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  • Víctor Hugo y Míster Hyde

    » Diario Cordoba

    Fecha: 03/09/2024 05:14

    El mejor poso de un buen verano es asociarlo con un gran viaje y con una reconfortante lectura. Respecto a lo segundo, salgo bien colmado por una obra ya recomendada en otros artículos. «Primavera revolucionaria», del historiador Christopher Clark, ha sido una certera pedrada al avispero de la memoria; a esa vaguedad que remoloneaba desde los estudios del bachillerato, aquella revolución amorfa de 1848 que temíamos cayera en Selectividad. Nunca había sido tan fecundo tirar del hilo, pues en torno a esa fecha se suceden en el mapa europeo -incluso en algunas de sus colonias- una serie de revoluciones y contrarrevoluciones consecuencia de la larga digestión de la Revolución Francesa y la irrupción del nacionalismo como una suerte de doctor Jekyll y míster Hyde de la geopolítica. París, Nápoles, Berlín, Viena... en multitud de escenarios brotan cruentos episodios de violencia; incluso quién iba a decir que la tranquila Suiza es el brote primigenio de aquella agitación. Sin caer en el maniqueísmo, Clark sabe darle el toque tragicómico de las buenas historias donde campan héroes y villanos; escenas terribles de asesinatos y vesanias, con la hilarante interrupción de un tren revolucionario camino de Bruselas, al desenganchar el vagón de los agitadores y dejarlo en vía muerta -Marx iba entre ellos-; o la esperpéntica huida del Papa ante el avance de los defensores de la República Romana: el legado francés alzando la voz para simular una conversación con Su Santidad, mientras el sucesor de Pedro ponía pies en polvorosa. Pío IX fue tan sobrevalorado por la cristiandad como las truncadas esperanzas de aquellos españoles que jalearon a Fernando VII. Los nacionalismos sentados en el diván. Frantisek Palacký, líder de la insurgencia bohemia, rechazó la participación de los checos en la Asamblea Nacional alemana de Frankfurt, defendiendo su terruño al tiempo que la pervivencia del imperio austrohúngaro, sosteniendo que su fortaleza era la mejor garantía frente al imperio ruso -¿les suena esta concomitancia?-. Aquel caldero se espeja en los lodos del siglo XX, y se proyecta en los inquietantes resultados electorales de Turingia y Sajonia. Hay que recordar que la exclusión y el odio ya campaban en 1848, y que los guetos judíos no solo existían en Centroeuropa, sino que se prolongaban en los Estados pontificios. Pero para contradicciones, la de Víctor Hugo. El adalid de una libertad luego destilada en musicales luchó en las barricadas, pero en el bando de los contrainsurgentes, hastiado del carisma de los acontecimientos auspiciados por los radicales. Por su aspecto espigado, algunos podrían imaginarse a Zapatero con chistera y fusil cantando la «Canción del pueblo» de Los Miserables. Pero su atronador silencio frente a las satrapías de los chavistas lo desmonta de esa utopía y verterá sus actos por un sumidero. La Historia, como los Lannister, siempre paga sus cuentas. *Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor Suscríbete para seguir leyendo

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