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  • Pasar la noche en vela

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 15/09/2024 10:30

    Era una expresión de costumbre que tenía que ver con la realidad del desposeído, con ganas de ser alguien; pasaba cada noche en vela, preparando los deberes de mañana, porque energía eléctrica tampoco la tenían. Se les notaba en la cara. Lucían, pálidos, ojerosos, mal dormidos. Solos alumbrados, por una vela, supliendo la eléctrica que ya costaba para bolsillos magros. La luz artificial, era entonces un lujo, para lugares de la casa y horarios especiales convenidos. Una fiesta. Era el sol, saliendo como la luna pero mucha más cálida, viendo en detalle las cosas queridas. La cena, la radio, el diario leído por los mayores, el reencuentro de la familia y el que continuó con la vela alumbrando titilante las lecciones que lo salven de marzo. Ya entonces, se cuidaba. Su consumo, era vedados por carencia de pobres, diría controlado para que la factura no trajera contratiempos a la billetera de papá, alternando con la vela para descongestionar consumo. Éramos laburantes con lo justo. La vela era el reemplazo de estearina o cebo, cuya llama nos hacía “guiños” cuando se iba extinguiendo; mecha larga, luz amarilla, aroma particular cuando fenecía. La luz para todos, fue un avance sin límite, porque sumó, bienestar y producción. Recordemos a su precursor, Thomas Alva Edison, inventor, científico y empresario. Algunos de sus inventos que cambiaron el mundo: La generación eléctrica, la luz eléctrica. Registró 1093 patentes de invenciones, en que recordamos a la bombilla eléctrica (1879). El fonógrafo (1877). Las grabaciones, audio para películas, etc. un universo que hizo imprescindible para movernos e iluminarnos. Ese servicio vital, que hoy la torpeza argentina vuelve a repetirse habiendo caído en el mismo pozo de siempre, hace que tengamos “que robar un banco” para poder pagar el aumento puesto a mansalva, sin pensar en los de menor recurso. Dicen algunos datos que en 7 meses de gobierno, la energía eléctrica como los combustibles subieron por encima de la inflación acumulada, que un ajuste dado en forma asfixiante para concluirla de una vez por todas, a pesar que aún los precios nos hacen “pito catalán”. Agrega, son los registros más altos que se han registrado en los últimos 30 años, la suma de pruebas que cada Gobierno a su paso fue plantando, lejos de una buena “cosecha”, sino siempre con las mismas fórmulas. Es notable, cómo las clases menos pudientes, las que revirtieron felizmente un gobierno que era puro discurso sin acción dándole vuelta el brazo a la “monarquía”, la de “sucesión” indefinida, es la que más le ha tocado soportar y sigue sosteniéndose apenas, que el sinceramiento o “sincericidio” sin dar un paso atrás, nos ha condenado. El aumento energético ha sido un golpe de gracia, si bien es cierto que no se puede gastar más de lo que se gana, es también cierto que todo pasa su límite de gracia, tornándose tortura. La calle es coincidente, son una barbaridad los guarismos con que la luz se maneja, porque han comenzado a llegar los primeros obsequios y el shock es generalizado, los mismos síntomas: estupor, qué hacer ante la estampida. Que la luz no se apague, como un fósforo, como una vela. Que sea fiel y brillante. Su acceso a “giorno” porque su servicio es más importante que una factura tan filosa como una daga, sino que debe ser luz bienhechora, saludablemente merecida. Para colmo de males por esta tarea de reivindicación sigue habiendo dos países, el del interior y el portuario, lejos de ser federales: Todos iguales, porque se trata de uno solo, y no con “coronitas” que hacen la diferencia. Esperemos que los últimos 31 años, la cosa se revierta, a ver si queda alguien en pie. Los que claman por trabajo, por hambre, los pobres y los de los otros, los indigentes, que reafirman que los hay los hay, podamos respirar otros aires. Vernos en otras problemáticas, y no estancados en la semi-penumbra, sino iluminados por la suerte del trabajo, como lo expresó el Canciller alemán Olaf Schö lz, al Presidente Javier Milei en su reciente visita: “Cuidar la situación social”. Es decir desarrollando toda la planificación para que el país se mueva, sin olvidar a la gente, con sus problemas resueltos, porque la sonrisa es una urgente inyección de optimismo. Todos tienen derecho no solo ajustarse hasta casi perder la respiración, sino también a construir su propia felicidad. De eso, justamente, se trata. Enríque Cadícamo, ese gran compositor del tango tiene obras memorables, pero tomamos algunos versos de “La luz de un fósforo”, allí se lo utiliza como la brevedad, pero también una luz que se apaga. Que no se apague, ni que el susto de la factura dure toda la vida, el sacrificio de pagar los platos rotos no nos cabe a cada uno de los pobres ciudadanos, sino a las ideas constructivas que emanen del Gobierno, que permitan “Cuidar la situación social”. Cadícamo no habla de la factura, alude a la culminación del romance de un hombre y una mujer, comparándolo con la brevedad de su luz: “La luz de un fósforo fue / Nuestro amor pasajero / Duró tan poco, lo sé / Como el fulgor / Que da un lucero / La luz de un fósforo fue / Nada más / Nuestro idilio / Otra ilusión que se nos va / del corazón / Y que no vuelve más.” Que la luz no se apague, como un fósforo, como una vela. Que sea fiel y brillante. Su acceso a “giorno” porque su servicio es más importante que una factura tan filosa como una daga, sino que debe ser luz bienhechora, saludablemente merecida.

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