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  • Él es joven, vasco y nacionalista; a su hermana le gustan todos los muchachos: dolor y pasión en una España vieja

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 09/09/2024 05:02

    Fernando Aramburu y "Años lentos", la España anterior a la Unión Europea y los primeros tiempos de ETA ¡Hola! Me alegra volver a encontrarnos. Me llegaron muchos mails por el newsletter anterior, el de “¿Por qué obedecer?”. Y sí, es un temazo que nos toca a todos, me imagino. O a la mayoría. Bueno, gracias, me gusta leer lo que me llega, las ideas de otros. Las historias personales, ni hablar. Hoy voy completamente por otro lado, aunque el dilema de obediencia siempre está, creo. Te voy a hablar sobre Años lentos, un libro del escritor vasco Fernando Aramburu que leí en estos días porque sí. O, para ser más sincera: que escuché en estos días como audiolibro porque el título se me puso delante de los ojos. Es habitual que esté leyendo un libro y escuchando otro, así es el fanatismo. Después suelo buscar el texto escrito y darle una leída (es el caso). En fin que apareció en la pantallita Años lentos. Ya sabés, Fernando Aramburu es el autor de Patria, una novela sobre la que se hizo una serie y que fue un exitazo. Dos familias de amigos, vecinos. Uno es empresario, el hijo del otro entra en ETA. Al empresario lo matan y ¿adivinen quién fue? La novela plantea muchas cuestiones sobre la violencia como medio para responder a años de opresión, sobre el amor incondicional de los padres, sobre la amistad. La novela gustó mucho en todo el mundo, menos en Hernani, el pueblo vasco donde —se supone— transcurre la historia. En ese libro Aramburu tiene una postura clarísima en contra de ETA: la novela da escalofríos. Patria es de 2016 y Años lentos, de 2012. Y aunque se ven los primeros años de ETA y eso en la narración es importante, la novela es más un retrato de los años 70 que me hizo acordar a la vieja imagen que teníamos de España, una España anterior a su ingreso a la Unión Europea: más pueblerina, más religiosa, más brutal. De hecho, Aramburu ha contado que la novela tiene mucho de autobiográfico, si no en las anécdotas, sí en el clima. “Este es un reflejo de la sociedad en un barrio de las afueras de San Sebastián -dijo en una entrevista-, donde predominaba el patriarcado. Y eso es lo que yo he visto y vivido: hombres que trabajaban hasta 14 horas y que eran fuertes y que cuando llegaban a casa no sabían hacer nada, ni siquiera vestirse y lo hacían las mujeres. Trabajaban, iban al bar, se echaban la siesta y luego a la sociedad, en la que no podían entrar mujeres, pero es que yo creo que se escondían de ellas”. En Años lentos Aramburu juega a mostrar sus herramientas. Entonces la estructura es la de un hombre que se sienta con un escritor de nombre Aramburu y le cuenta su infancia. Cada tanto, Aramburu (el escritor-personaje) reflexiona sobre cómo tiene que narrar tal escena, qué poner y qué sacar, qué palabras usar, esas cosas. Lo que el hombre cuenta empieza fuerte: cuando tenía 8 años, la mamá decide a qué hijos todavía puede mantener tras ser “desamparada por aquel mal hombre que fue su esposo”. Es decir, decide a cuál no alcanza a darle de comer. Bueno, él es el elegido y en un viaje dramático pero narrado sin drama, la mamá lo lleva a San Sebastián, en el país vasco, donde va a vivir en casa de una tía que hace muchos años se fue a trabajar allá, se casó, hizo su familia. El chico va a dormir con su primo Julen, un adolescente que lo recibe con un “¿Cómo tú por aquí, navarro de los cojones?” pero que pronto le pondrá el apodo de “Txiki” (Chiqui) y que lo tratará con ese cariño áspero que pueden tener los varones. Como cuando, la primera noche, el niño llora: “Si fueras vasco no llorarías. ¿Tú has visto llorar al hierro? Pero, claro, siendo un navarro de mantequilla, pasa lo que pasa. Como eres blando y te has mojado, seguro que mañana te levantas enfermito”. "Años lentos", un libro anterior a "Patria" En la familia también hay otra hija, Mari Nieves, que es “gorda y fea” pero a la que le gustan mucho los muchachos y no se priva de estar con ellos. Con varios, con muchos. Es un dolor de cabeza para esos padres, Visentico y Maripuy. Hay también otro vecino, Txomin, que viene a arreglar un enchufe o algo así pero lo que quiere es intimar con Maripuy. Ella se lo contará a Visentico que está obligado a “hacer algo”, pero que, en realidad, no quiere problemas. No se quiere pelear, quiere vivir en paz. ¿Estamos