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  • El sueño de un albañil argentino en Madrid

    » Clarin

    Fecha: 13/09/2024 07:41

    El apóstol fue primero Jacob, luego Iacob, Iago, Diago, Tiago y finalmente Santiago, de acuerdo a cómo fue variando su nombre desde que, según la tradición cristiana, Santiago el Mayor acompañó a Jesús por Galilea hasta que fue a predicar a la Hispania romana, hoy España. De modo que Jacobo, Jaime, Diego, Thiago y Santiago son hoy nombres hermanos, del mismo origen. Uno de esos Santiagos contemporáneos -Thiago, 29 años- va ahora en el vuelo a Madrid como un tigre enjaulado. No puede dormir -es la primera vez que sube a un avión- y camina el largo pasillo de la clase turista desde los baños del medio hasta el fondo, ida y vuelta, una y otra vez, entre hileras de asientos que alojan cuerpos en sombras. Casi todos duermen. -¿Usted conoce a los gallegos? ¿Cómo son? ¿Tienen buena onda? Me dijeron que allá es casi igual pero distinto. Mi vieja hace unas tortillas de papa espectaculares, pero seguro que ahí no hay fernet… Thiago se pone a conversar con el único pasajero que encontró despierto y que estira las piernas en el metro cuadrado frente a la puerta de emergencia. El zumbido de las turbinas es más intenso allí. El otro pasajero viaja a Galicia para hacer el Camino de Santiago -una peregrinación hasta Santiago de Compostela- pero este Thiago no pregunta por los gallegos de Galicia sino por los españoles en general. Va a Madrid para trabajar como ayudante de albañil junto a su tío, que lo espera. Thiago es cordobesísimo -dirá que “el culiao” del hermano le dijo esto y aquello-, vive en Carlos Paz, es el sexto de ocho hermanos y va a ver si puede progresar “porque acá me mato laburando, maestro, pero no vamos ni para atrás ni para adelante…”. Thiago deja un trabajo de 10 horas diarias en un corralón de materiales -50 horas semanales, 200 horas por mes- donde acaba de cobrar 400.000 pesos: $2.000 por hora. Va contentísimo porque su tío le dijo que en Madrid, los “gallegos” pagan unos 10 euros la hora para trabajar en la construcción. -Diez euros son como 15 lucas, ¿no? -Sí, pero también vas a gastar en euros… -Pero con 10 euros tengo para comer un día, me dijo mi tío, y acá con dos lucas no compro ni una coca… Allá con una hora de laburo, como. Acá no. Thiago hizo sus cuentas. Ahora ríe preguntándose cómo puede ser que de Argentina a España va a tardar lo mismo que de Carlos Paz a Buenos Aires, donde llegó tras 12 horas de micro. “Mi tío me llamó porque yo soy muy bueno con los materiales finos y de revestimiento. A los gallegos les va a gustar mi laburo, ya va a ver... y otra cosa que me gusta es que allá no hay choreo”. Thiago no sabe si su novia lo va a esperar. “Si puedo le mando el pasaje, pero hay que ver cuánto tardo en ahorrar para eso...”. Viaja con una mochila donde metió “cuatro calzoncillos y tres remeras, pero me lavo la ropa todos los días, eh”. Se lleva también el abrazo de su madre, que nunca salió de Córdoba. Ni ella ni los hermanos de Thiago conocen el mar. “Voy a vivir en una habitación con otros pibes, pero me dijeron que tienen ventilador, porque allá hace calor ahora, así que voy a estar piola, ¿no?”. Horas después, Thiago saluda desde lejos y se pierde hacia su sueño entre laberintos de cintas y escaleras mecánicas. El Camino de Santiago tiene mil formas. Thiago deja un país discutiendo por las jubilaciones que no consigue garantizar salarios para comer en el día con una hora de trabajo. Llega a un país que discute qué hacer con los inmigrantes en masa que ahora se lanzan al mar en la peligrosa ruta del Atlántico hacia las Canarias, frente a África. Entre uno y otro, imperceptibles, pasan Thiago y sus ganas de salir adelante.

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