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  • Corrupción, poder y sociedad

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 13/09/2024 07:40

    Corrupción, poder y sociedad Por Daniel Enz (*) ¿Cuánto le interesa a la sociedad que se combata a la corrupción en nuestro país; en nuestra región, en nuestra provincia? ¿Realmente le interesa? ¿Cuánto le interesa al dirigente político, al diputado, al senador, al intendente, al empresario o al gremialista, combatir los nichos de corrupción? ¿La sociedad nota que en despachos oficiales o de la oposición haya real preocupación por desterrar la corrupción?; que la dirigencia se ocupe, que pregunten, que se involucren; que se decidan a buscar un abogado o un funcionario jurídico del Estado e iniciar una causa judicial? ¿O es mejor mirar para otro lado, acordar con esa persona involucrada, comprometerla para lograr algo a cambio y no hablar más de las cosas? ¿Cuántas veces hablaron con ese hombre del poder político, le contaron en detalle una historia oscura para que la pudiera revertir desde su lugar de privilegio, para desterrar de esa órbita del Estado; este buen hombre se lo agradeció de modo efusivo y al otro día esa persona puesta en cuestión lo llamó sorpresivamente y le dijo: “Conmigo no te metas porque la vas a pasar mal. Me enteré que estás diciendo cosas”? ¿Por qué siguen existiendo funcionarios judiciales a los que no les interesa para nada llevar adelante una investigación por un delito de corrupción que se le asignó y por ende apuestan a su fracaso antes de avanzar 20 metros y terminan firmando un acuerdo con el corrupto a cambio de un ascenso en la estructura judicial al poco tiempo, porque no sólo el poder político reconoce su actitud servil sino también la cúpula judicial? ¿Por qué hay que soportar a ese empresario corrupto, que sabemos que siempre pagó sobornos para lograr tal o cual licitación pública; que no duda un instante en poner en esa obra materiales de segunda o tercera, pero cobrarlos en precio dólar como si nada y no le importa las secuelas de esa construcción? ¿Que nunca se baja de su lugar de poder y que nadie se atreve a condenarlo jamás por el lugar que ostenta y la forma que va pactando con el gobernante de turno, más allá del cambio de color político? Vivimos en una sociedad donde la corrupción está instalada y anunciar que habrá pelea desde el poder político es solamente para la campaña proselitista. La mayoría de la dirigencia, sea oficialista u opositora, se olvida rápidamente lo que prometió al acceder al poder y le resulta más fácil pactar con quienes participan de ese andamiaje corrupto. Algunos se cuidarán un poco más, para que nadie se entere. Habrá también quienes se mantengan en sus preceptos morales y éticos, pero dejarán de pregonar la lucha contra la corrupción. El funcionario, el legislador, se olvida rápidamente y lo absorbe el sistema. Los organismos de control no controlan como deberían, pero eso sí, sus altos funcionarios cuentan con los mejores sueldos del Estado. Y disponer de esos niveles de ingresos cambia la vida y nadie los quiere resignar cuando se llega a ese lugar. A cambio habrá silencio, poco accionar y mirar para otro lado. A lo sumo, de vez en cuando, se subirá algún informe en la web oficial, como para cumplir, pero no más que eso. Y lo mismo sucederá en esa Legislatura provincial, que no está dispuesta a informar públicamente ni dar explicaciones sobre por qué tiene una estructura de entre 600 o 1.000 contratados en las cámaras, además de cientos de empleados de planta que van quedando en cada gestión, a los que no se les conoce la cara, que nunca llegaron a su lugar de trabajo, pero que hace años, décadas, que cobran sueldos importantes del Estado y solamente argumentan que dependen de tal o cual diputado o senador provincial. ¿Lo que sucedió en Entre Ríos o con el famoso caso Chocolate de la Legislatura bonaerense son casos aislados o pasa en casi todas las provincias y prefirieron ocultarlo y no sacar los pies del plato, porque es dinero de la política, para hacer política con dinero que no se quiere justificar? En la justicia sucede algo parecido. Cada vez son menos los fiscales decididos a darle pelea a la corrupción. Por un lado, porque les preocupa las secuelas que pueda tener sobre sus espaldas una actitud de ese tipo. Molestar al poder tiene como respuesta enfrentarse a una investigación desde la política y hasta se corre mucho peligro de ser condenado y quedar