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  • Ariel Ovando o “los pies que retumban en la altura”

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 15/09/2024 10:34

    Por Rodrigo Galarza El asaltante nos trae voces vivas de la poesía argentina. Celebramos la aparición del poemario “Islas al ras del sueño” acompañado de un lúcido prólogo de Mirta Sandoval. Muestrario mínimo Veníamos a los tambores iluminados por la noche, salíamos del ijar de los pantanos arrastrando venados fantasmales, la boca llena de húmedas centellas aprendidas en las tinajas del estío, la garganta entre las girantes claridades. Las barcas arrastrábamos por el plinto de cabellos cercenados al tiempo, a la luna a sus bailes sangrientos. Por entonces nos pesaban las flores en el raudo costillas. Y los locos imitábamos las costumbres de los lobos, en la memoria de un colibrí. *** La contradanza la música de cabra y cascabel estará incompleta sin la revuelta de pies en las comarcas desconocidas sin la luna y la siembra para dominar el tiempo de las lluvias lo que nace en la boca y termina de formarse en el movimiento terrestre que imitan las manos en la lentitud las aves en el tiempo amarillo los pies que retumban en la altura llenos de sol y de maíz como es allá arriba es aquí abajo. *** Vengo a morir en los ruidos del sol con una isla de jaguares en la boca. El presente aúlla convoca a sus bestias con los ojos llenos de música y tiempo. Y dios es un espejo lleno de colibríes. *** Hay un bosque en un espejo. Hay un bosque que ilumina los animales pretéritos arqueados en la ingravidez, un bosque que enciende imágenes en las hojas húmedas, y por alguna razón, sagradas, hay un bosque calentando la sangre al sol y por alguna razón, hay un bosque cantando. *** Hemos crecido a la par de los yuyos igual de inexpresivos e inútiles hemos crecido para el asco de muchos nuestro porvenir se anuncia en absortas parvas de fuego sobre nuestras lenguas de espantapájaros como los yuyos sacudidos por el cielo perplejos por la luna de las presas por las criaturas del fervor por pura suerte malditos héroes fuimos los malditos héroes sin el estampido sin la pólvora en nuestras manos fuimos un reflejo en las aguas como garzas ligerísimas malditos héroes apenas si nos dejaron un poco de su sombra un grito de antemano la incómoda parcela que cabe dentro del puño que se aprieta que se aprieta justo antes de despertar. *** Es extraño mi trato con los muertos por ellos adoro la neblina el porvenir en volutas por ellos casi saco la cabeza por la ventanilla para ver extensos espejos de agua corriendo bajo los trenes de mi infancia. Lo peor de los muertos es, justamente, que no se van: los veo parados en la niebla los veo parados sobre sus lenguas de estropajo los veo en la llovizna que las vidrieras iluminan, en un canto de las tacuaras que vuelve díscolo el idioma de la carne de la voz que gira en círculos cada vez más diminutos. Los veo en el espejo de la madrugada sobre todo, si hace frío, porque su canto diré me resulta insoportable porque sus huesos de gacela se irán volviendo más brillantes cuando vayamos al corazón del bosque a lamer el principio de las aguas; y los verás enloquecer resucitar en sus manos y en sus cruces sin sentir el invierno eternizados en un triste bamboleo de los vientos sobre las aguas Es extraño este pacto con los muertos yo le doy ojos, ellos me dan palabras como diablos bailando en el polvo: y las pruebo sobre mi lengua: y el sabor de la tierra siempre está lleno de infinito y se alargarán los días y se alargarán las noches les veré sacudirse los harapos les veré sacudirse las palabras impropias los pavimentos oscuros y los osarios a cielo abierto, les veré sacudirse el polvo pueblerino las imprecaciones al reptil que veía salir de las aguas doradas y los veré cantando, pero en silencio, con el pecho abierto como un trébol sobre la barca solar. *** Ésta y otras tribulaciones, Señor vinieron con infames antorchas en la diestra: encendieron como yesca las islas al fondo del infinito y el tiempo se doblaba en los cuerpos amables con la tiniebla, si, pero los reptiles aún cantan aguas abajo; éstas y otras imágenes del éxtasis Señor que retorcían el espejo en sus bordes me dieron una fe insensata en los mapas y los laberintos al borde del ojo en la luz las migraciones mientras la casa cruje se despierta y se cae a pedazos y mientras yo relato a mi hija las formas del sueño, Señor yo sólo puedo contarle ya sólo puedo contarle de las islas que se encuentran al otro lado de las ventiscas con ojos de selva de las lluvias endemoniadas por una lengua de fieras que les llena con la premonición Señor lloviendo frugales músicas en el corazón de los hombres y las mujeres aferrados a sus costumbres de maíz: y es así que la tierra gira, muda sus pronombres, mira crecer los líquenes y las hogueras flotantes sabiendo que despertaron alguna vez que fueron ojos, visiones de una barca esmeralda sobre las aguas. *** Con los años fuimos aprendiendo las fiebres los trazos luminosos en el aire que no es esta noche pero siempre tiene la forma de los ojos abiertos o como cada hueso cada fibra comprimida en la gravedad de la boca convertidas en la espuma del arroyo son aguas extrañas que se tumban sin sonidos ni éxtasis por confesar sin dioses risueños con ojos de cántaro sin santos húmedos como sueños o como salamandras huyendo de las proféticas falanges justo antes de despertar y el oído detenido en especies o lluvias infames en el resplandor de criaturas de sangre fría y de fluida lengua oferente de soles en la memoria bosques adentro donde lo terrestre duele y no puede creer la vasta inocencia que le ahueca las manos con cierta predestinación con cierta habilidad para entrar o salir de los espejos desparramados por toda la casa.

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