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  • La prevención del suicidio en los adultos mayores

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 14/09/2024 08:06

    El Menemismo literalmente mortificó a los jubilados con salarios de hambre. Como vuelve a suceder hoy, los adultos mayores debían “optar” entre alimentarse, comprar medicamentos o pagar los servicios. Algunos ni siquiera tenían-ni tienen actualmente- esas opciones porque ni si quiera pueden comer todos los días. Miles de ellos no soportaron el desprecio, la injusticia y la indignidad y decidieron no seguir. La inmoralidad a la que eran, como hoy, impúdica e intencionalmente sometidos por sádicos personajes que ocupan el Poder y por la connivencia de una sociedad que aún lo permite, que calla cómplice el crimen, el doble crimen del hambre y de los palos y los gases que se descargan, con saña y sin alma sobre los viejos, brutalmente, cobardemente, cuando apelan al recurso constitucional de la protesta. A los criminales que los destruyen con sus políticas se agrega, como si su poder no alcanzara, como si sus fuerzas represivas- Policía Federal, Gendarmería, Prefectura Naval- no bastaran, legisladores, diputados que sin inmutarse, venden su voto y su vergüenza, declamando hasta las náuseas, que votaron a favor la ley de movilidad jubilatoria hace un par de semanas pero que ahora cambian por la negativa, apoyando lo contrario, sin argumentos, exhibiendo su pudor prostituido, degradando la Democracia, la confianza, la palabra, los lazos más básicos de convivencia social, de la existencia misma de la polis. Es un momento muy grave, juntamos en el análisis de los hechos del miércoles pasado-cuando los diputados se contradijeron sin despeinarse a sí mismos para negar un aumento de 16000 pesos a jubilados hambreados- crueldad, sadismo, exterminio de los vulnerables, impudor, inmoralidad, prostitución política, corrupción, suma que da un Darwinismo social en el que prevalecerá el más fuerte y perecerá el más débil, que da lugar a “muerte de la sociedad” como le gustaba definir su barbarie a Margaret Thatcher, la “ley de la selva”, el individualismo y el egoísmo más absoluto, el hombre como lobo del hombre en su expresión más salvaje. Esa frase es injusta pues esos feroces animales activan un reflejo de inhibición de la agresión cuando el congénere vencido le muestra el cuello, exhibiendo un instinto piadoso del que algunos hombres carecen. No hay salud mental posible en esta cultura de la mortificación, cuyo paradigma es la encerrona trágica. Fernando Ulloa dice que la encerrona trágica es una situación de dos, víctima y victimario, torturador y torturado, sin apelación a un tercero de la ley, en la que la vida del torturado-víctima depende de la voluntad del torturador-victimario. Es la situación actual de los adultos mayores, reprimidos impunemente, sin apelación a la justicia y con la complicidad de buena parte de la sociedad. No hay perdón para los criminales y corruptos que masacran ancianos, no la hay, no hay castigo que repare semejante canalla, que aplasta seres humanos en una etapa ya de por sí compleja, ya en sí misma crítica, porque el envejecimiento es un tiempo en el que los cambios profundos los abruman, los biológicos, aquellos que trastocan el cuerpo y su imagen, afectan la memoria, enlentecen movimientos y disminuyen los sentidos, una etapa de profundos duelos, por la jubilación, por los hijos que crecen y se van, por el nido vacío, por los perjuicios económicos y de los lugares de liderazgo familiar y social, por la viudez, por los amigos que van muriendo y los miedos, las angustias, por los “achaques”, por eventuales internaciones geriátricas, por el fantasma de la muerte, fuente universal de la angustia que ahora se hace más real. Es todo ese proceso de elaboración de esa crisis la que muchas veces encuentra al adulto mayor triste, ensimismado, ansioso. Es una etapa de elaboración de los duelos, es decir de reacción frente a las pérdidas y de trabajo psíquico para su superación. Para procesar los duelos es necesario sustituir las pérdidas por objetos y situaciones nuevas. Por ejemplo, la pérdida de las actividades laborales y sociales propias de la jubilación, deben ser dueladas y remplazadas por actividades nuevas y gozosas, la maternidad perdida en la elaboración del nido vacío, reemplazadas por nuevas formas de creatividad, artística, por ejemplo, alentados siempre por el deseo de vivir, esa búsqueda constante de otra cosa, siempre, que falta, que convoca y empuja nuevamente las ganas y el entusiasmo. A veces, cuando determinadas posiciones subjetivas que se pierden asumen el sentido de la existencia, los duelos en la tercera edad se hacen difíciles y dan lugar a procesos depresivos que hay que tratar. Por ejemplo, si en la crisis de envejecimiento, el trabajo constituía la razón de ser de la persona, o el atractivo físico y la maternidad el sentido de la existencia de una mujer y no pueden asumir nuevos roles que relancen el deseo de vivir. Hay una multiplicidad de factores de vulnerabilidad suicida en la tercera edad, los sentimientos de inutilidad, de soledad, de infelicidad, la inactividad y el aislamiento social, las dificultades de la memoria, la ausencia de proyectos vitales, la visión pesimista de la vejez, la rigidez psíquica, la viudez, la institucionalización en un asilo o geriátrico, el anciano ping pong, que va de una casa a la otra de sus hijos, la vivencia del progresivo deterioro de sus facultades mentales, el diagnóstico de enfermedad terminal, las depresiones, el abuso de alcohol o de drogas, los trastornos psicóticos y de confusión mental, las enfermedades crónicas, dolorosas o incapacitantes, son algunas de esas circunstancias asociadas a ideas de suicidio. Para intentar prevenirlo y alentar posibilidades de una vida digna, es importante estar atento a la detección de las intenciones autodestructivas como la manifestación de las ideas de suicidio, la búsqueda de los medios, la acumulación de pastillas, la puesta a punto de armas de fuego, la compra de veneno, el merodeo de balcones y terrazas, el poner sus asuntos en orden, el regalar posesiones valiosas la calma después de un período de agitación, mantener escondido el método, el dirigirse al lugar elegido sin que sea habitual, las notas, el insistir en hacer testamentos, el dejarse morir, son algunas señales de advertencia al que hay que estar alertas. Pero sobre todo construir una sociedad que respete su dignidad y sus derechos y que les brinde amor y respeto, es el mayor reaseguro contra el suicidio de los adultos mayores, en caso contrario, como lo hizo heroicamente Norma Plá, un verdadero ejemplo de lucha por la dignidad, tendrán que luchar y resistir contra todas las agresiones y arbitrariedades del Poder.

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