fuera del trabajo con el que soñaron toda una vida. Ese fiscal tendrá también que soportar que en cada turno le llenen el despacho con cientos de causas de diversa índole y seguir contando con una o dos personas como colaboradoras, pese a que pasaron ya 30 años y los tiempos cambiaron. A principios de los ’90 recibía no más de 10 denuncias por turno; hoy son 600 por turno y con la misma gente. Y la respuesta perversa que le llega desde la cúpula judicial y desde el Poder Ejecutivo es siempre la misma: “no hay presupuesto”. Menos para cierta vez se metió con algún hecho de corrupción. Ese mismo fiscal tendrá que ser consciente que esa cúpula judicial hará lo imposible para, junto al legislador complaciente, ver la forma de cambiar la normativa penal y que ello siempre favorezca a los corruptos del poder, en acuerdo con esos abogados defensores del poder (cuyos ingresos, por años, se pagan desde alguna caja política del poder y no sale del bolsillo de los acusados), que pactarán cada cosa con las cúpulas para que ese corrupto nunca llegue a una cárcel. Es más: batallarán primero hasta el final para que ese defendido tenga el beneficio de la prescripción de la causa o incluso que jamás llegue a ser condenado. Al fin de cuentas, si pasan unos años, casi nadie se acordará de lo sucedido y hasta quizás pase instrascendente. Mientras tanto esa cúpula judicial no informará nunca de sus gastos, de sus fondos reservados, ni de sus viáticos ni viajes ni de sus licitaciones, como si fueran una estructura reservada que no le corresponde dar respuesta al ciudadano común ni al periodista inquisitivo. La opinión pública ciudadana cada vez escucha menos casos de corrupción en nuestra zona o región. Es porque la gran mayoría de los medios periodísticos (y acá cada uno se tendrá que hacer cargo) prefieren no investigar o no apostar a la formación de un equipo que se dedique a ello, para que haya temas que no se sepan más allá de lo formal y cortés. En la mayoría de los diarios de capitales de provincias desaparecieron las investigaciones periodísticas. Siempre es más fácil pactar con el gobernador de turno e informar solamente del acontecer diario. Ese empresario periodístico (insisto, salvo excepciones, porque existen) no duda en subordinarse a la extorsión del hombre público, que desde el lugar de poder que ostenta dice qué debe salir y qué no; qué se debe decir y que no, porque de lo contrario tendrán que soportar el castigo económico del recorte publicitario. Para muchos empresarios periodísticos (en tiempos en que desaparecen los diarios y revistas, por el avance de internet) es más fácil subordinarse a esa actitud, que confrontar tal posición y pelear por más libertad y por respeto profesional al periodismo. Y ello es preocupante y doloroso. A lo sumo, puede aparecer un policía narco o una estructura narco, que quizás pueda rozar a determinado funcionario y ello quizás provoque hasta su caída. Pero no más que eso. Pasa a ser corrupción policial, pero se tabica allí. ¿Por qué no se investigan los trasfondos de decisiones politicas, de licitaciones poco claras, de nombramientos extraños o de pagos absurdos que pueden existir en una estructura estatal? Sencillamente, porque es mejor dar cuenta de que los colectivos no andan, que los estatales o los docentes no tuvieron la paritaria que esperaban: que aumentó la luz, el agua y el gas. Pero pareciera que vivimos en la región donde nunca pasa nada. Donde es mejor no informar que hay funcionarios procesados ni condenados ni presos en una cárcel. Hay buenos periodistas; serios, profesionales, formados, comprometidos, luchadores y con marcados principios éticos. Pero si los empresarios no les permiten hablar, no tendrán mayor margen y menos en este país en crisis, donde las cosas cuestan cada día más. Solo seguirán diciendo verdades algunos pocos, pero con eso no alcanza. Porque hay una estructura de poder que no le permitirá acceder a más con esa información dura y crítica. Esa información transitará por algunas horas, quizás algunos días, pero el sistema corrupto terminará ganando la batalla porque lo desaparecerá de la escena pública. Como viene pasando, salvo honrosas excepciones, con nombre y apellido, que soportaron y soportan el peso del poder pero no bajan los brazos. Y no dudan un instante en seguir combatiendo la corrupción. (*) Texto leído por el autor en el II Congreso Anticorrupción de Santa Fe

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