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  • El pintor de la princesa Leonor da el salto al arte sacro

    » Diario Cordoba

    Fecha: 10/09/2024 02:48

    Rafael Castejón lleva toda la vida dibujando. A diferencia de otros niños de su edad (ahora tiene 21 años), no se entretenía con la tablet o el móvil sino haciendo garabatos y pintando todo lo que se le ponía por delante. Tiene una abuela que pinta y un tío lejano que también hizo sus pinitos como retratista, pero su aprendizaje ha sido completamente autodidacta. Fue durante la pandemia cuando el confinamiento le hizo concentrarse en esta afición que había tenido siempre como pasatiempo y le llevó a profundizar en un arte innato que nunca se había propuesto desarrollar de forma profesional. Probando el óleo por primera vez, haría un retrato que se convirtió en viral, el de la princesa Leonor, que a través de las redes sociales lo puso en el foco mediático. «Ese cuadro tuvo tanta repercusión que lo vio la gente de la hermandad del Cristo de la Confianza», explica. Fue así como recibió una llamada para preguntarle si sería capaz de pintar el mural en el que ha trabajado este verano en la iglesia de la Inmaculada. «Me reuní con el párroco para hablar sobre el plan iconográfico que tenían pensado, lo estudié a fondo, hice el presupuesto y acepté el reto». Rafael Castejón coloca el andamio, con el Cristo de la Confianza al fondo. / Ramón Azañón Aunque la mayor parte de su producción hasta ahora son retratos, Rafael es cofrade y había realizado alguna pintura para alguna hermandad, aunque este encargo ha supuesto su salto definitivo al arte sacro de gran escala. «En la siguiente reunión me dijeron que querían que salieran la Virgen y San Juan en el momento de la crucifixión y la ciudad de Jerusalén de fondo». A partir de ese pasaje bíblico, él ha construido en un lienzo de pared de seis metros la escena que acompañará después a la imagen del crucificado de la parroquia, el Cristo de la Confianza. «Querían que recrease la técnica barroca», recuerda, así que se informó del modo en que pintaban autores de la época como Rubens, y también Leonardo da Vinci, estudió la química de los productos, los barnices... para trabajar la técnica veneciana de mural en seco, que le permite ir más despacio y cuidar mucho los detalles. Estudiante de restauración, tiene claro que «los materiales tienen que ser de primera calidad para que la pintura perdure y no pase como a La última cena de Da Vinci». Merece la pena. A excepción de algunas pinturas de Antonio del Castillo en la Catedral, su mural será prácticamente el único que se podrá ver en las iglesias de Córdoba. Detalles de la obra. / Ramón Azañón Durante el mes de agosto ha trabajado siete horas diarias y, una vez planteada la escena, está centrado en perfilar todos los matices. «Calculo que me quedan dos meses de trabajo», afirma, «la fecha tope es la Cuaresma de 2025, pero me gustaría acabar antes porque tengo otros encargos, el más grande, un retrato de dos metros de Alfonso XIII para el Círculo de Labradores de Sevilla». Botes de pintura de Lefranc, un óleo de alta calidad que está empleando en el mural. / Ramón Azañón Entre pincelada y pincelada, Castejón ha viajado a Madrid a observar los cuadros de los maestros barrocos expuestos en El Prado. En la pintura mural ha descubierto una nueva pasión que le gustaría desarrollar. «Es un trabajo intenso que además requiere casi que entrenamiento físico porque tienes que subir y bajar constantemente para ver las proporciones con perspectiva y que todo encaje, pero me fascina y cuando acabe mi formación en restauración, quisiera viajar a Italia y especializarme en esto». La vocación funciona así, hay que cogerla al vuelo cuando te llama. Suscríbete para seguir leyendo

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