fuertes: «Es fácil llevar la cruz de Jesús en el pecho; lo difícil es tener pecho y coraje para seguir a Jesús». Septiembre, desde la orilla de la fe, ha quedado envuelto en el largo viaje del Papa hasta los lugares más lejanos del Vaticano, dejándonos sus gestos más hermosos, -como la firma en la camiseta de Mateo, el niño asesinado en un pueblo de Toledo-, hasta sus mensajes más impactantes. Entre ellos, el que se refirió a los más «predilectos de Dios»: «Los que están heridos en el cuerpo y en el espiritu: los pobres, los pecadores, los endemoniados, los enfermos, los marginados». Mirando la cruz, el poeta Carlos Bousoño, escribió esta plegaria: «Baja, Señor, y posa tu caricia / en mis cabellos de la tierra, amargos, / y deja un surco luminoso en ellos, / un reguero de cielo dulce y largo». Suscríbete para seguir leyendo

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