todos? No, falta alguien, el cura, don Victoriano. Que dentro de unas páginas va a juntar jóvenes para hablar de la nación vasca y que los llevará a la montaña a ver la hermosa tierra que les tocó, hablar en euskera, maldecir a Franco —que desde 1937 prohibió ese idioma— y plantar la propia bandera. Una bandera vasca, como la que Julen tiene bajo el colchón, en secreto. Don Victoriano es a quien “Julen mencionaba con tanta frecuencia en sus expansiones patrióticas”, cuenta Txiki. Un bar en San Sebastián Pasito a pasito, será el cura quien lleve a algunos de sus muchachos hacia ETA. “Ahí empezó todo, con unos giros que luego se convirtieron en el torbellino terrorista que ya sabemos todos”, supo decir Aramburu. Imaginate el clima: la vieja España, donde todavía los hombres se van al bar a jugar a las cartas, donde se murmura sobre la vida sexual de las mujeres, donde una madre sola no puede mantener a sus hijos, donde el cura está en el centro de la escena. Me vas a decir que tanto Mari Nieves como Julen tienen todas las fichas para meterse en problemas… Y sí. Todo lo que diga es spoiler pero lo que te imaginás pasa, el tema es cómo se resuelve. Aramburu despliega ese panorama y echa un manto tierno sobre casi todos. Julen la va a pasar mal pero encontrará un camino; a Mari Nieves le arreglarán la boda que más repudia pero vamos a terminar encariñados con el marido y las cosas se resolverán con dolor pero con futuro. Quizás esa sea la clave de Aramburu: con dolor pero con futuro. Te dejo algunas frases. Mis subrayados 1. “En Pamplona, donde lucía el sol, no vi más agua que la que le salía a mi madre de los ojos”. 2. “Maripuy, si me dejas ponerte las medias te regalo unas nuevas; con eso me conformo; no hace falta que me des lo otro y tampoco te cobro el arreglo del enchufe”. 3. “Mi prima Mari Nieves, por los tiempos de estos recuerdos míos, era una muchacha de diecisiete años, poco agraciada de rasgos, de cuerpo sano, bastante rollizo, aunque no tan hinchado como ahora; de carácter fuerte, tirando a mandón, en lo cual no ha cambiado y se parece a su madre, con quien disputaba a todas horas”. 4. “La naturaleza cometió la crueldad de imponerle un apetito sensual desapoderado. Le sobraban ocasiones y desenvoltura para saciarlo por las distintas vías de que el ser humano dispone para ello, no sólo la sexual. Sin embargo, me da a mí que ella sufría más que gozaba por causa de aquella ansiedad incesante, y sus parientes, con su madre a la cabeza, no digamos”. 5. “Debajo apareció, extendida sobre el somier, una bandera vasca, la primera que vi en mi vida”. 6. “Don Victoriano era quien metía aquellas ideas de la nación vasca en la cabeza de mi primo. También en la de otros chavales del barrio en cuyas meninges barruntaba el cura que germinaría con facilidad la semilla del patriotismo, y a mí me consta, porque tampoco él lo disimulaba, que nos tenía a todos los menores de edad de su parroquia divididos entre los que eran útiles a la causa y los que no, y según esto nos daba un trato frío o afectuoso”. 7. “Txiki, voy a pasar a la historia como el gudari que mató a Franco. Lo mataría a hostias; pero, claro, no me dejarán acercarme. Ya le he dicho esta mañana a don Victoriano: apaiza, el enano ese no muere en la cama. Yo me encargo. ¡Cómo se reía don Victoriano!”. 8. “Me huelo que la boba esa me va a hacer tío”. 9. “Opción Madame Bovary: Mari Nieves se traga todas las pastillas que encuentre en la cómoda de sus padres. O se bebe la botella entera de lejía. Opción Anna Karénina: se tira al tren de vía estrecha de los Ferrocarriles Vascongados, que además pasa cerca de Ibaeta”. 10. “A finales de junio seguíamos sin noticias de Julen. Mis tíos no se lo podían explicar. En mis recuerdos de aquellos días resuena la palabra raro, que a todas horas asomaba a los labios de unos y otros”. Antes de despedirme quiero contarte que escribí un cuento basado en una historia real. La historia real era terrible: un muchacho va a sacar plata a un cajero, le pegan un tiro, queda en estado vegetativo pero no muere. Con eso, y con las decisiones de la familia, me pidieron que escribiera. Mi relato imagina un final mejor. Lo podés descargar gratis acá. Acordate: versiones anteriores de este newsletter están recogidas en este enlace. Si querés contarme algo de lo que estás leyendo, escribime a pkolesnicov@infobae.com y te contesto.Llevá Leer por leer a tu casilla principal, así nos encontramos todos los jueves.Ahora sí, hasta la próxima, Patricia

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