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  • Los cazadores de sueños

    » Diario Cordoba

    Fecha: 14/09/2024 10:29

    Los escritores somos cazadores de sueños. Los vamos distinguiendo, nos acechan, nos vamos acercando hasta ese reino de escenarios y cuerpos abandonados a una especie de animación líquida, con sus voces apenas suspendidas, dentro de unos momentos que parecen a punto de ocurrir y de pronto se pueblan de palabras. Vemos una imagen que suele ser nebulosa, con rostros que se van delineando y son menos borrosos que la primera idea que tenemos de ellos. Algo hay que los aturde y los agita por dentro, los desmorona o tumba, los abate o quizá los hace sacudirse sus cenizas en un golpe de escena. Un golpe de escena puede ser la puerta que se abre con la mala noticia, el juego permanente del azar, un padre que parte en busca de su hijo o dos amantes que viven los últimos instantes del deseo antes de que uno de ellos lleve al otro al aeropuerto. En todos esos momentos, a menudo difusos, se abre paso el cuchillo lento de la emoción. Sin ese chasquido no hay historia, no hay temblor ni sentido humano del drama o la pasión que te mira a los ojos poco antes de atraparte entre sus brazos largos, porque ahora sabes que deberás contarla. No sé si escogemos las historias o son las historias las que nos escogen, pero existe un proceso lento de suave seducción demorada que se va incorporando a nuestra vida, una especie de cita que se va posponiendo y se convierte en una lista abierta de consultas, porque se ronda todo el argumento, sus posibilidades expresivas, la intensidad real de los conflictos y hasta la última línea de diálogo. Es decir: antes de entrar de lleno en ese mundo lo vamos acechando, nos vamos preguntando acerca de él, vamos escuchando los rumores que nos llegan envueltos en su perduración, con su propio eco extraño dentro de nosotros, como si no estuviéramos inventando algo nuevo, sino rescatándolo del silencio. Necesitamos historias para seguir viviendo. Es más: es que nuestra manera de seguir viviendo es continuar contando historias. Lo hacemos de la mañana a la noche, las recibimos y las comunicamos: por la radio, en las conversaciones, dentro de los recuerdos que nos asaltan antes de dormir, detrás de los anhelos y de nuestros temores. Somos esas historias, somos esos poemas, somos esas obras de teatro que, al vivir, levantamos. Los escritores, los críticos, los editores, gracias a los lectores, nos dedicamos a un trabajo y una vocación maravillosa. No sólo creamos, sino que recogemos ese gran susurro que nos va llegando desde que un poeta ciego decidiera cantar la caída de Troya. Es también una escucha, es una observación, con esa reescritura en movimiento que se activa al sentir, entre tus manos, la vibración de una nueva historia. Es hora de escribirla. Suscríbete para seguir leyendo

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